Fútbol

Real Madrid-Girona (1-1): Empate y enfado con el árbitro

El equipo de Ancelotti no pudo ganar a un gran rival, que sin complejos, jugó de tú a tú. El VAR marcó el penalti del empate y el árbitro anuló un gol a Rodrygo

Rüdiger y Modric en el Real Madrid-Girona de LaLiga en el Santiago Bernabéu
Rüdiger y Modric en el Real Madrid-Girona de LaLiga en el Santiago BernabéuJesus G. FeriaLa razon

No pudo el Madrid con el Girona en el Santiago Bernabéu y se marchó a casa enfadado con el árbitro y, también, consigo mismo porque fue incapaz de hacer más que un gol legal y cuando lo marcó, después de todo lo que le había costado, no supo mantenerlo. Después de la derrota, que no dolió en Alemania, el tropezón en casa, sí que duele un poco más y deja algunas dudas en un equipo que hasta ahora llevaba una trayectoria intachable, pero que se ha frenado un poco y da sensación de fatiga y de falta de ideas para llegar al área rival.

Marcó Vinicius en la segunda mitad y también Rodrygo, pero el tanto de este último no subió porque, según el árbitro, la pelota ya la tenía cogida el portero del Girona. Lo vio con claridad el colegiado, aunque pueden entrar dudas, según el lado desde el que se mire. La decisión enfureció a la grada madridista, ya mosqueada con el penalti que, aconsejado por el VAR, decidió ir a ver el colegiado y señaló en contra del equipo blanco minutos después de que hubiese sucedido. El árbitro fue tan protagonista, por tanto, del encuentro, como lo fue la escasez ofensiva del conjunto de Ancelotti, que parece más cansado que antes de la suma de partidos y de minutos y que no encontró a Vinicius todas las veces que necesitó para romper a la defensa rival. El brasileño es su comodín cuando todo va bien y su tabla de supervivencia cuando no va tan bien. Pero no apareció hasta la segunda parte y no fue suficiente.

Pudo ganar el partido el Real Madrid porque tuvo momentos para eso, pero también lo pudo perder porque el Girona tuvo ocasiones para dar una sorpresa más grande. Enfadados o con razón los madridistas, el empate reflejó lo que se vio en el campo durante todos los minutos: su equipo no fue superior al rival.

Hay conjuntos que se presentan en el Bernabéu con su defensa de cinco y más o menos, todo el mundo, empezando por ellos y por los jugadores del Real Madrid, saben cómo va a ir el partido: ellos encerrados, quizá con alguna contra buena y contando, desde el primero, los minutos que quedan para el final. El Girona de Míchel se presentó en el estadio madridista en una tarde de primavera casi en invierno con cinco defensas, pero no fue lo que se presumía. Sí, defendió bien, muy bien, pero es que no renunció a jugar la pelota, a desplegarse y a jugarle al campeón de LaLiga y de Europa al mismo nivel, sin miedos, sin mirar presupuestos ni dejarse impresionar por el estadio, que es lo que les pasa a todos.

Y contra ese Girona, le costó al Madrid hacerse con el rumbo del partido y tener ocasiones claras con las que dejar atrás el borrón de Alemania y centrarse en los pocos encuentros que quedan de aquí al Mundial. En parte, fue todo más difícil porque Vinicius chocaba contra el muro del Girona sin remedio: iba contra dos o tres con la fe con la que hace todo, con la que piensa que se le abren puertas donde no hay. Lo consiguió con el tanto, tras pase de Valverde, esa marca registrada, ya en la segunda parte.

Sin Benzemza, Rodrygo hizo de él sin suerte y acabó jugando Mariano, para dar al brasileño el pase del gol que no fue. No fue el día de los delanteros porque los cinco atrás del rival se le atragantaron al Madrid, que intentó recurrir a tiros de lejos, pero sin tiempo para prepararlos bien, sobre todo en la primera mitad. No podía llegar por la bandas porque por un lado estaba Mendy y por el otro Carvajal estaba ocupado en defender. Y, principalmente, no podía correr. La afición ha asimilado que mucho peligro de los suyos llega cuando Valverde o Camavinga echan a correr y el estadio trota con ellos y se escapa un murmullo de emoción, de que, amigos, llegan las cosas buenas. Pero apenas pudo echar el uruguayo un par de carrera y otra el francés. Igual que el Girona se desplegaba con orden, volvía atrás sin perder la posición.

Camavinga fue titular de mediocentro, por Tchouameni, después de que Ancelotti explicara que es un futbolista al que le vienen mejor los partidos con muchas idas y venidas. No estuvo mal, no estuvo bien. Su peso en el partido no fue importante. Y eso es un problema que probablemente arreglará con el tiempo.

El Madrid cambió la calma del primer tiempo por la tensión del segundo, algo habitual en el equipo de Ancelotti. Y funcionó, porque dio más miedo y jugó con más hambre y convicción, lo suficiente como para arrinconar unos minutos al Girona y marcar el tanto que le debía dar la victoria. Ya estaba Asensio en el campo: para que el balón le diera en la mano. Y el Madrid ya no pudo más.