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Se reabre el debate entre Messi y Maradona: ¿quién es mejor?

Leo disputará en Qatar 2022 su segunda final de un Mundial con Argentina; la otra, en 2014, la perdió en la prórroga ante Alemania. Maradona también disputó dos: ganó la de México 86 y perdió la de Italia 90

Aficionados de Argentina en el Mundial de Qatar 2022 con camisetas de Messi y Maradona
Aficionados de Argentina en el Mundial de Qatar 2022 con camisetas de Messi y MaradonaJUAN MABROMATAAFP

Con 35 años, Messi ha conseguido llegar de nuevo a la final de un Mundial, en Qatar. Lo hizo en 2014 y perdió contra Alemania en la prórroga. Es el título que le falta, el sueño, lo que consiguió Maradona y él no, en la eterna comparación entre ambos: ¿quién es mejor? Se puede votar aquí en el Twitter de LA RAZÓN:

Maradona es la versión original

Maradona está instalado en la memoria de la infancia, esa en la que todo era más bonito, más feliz y con menos preocupaciones. Por eso Diego ya es mejor, pero no solo por eso. El fútbol no se puede medir y, aunque ahora todo se trate de explicar con estadísticas, su juego tenía la belleza de lo inexplicable.

Messi conserva algo del fútbol de la calle, del potrero en el que jugaba en Rosario y del que pronto lo sacó el Barcelona. Su fútbol es demasiado perfecto, es la calle pasada por la academia; el de Diego tenía el atractivo de la imperfección. El talento puro, que saltó de la calle a los grandes estadios, el niño que dejó de hacer jueguitos en los descansos de los partidos de Argentinos Juniors para jugar con ellos.

Maradona nunca tuvo los campos en los que se juega ahora ni la protección que dan las decenas de cámaras que auscultan cada partido en la actualidad. Impresionan todavía las imágenes de las patadas que recibía Diego. Es imposible imaginar una jugada como la de Messi en el tercer gol de Argentina ante Croacia sin que Maradona, en sus tiempos tuviera que saltar al menos tres veces para esquivar las patadas que entonces se veían como una parte más del juego. El que tenga dudas, que se vuelva a ver el gol de Maradona a los ingleses, el partido contra Italia en el Mundial 82 o contra Corea del Sur en el Mundial 86. Maradona necesitaba ser una mezcla de Pelé y Edwin Moses para terminar vivo los partidos.

Esas patadas no solo le mermaban cuando se las daban. ¿Cuántos partidos tuvo que jugar infiltrado o con los tobillos hinchados por los palos que recibía?

Por no hablar de los campos. Messi jamás ha llegado a casa manchado de barro. Del césped artificial pasó a los tapetes de los grandes escenarios. Nunca ha sabido lo que es jugar en Atocha o en El Sardinero con barro hasta los tobillos. Y ahí Maradona seguía siendo Maradona. Aunque la pelota cogiera agua y de repente pesara quince kilos. Diego seguía jugando con ella como si fuera una pelota de tenis.

Maradona era especial. Y consiguió hacer campeona del mundo a una selección que dejó muy pocos jugadores para el recuerdo. Y consiguió que el Nápoles, un equipo de la mitad de la tabla, fuera campeón de Italia y de la Copa de la UEFA. Todo porque estaba Diego.

Es un mito y su relevancia va mucho más allá del fútbol. Es el caudillo que llevó al sur de Italia a derrotar al norte, es el argentino que se tomó la revancha por las Malvinas contra los ingleses. Es muchas cosas que Messi ya no podrá ser. Entre otras cosas porque todo lo que haga Leo será comparado con Maradona. Diego fue el original. Rechace imitaciones.

Messi o cómo soportar el peso de Dios

Una de las diferencias entre Maradona y Messi es que de Maradona se decía cuando era futbolista que era Dios y punto. Y de Messi se hablaba durante mucho tiempo que es bueno, vale, pero detrás de ello tenía que aguantar la turra del «sí, pero no es Maradona». Leo, por tanto, ha tenido que pelear durante toda su carrera contra los rivales que tenía enfrente y contra la comparación con Dios. Muchos otros futbolistas vivieron lo mismo, como Aimar, Riquelme o Ariel Ortega; hicieron muy buenas carreras, pero sucumbieron en el cara a cara contra el Todopoderoso, pero Messi se ha mantenido en el ring años y años y, aunque a veces ha puesto la rodilla en el suelo, siempre ha permanecido de pie. Y precisamente el paso del tiempo mezclado con el talento mostrado hacen que el vencedor de la pelea sea la «Pulga».

El problema de las comparaciones, y más en el mundo en el que vivimos hoy en día, con las redes sociales al mando, es que se tiende al menosprecio: si Messi ha ganado todo lo que ha ganado, pero no es Maradona, parece que es un fracasado. O si Messi es «mejor» (¿se pueden comparar futbolistas de distinta época, en diferentes circunstancias, contra diferentes rivales?) que Maradona, entonces lo que hizo Maradona parece que ya no tiene mérito. Y no: el Mundial del Pelusa en 1986 es inolvidable, como su primer gol a Inglaterra o el de la mano (una pillería, un qué listo, en su caso; una trampa si lo hace otro) y quedará para siempre; su genialidad está fuera de toda duda, pero Leo ha conseguido ser genial una vez, y otra, y otra, y otra...

Los niveles de brillantez del actual «10» no tienen discusión y, aunque seguramente nombres como Ronaldinho, por poner un ejemplo, o el propio Diego, han hecho diabluras más impresionantes con una pelota, nadie ha logrado mantener un nivel así año tras año, durante prácticamente toda su trayectoria deportiva. En la época de Maradona no se podía entregar el Balón de Oro a un futbolista que no fuera europeo; de haber sido posible seguro que él tendría unos cuantos, pero seguro que no llegaría a siete porque no firmó siete temporadas brillantes. Sí lo hizo de forma indiscutible dos, tres o cuatro, pero no toda su carrera, de joven y de veterano. Messi no necesita ganar el Mundial para demostrar nada, es más, aunque no lo hubiera jugado no le hubiera restado mérito a lo que ha conseguido, lo mismo que a Maradona no se le pedía ganar la Champions porque estaba en el Nápoles y bla, bla, bla... El listado de argumentos de toda la vida para defender que Dios no hay más que uno.

Claro que a las nuevas generaciones les espera ahora la turra del «sí, vale, es bueno, pero no es Messi».