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Luis Enrique o la suerte del malaje

Nueve años después, sin demasiada explicación y empujada por la fortuna, la selección española vuelve a jugar una semifinal

El seleccionador español, Luis Enrique, celebra el pase a semifinales tras la victoria ante Suiza
El seleccionador español, Luis Enrique, celebra el pase a semifinales tras la victoria ante SuizaKiko HuescaEFE

Las palabras de Harry Lame (Orson Welles) a Holly Martins (Joseph Cotten) en la versión cinematográfica de «El tercer hombre» explica por qué esta España de Luis Enrique, antipática hasta la náusea y sin la menor intención de cambiar su imagen a ojos de una nación en permanente estado de división, eliminó ayer al ejemplar combinado de la Confederación Helvética, ese remanso de buen rollo. «Italia tuvo 30 años de dominio de los Borgia, con su terror y sus matanzas, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron 500 años de democracia, amor y paz. ¿Y cuál fue el resultado? El reloj de cuco». Las grandes obras humanas necesitan un punto de desgarro, pasión, que las tripas tomen preeminencia en algún momento sobre el cerebro. Y así, sin que nadie sepa muy bien por qué, esta selección está en semifinales.

España vivió las vísperas del torneo en un ay, un sobresalto por el positivo de Sergio Busquets, ausente por tanto en el estreno frente a Suecia, que ese día perdió por el mismo motivo al juventino Dejan Kulusevski, seguramente su mejor futbolista junto a Alexander Isak. En la segunda jornada, Polonia se vio privada por sanción del regulador de su centro del campo, Grzegorz Krychowiak, y el covid-19 volvió a coaligarse con la selección nacional en los octavos, cuando dejó a Croacia sin Ivan Perisic, el extremo que marca goles como churros. Rubén Blades recuerda en una canción que «si naciste pa’ martillo, del cielo te caen los clavos». Cada uno de estos pequeños accidentes de los rivales podían interpretarse como un guiño de Fortuna, divinidad a la que habrían de darle el Balón de Oro en todos los campeonatos.

Para seguir con la racha, Suiza salió ayer al campo huérfano de su capitán, Granit Xhaka, tarjeteado contra Francia, y perdió por lesión a su atacante más peligroso, Breel Embolo, a los veinte minutos, cuando ya había encajado un gol de rebote en el primer córner del partido. ¿Se ha puesto la suerte de nuestro lado? ¿Es España una unidad de destino en la Eurocopa? Luis Aragonés, el técnico que reinauguró el palmarés de la selección, aseguraba con su vozarrón: «La suerte no existe. Existen la buena suerte o la mala suerte». Sea, porque algo sabría el de Hortaleza de hados cuando, según cuenta Joaquín –a quien prometió la convocatoria para la Eurocopa 2008 y luego lo dejó en tierra–, «al frutero le pedía una sandía y dos avances…».

El entuerto de los dos centrales, Pau y Laporte, que facilitó el empate de Shaqiri, lo deshizo enseguida Michael Oliver, raudo para expulsar a Freuler en una acción fronteriza que los blancos vieron saldada con justicia y los rojos con rigor excesivo. Fue otra caída venturosa de los dados, en cualquier caso, porque el árbitro inglés podría haber saldado la jugada con amarilla sin que nadie se llamase a escándalo. Para los suizos, que se veían lanzados a por las semifinales, la cartulina roja tuvo el efecto de un pedo fortuito, sonoro primero y hediondo enseguida, durante los preliminares del coito. Cortapunto total, como para dejarlo para otro día. U otro año.

A menudo se habla, con absoluta impropiedad, de la «lotería de los penaltis». Las tandas, sin embargo, se sustentan sobre una serie de estadísticas bastante esclarecedoras. Por ejemplo, e incluso FIFA estudia una modificación reglamentaria para paliar este desequilibrio, goza de una apreciable ventaja el equipo que lanza primero. Pese a su fallo en el tiro inicial, la intervención de Busquets fue decisiva porque ganó el sorteo al que asistió como capitán y eligió comenzar chutando. Suiza venía de pasar los octavos en idéntico ejercicio y sufrió lo que España padeció en las mismas rondas del Mundial de 2002: victoria en los penaltis contra Irlanda seguida de derrota en los penaltis frente a Corea del Sur. No es una lotería, si acaso una mano de póquer con las cartas bastante marcadas.

Dicta el saber popular que «la suerte de la fea, la guapa la desea». Ninguna comisaria de género habrá llegado a esta latitud del artículo, así que sigamos... Luis Enrique no es lo que se dice guapo. Y simpático, el hombre, tampoco mucho. Pero en esta Eurocopa está quebrado.