Opinión
Boskov, Rajoy y Luis Enrique
España rozó la hazaña y la tragedia, pero salió airosa y lo que importa es el resultado porque «fútbol es fútbol» y «Alemania es Alemania»
Vujadin Boskov (1931-2014) fue un entrenador, más o menos de éxito, a finales de los años setenta y ochenta del siglo pasado. Yugoslavo entonces –hoy sería serbio– estuvo al frente del Real Madrid (1979-1982) y ganó una Liga y una Copa. Nada del otro jueves. Idolatrado por los jugadores es recordado, a menudo, como uno de los grandes filósofos el fútbol, con una teoría que se resumía y desarrollaba en tres palabras, todo un prodigio de síntesis o de limitación: «Fútbol es fútbol», decía y se quedaba tan tranquilo, mientras sus exégetas de la época se descubrían ante un pensamiento tan profundo y elaborado.
La filosofía del deporte rey no deja de deparar sorpresas y hallazgos. Mariano Rajoy acaba de debutar, con éxito descriptible, en el Mundial de Qatar como columnista deportivo, sin duda para hacerle un favor a un amigo. El ex presidente, autor de algún libro como «Política para adultos», discutible, pero notable, se ha enfrentado con la realidad de la escritura breve y rápida –al filo del resultado–, sin tiempo para la reflexión. Quizá por eso remató su estreno, en la tradición de Boskov, con un «Alemania es Alemania, que antes ganaba siempre y hoy casi siempre». La inmediatez, incluso para un Registrador de la Propiedad, es exigente, aunque se trate de una píldora de diez líneas, mucho más, no obstante, que los históricos mini artículos, al margen de la ideología, de Rober Escarpit (1918-2000), coetáneo y conmilitón del forofo futbolero y premio Nobel de Literatura, además de portero casi profesional en sus tiempos, Albert Camus (1913-1960), en la época dorada de «Le Monde».
Luis Enrique, volcado en el «streaming»,que puede volvérsele en contra, no es ni aspira –que se sepa– a engrosar la nómina de filósofos del fútbol, en donde algunos guardan un lugar de honor para los argentinos Menotti y Valdano, el del «miedo escénico» al Bernabéu. Ayer, el entrenador español lo tuvo casi todo a favor y también pudo estropearlo. Una oportunidad nada más empezar el partido, salvada por un paradón del portero teutón y un gol de Morata cuando todo parecía ponerse más complicado, porque los germanos se acercaban cada vez más a la portería de Unai Simón. Hay y habrá muchas interpretaciones, pero llegó el gol de los germanos y los sudores fríos a los sofás, en los que en un santiamén se ganaron y perdieron casi tantos kilos como en un campo de fútbol del que nadie recordará el nombre. Sí, pudo ganar España y, aunque Alemania es Alemania, esta vez tampoco logró la victoria, a pesar de que lo tuvo en la última jugada y todo sería diferente. Hubiera sido cruel, pero Luis Enrique es muy consciente. El empate a uno sabe a poco, pero sirve, porque al fin y al cabo «fútbol es fútbol», como decía Boskov.
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