Opinión

España y un adiós deprimente

En la Eurocopa también se cayó en los penaltis, pero fue en las semifinales y ante el campeón. Marruecos, un equipo menor, bastó para frenar a la Roja

Unai Simón y Bono, antes del comienzo de la tanda de penaltis
Unai Simón y Bono, antes del comienzo de la tanda de penaltisJUANJO MARTINAgencia EFE

En unos octavos de final de un Mundial no es cuestión de ponerse exquisitos. O sí. Lo mejor, en realidad lo único bueno, del Marruecos-España fue el horario. Lo que hubiésemos agradecido las remontadas del Madrid en Champions a media tarde. Años de vida. En esta Copa del Mundo de cartón piedra no había habido ninguna sorpresa en los primeros cruces, no había ningún país africano en cuartos... hasta que llegó el cruce de los chicos de Luis Enrique con los magrebíes. España fue más ambiciosa que Marruecos sobre todo en la prórroga, pero casi toda la dinamita de la selección se gastó en los fuegos artificiales ante Costa Rica.

El Mundial era el aquí y el ahora de esta selección. Al menos eso es lo que se vendía desde Las Rozas con Rubiales al frente. La Eurocopa, recuerden que también se cayó en penaltis, aunque fuera una película de otro nivel, Italia y semifinales, llegaba demasiado pronto y había que esperar a Qatar. Aguardamos con la esperanza de un proyecto con un líder claro, con jugadores entregados a la causa y con un ambiente moderadamente apacible en torno al equipo. De poco ha servido porque la selección ha caído como lo hacía en los viejos tiempos. Se ha jugado mejor, al menos algo mejor que el rival, pero en la ruleta rusa no hubo ni un resquicio para divisar los cuartos. La pesadilla con la que Cesc acabó el 22 de junio de 2008 en los cuartos de final ante Italia se ha vuelto a hacer real en Qatar y ante un rival, no nos engañemos, menor. Marruecos ha hecho historia y España se vuelve del Mundial como una selección del montón.

Toca esperar tres años y medio para otro Mundial. Media vida. En 2026, con formato multisede –Canadá, Estados Unidos y México– y con 48 selecciones. El siguiente invento de Infantino y sus secuaces.