Opinión
Van Gaal: más bonito que un San Louis
El seleccionador neerlandés anunció su retirada en 2017, pero volvió ante el peligro de que Países Bajos se perdiera su segundo Mundial consecutivo
Hace casi treinta años, cuando era un muchacho que apenas estrenaba la cuarentena, Louis van Gaal sorprendió al orbe balompédico con el último gran Ajax, al que hizo campeón de Europa en 1995 con un plantel muy de la casa –Van der Saar, los gemelos De Boer, Kluivert, Overmars, el veterano Rijkaard, Seedorf…– salpimentado con algunos extranjeros también formados en la escuela neerlandesa como Finidi, Kanu o Litmanen. Duro de carácter y de mollera, en el Barça finisecular no le bastó ganar dos veces la Liga para que un entorno que aún dominaba su compatriota Johan Cruyff le hiciese la vida imposible hasta conseguir echarlo. Su legado de aquella etapa fue haber dado galones a un joven asistente que se encontró a su llegada al club, José Mourinho, cuyo estilo no ha dudado en criticar muchísimas veces.
Van Gaal es un técnico del que siempre se han recordado más sus (escasos) fracasos que sus éxitos, que los ha tenido en cantidad y rutilantes. ¿O acaso es una hazaña menor ganar la Eredivisie con el modesto AZ Alkmaar? En su país, por ejemplo, lo señalan como el culpable del fiasco de no clasificarse a los «Oranje» para el Mundial de 2002, pero pocos recuerdan que fue él quien se sentaba en el banquillo en Brasil 2014, cuando la generación comandada por Sneijder y Van Persie se izó hasta el tercer puesto. Retirado en 2017 tras una serie de dramas familiares, la federación volvió a recurrir a él tras la pandemia, en septiembre de 2021, para que enderezase el rumbo torcido de la selección, que iba derechito al despeñadero en la clasificatoria del Mundial de Qatar cuatro años después de haber faltado al de Rusia. Suplió a uno de sus pupilos de aquel Ajax campeón, Frank de Boer, y sentó a su vera a otros dos, el central Danny Blind y el centrocampista Edgar Davids, quien era su prolongación en el campo en el Barcelona.
La selección de los Países Bajos, según debe denominarse la antigua Holanda desde el 1 de enero de 2020, ha resucitado de la mano del Van Gaal más atrevido, que no duda en convocar a tres porteros novatos para el Mundial ni en hacer debutar en los octavos a un adolescente, Xavi Simmons, que vive su primera campaña en la élite. En este torneo de equipos clónicos dirigidos por técnicos que responden al mismo patrón, el del tedioso pase de seguridad y las largas secuencias de posesión inocua, su Naranja Mecánica se ha metido en cuartos sin hacer ruido, con recetas tan clásicas como pisar la línea de fondo con un lateral y que el otro remate su centro: así asistieron y marcaron ayer, sucesivamente, Dumfires y Blind, el hijo de Danny.
Durante sus temporadas en España, los humoristas de la época solían caricaturizar a Louis van Gaal con un ladrillo por cabeza e imitaban su español dificultoso, duro, que le salía como a borbotones cargado de guturales sajonas. «Siemprrjje nejatiffffo», protestó un día por las interpretaciones de un periodista que él juzgaba torticeras. Pero es del todo admirable resistir tres decenios en la cima de una profesión tan despiadada como la que ejerce y a lo mejor, sólo a lo mejor, logra terminar con la maldición de la selección naranja, tres veces finalista y nunca campeona. Sin grandes estrellas en sus filas, como cuando unos chicos voltearon en Viena al gran Milan de Fabio Capello.
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