Rugby

Handré Pollard, el francotirador de Pretoria que decidió la final del Mundial de rugby

Anotó todos los puntos de Sudáfrica ante Nueva Zelanda en París. Terminó con 13 de 13 en chuts un torneo para el que no había sido convocado

Handré Pollard, en la final de París
Handré Pollard, en la final de ParísAgencia EFE

A Rasie Erasmus, el patrón de los Springboks, podría considerársele seguidor del general Venustiano Carranza, en el sentido de que tampoco es persona de andarse «con femeniles contemplaciones». Preguntado en cierta ocasión sobre si el rugby era un deporte de contacto, negó la mayor: «Un deporte de contacto es el baile de salón; el rugby es un deporte de colisión». En la más pura tradición sudafricana, su selección ha construido su cuarto título mundial sobre la piedra angular del músculo de sus delanteros y ha abatido a los rivales con la mira telescópica de un pateador. Por tercera vez, Sudáfrica ganó una final mundialista anotando solo con el pie. El Joel Stransky de 1995 y el Percy Montgomery de 2007 se llaman en 2023 Handré Pollard.

Erasmus gusta de epatar con sus decisiones, a veces provocadoras y en ocasiones directamente estrambóticas, de modo que dejó fuera a Pollard de la convocatoria para el Mundial pese a que la precisión de sus patadas fueron la clave del título ganado hace cuatro años en Japón. Citó a un solo apertura de oficio, Manie Libbock, un fantasioso (e inconsistente) jugón que pega con el estilo ancestral de los Springboks como un pingüino en una playa de las Bahamas.

Tras la primera jornada, la lesión del talonador Malcolm Marx le permitió hacer un cambio y en vez de suplir puesto por puesto, telefoneó a Inglaterra, donde Pollard hacía la pretemporada con los Tigers de Leicester. No tuvo más que cruzar el Eurotúnel para unirse a la concentración de su selección.

Libbock fue titular durante toda la fase de grupos, pese a la derrota con Irlanda, y se mantuvo en el quince inicial en el cuarto de final contra Francia, en el que Sudáfrica perdía hasta la entrada de Pollard, que selló la victoria (29-28) con un patadón desde más de cincuenta metros. En la semifinal ante Inglaterra, a Erasmus se le agotó la paciencia a la media hora, cuando su equipo perdía por 9-3, y Handré le dio la vuelta al marcador con un golpe de castigo esquinado a falta de dos minutos (16-15), lo que le valió la designación como MVP. En la final, evidentemente, fue alineado con el número 10 a la espalda y el pobre Mannie fue desterrado a la grada.

En el momento de bailar la haka sobre Saint-Denis, los neozelandeses eran conscientes de que debían ser extremadamente disciplinados durante el partido para impedir el castigo de Handré Pollard, que acreditaba antes de la final un inmaculado nueve de nueve en los chuts a palos. Sin embargo, le dieron cuatro oportunidades para anotar en la primera media hora que el francotirador formado en la Universidad de Pretoria no desperdició y subió al tanteo los doce puntos que le dieron el título mundial a Sudáfrica (12-11).

La precisión extrema del medio apertura sudafricano marcó la exigua diferencia en la gran final de París, ya que tanto Richie Mo’unga (min. 60, conversión) como Jordie Barrett (min. 72, golpe de castigo) tuvieron en la punta de su bota cinco puntos que le habrían dado el triunfo a los All Blacks.