Amarcord Mundial

Rusia 2018, del sainete de Rubi a la manaza de Piqué

Con Lopetegui despedido y sustituido in extremis por Hierro, España se despidió en octavos ante la anfitriona Rusia

Fernando Hierro, después de la derrota ante Rusia en octavos de final
Fernando Hierro, después de la derrota ante Rusia en octavos de finalPETER POWELLAgencia EFE

España era un país ilusionado en la primavera de 2018. Julen Lopetegui, tras los fiascos del Mundial y la Eurocopa anteriores, había revitalizado a la selección con una fase clasificatoria impecable de la mano de una generación que él mismo había moldeado en las categorías inferiores (Asensio, De Gea, Thiago, Isco, Koke...), que se sumaban a los supervivientes del cuatrienio de gloria aún en edad de brillar (la pareja de centrales, Busquets, Alba e Iniesta). A pesar del mal juego en los amistosos previos a la cita rusa, empate con Suiza y victoria pírrica contra Túnez, los indicadores estaban en verde.

Una semana antes del debut ante Portugal, sin embargo, mientras se cocía la moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy de La Moncloa, la dimisión por sorpresa de Zinedine Zidane como entrenador del Real Madrid desencadenó un efecto dominó. Florentino Pérez contrató a Lopetegui para suplir al marsellés y lo anunció en vísperas del Mundial, desatando lo que vulgarmente se conoce como un ataque de cuernos en Luis Rubiales, el sindicalista (presuntamente venal, sabemos hoy) que ocupaba la presidencia de la RFEF desde hacía menos de un mes. Como el ave de Walter Cronkite, que si es palmípeda y dice cua-cua será probablemente un pato, el sucesor de Villar actuó exactamente como por su aspecto se intuía que podría actuar: destitución fulminante.

Para echar al entrenador a poco más de 48 horas del debut en un Mundial hay que tener mucho cuajo, pero eso fue lo que hizo Luis Rubiales. El 13 de junio a media tarde, Lopetegui abandonaba la concentración de la selección en Krasnodar y el día 15 por la noche, España jugaba contra Portugal en Sochi un encuentro que dirigió Fernando Hierro, con ninguna experiencia en los banquillos y que oficiaba hasta entonces como director deportivo de la Federación, lo que quiera que eso signifique. ¿Qué podría salir mal? Pues exacta y concretamente, todo.

Sería muy tentador argumentar que el partido ante los portugueses se empató por las carencias del cuerpo técnico de España, pero la verdad es que ese 3-3 nada glorioso frente a un campeón de Europa en decadencia lo regaló el portero De Gea con sus manos de trapo. Cristiano Ronaldo abusó con un hat-trick de su hoy compañero en el Manchester United, Diego Costa defendió su polémica titularidad con un doblete y Nacho marcó un golazo que debería haber sido el de la victoria. Una victoria corta y fea (de nuevo Diego Costa) sobre Irán y un empate agónico, con gol de Iago Aspas en el último minuto, contra Marruecos clasificaron a España para los octavos de final como líder de grupo.

Rusia, una anfitriona poco fiable a la que Uruguay había despachado en la tercera jornada con un 0-3 sumarísimo, era el primer rival de un cuadro inusitadamente abierto hasta la final, ya que por la mitad opuesta transitaban Brasil, Francia, Argentina y Bélgica. El destino le guiñaba el ojo a la selección española.

Para colmo de bienes, el partido empezó en el Luzhniki con un autogol de Ignashevich que desbarataba el único plan de los rusos: defenderse a ultranza y tratar de sorprender en una contra. La única opción de que España cayese era el auto-sabotaje, que fue exactamente lo que perpetró al filo del descanso Piqué –cuate y socio de Rubiales– al despejar de puños un balón llovido sobre el área sin peligro alguno. Dziuba empató de penalti y en la tanda de penaltis se clasificó Rusia para los cuartos, después de una soporífera exhibición de juego lateral e inocuo de la selección, que superó el millar de pases en los 120 minutos que duró el partido. El otrora revolucionario tiki-taka se había convertido en una parodia de sí mismo.