Cuartos

La Croacia de Livakovic entristece a Brasil y le deja sin semifinales en el Mundial de Qatar

Neymar marcó para Brasil en el último minuto de la primera parte de la prórroga. Tenía el partido ganado, pero empató Croacia y se impuso en los penaltis

Dominik Livakovic, portero de Croacia, es abrazado por sus compañeros tras derrota a Brasil en los cuartos de final del Mundial
Dominik Livakovic, portero de Croacia, es abrazado por sus compañeros tras derrota a Brasil en los cuartos de final del MundialFrank AugsteinAgencia AP

Puede ser el Mundial de Messi y de Mbappé, pero no va a ser ya el de Neymar. Pese a él, pese al gol que marcó, uno de los mejores del campeonato pese a que consiguió superar la muralla que es Livakovic, que sí, que esto es seguro, es su Mundial. Neymar le regateó una vez, la única vez que pudo hacerlo Brasil durante los 120 minutos de partido. Pero no fue suficiente. Croacia tiene un gen competitivo que probablemente no posee ninguna selección en el mundo. Cuando llegan las cosas serias, los partidos finales, cuando hay que jugar de verdad, se pone a ello. Frenó a Brasil casi siempre y cuando se vio con un gol en contra y con quince minutos sólo por jugar, la segunda parte de la prórroga, cambió el plan sobre la marcha, la fuerza de la urgencia y se a por el gol como no lo había hecho en todo el encuentro.

Y empató Petkovic, en un contra, cuando Brasil tenía que defender el resultado y Tite había hecho los cambios defensivos. A Brasil le pudo ser Brasil, no supo aguantar cuando era lo único que tenía que hacer y el partido embocó a los penaltis. Que pregunten a los japoneses si merece la pena llegar a los penaltis contra Croacia y su portero. Paró uno y exigió tanto en otro que el balón se fue al palo. Y Croacia, con la que no se contaba, está en semifinales. Y Brasil, de Neymar, se queda lejos de su objetivo.

Livakovic, el hombre del Mundial, paró un penalti, pero antes, durante el encuentro, detuvo a Brasil cuando el equipo de Tite consiguió correr un poco y llegar a la portería contraria. No fueron ocasiones clarísismas, pero sí suficientes para decantar el partido hacia su lado durante los noventa minutos.

Sucedió sobre todo en la segunda mitad. Porque en la primera, al mando de un Modric, que estuvo en todo los sitios, Croacia calmó todo lo que pudo la efervescencia brasileña. El partido fue el final del paseo para Brasil y el final, también de trayecto. Fue el momento de ponerse serio. Menos samba y más trabajar, como decía el famoso y ya antiguo sketch de Emilio Aragón. Se puso a trabajar Brasil para intentar superar, sin éxito, a un rival que juega con el tiempo y considera que los partidos duran los noventa minutos y la prórroga. Croacia, que sumó la sexta en un Mundial (y la sexta que gana) jugó todo el partido sin ninguna prisa. Al ritmo de Modric, que esta vez sí que disputó todo el encuentro y que lanzó su penalti, tras la pelota que le dio Casemiro, sin un síntoma de agotamiento. A sus 37 años mostró lo que es: un futbolista sobre el que gira el juego de un equipo y que tiene cuerda para rato.

No fue sencillo porque, como al resto del equipo, el paso de los minutos, hizo mucho más complicado el plan. Croacia jugó a que Brasil no acelerara y por eso tuvo la pelota todo lo que tuvo, moviéndola de un lado para otro, con el madridista apoyando a todos los compañeros y con Brozovic y Kovacic a su lado, haciendo girar el balón y el juego una y otra vez. Y cuando no tenían la pelota, cerraban los espacios a Brasil.

Le costó mucho al equipo de Tite coger el ritmo. Toda la primera parte fue lo contrario de la lluvia de goles contra Corea del Sur. Fue un esfuerzo baldío, que sólo empezó a tener frutos, en forma de ocasiones, a partir del descanso. Con la segunda parte ya comenzada, Tite hizo un cambio sorprendente: quitó a Vinicius, para dar paso a Rodrygo. Antes había sustituido a Rapinha, para que jugase Antony. Fueron cambios de hombre por hombre, para dar aire y nuevas ideas a los extremos, sin tocar el dibujo.

Puede que ahora le lleguen críticas, pero funcionó. Brasil jugó más ligera y Croacia dejó de tener la pelota y de alargar las jugadas porque se vio obligada a estar más pendiente de su portería. Ahí fue cuando se agarró a su portero, un seguro de vida, el gran descubrimiento de este equipo. No es el más ortodoxo Livakovic, pero sí el más efectivo. Cuando más llovía en su área, salió a despejar todos los nubarrones.

No pudo con uno, con Neymar. Bajó, otra vez, a recibir, se dio media vuelta ante un rival demasiado hundido y construyó una de las jugadas del Mundial: dos paredes vertiginosas para entrar en el área, regatear y marcar. Era el gol decisivo y ahora se olvidará, como pasa con los derrotados. Croacia juega como el tiempo como no lo hace nadie.