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Mireia Belmonte: «Nadaré en vacaciones porque si no me aburro»

Mireia Belmonte / Campeona olímpica. El primer oro de la natación femenina española aún no ha asimilado del todo su victoria en los 200 mariposa. Ahora toca disfrutar algo de Río

Mireia Belmonte
Mireia Belmontelarazon

El primer oro de la natación femenina española aún no ha asimilado del todo su victoria en los 200 mariposa. Ahora toca disfrutar algo de Río

Hace frío en la habitación, pero Mireia (10/11/1990, Badalona) ya no tiene que andarse con tanto cuidado con taparse el cuello. Ha cumplido su objetivo en Río: ganar un oro. Han pasado unos días, pero sigue en «modo competición», sin asimilar lo que sucede. Al lado está Paqui, su madre, con la que comparte la campaña de P&G llamada «Gracias, mamá». Mira un momento el móvil antes de analizar lo que siente una campeona olímpica.

–Viernes por la mañana, se levanta. ¿En qué piensa?

–Soy campeona olímpica y tengo un 800 que nadar hoy...

–La competición siempre en mente...

–Sí, porque la competición no acaba hasta que no tocas la pared en la última prueba y tienes que concentrarte al máximo en todo lo que haces, sin importar el resultado del día anterior.

–¿Ha soñado con la carrera?

–La he soñado muchas veces despierta durante estos años, cómo sería mi carrera perfecta y no me la imaginaba tan ajustada al final, porque siempre vas pensando que puedes tener un poquito más de margen, pero creo que fue una carrera bonita y no puedo pedir más.

–El descanso ha sido un problema añadido. Acababa tarde y se levantaba pronto...

–Han sido horarios complicados, pero para todos. La vida de la Villa como que se partía en dos, el resto de la gente y los nadadores, que llegábamos a las dos de la mañana al comedor. Hay que adaptarse, aunque se descanse poco. La semana olímpica es así, agotadora. Sólo tienes tiempo para nadar, recuperar, masaje, dormir, nadar... También se agradece porque estás un poco aislada de lo que pasa y es una buena forma de concentrarte.

–En Londres ganó dos platas y se reunió con Fred y le dijo: «Quiero ser campeona olímpica».

–Cuando acabó la última prueba dije que quería subir un escalón. Londres fue especial: hacer mi primera final olímpica, después las medallas, y todo deportista siempre quiere más, siempre es insaciable y eso es una virtud muy buena. Yo siempre digo: «Quiero más, quiero más», aunque estoy muy satisfecha con la medalla de oro, pero tengo nuevos retos.

–¿Llegó a ser el oro una ilusión o una obsesión?

–Este año fue un poco obsesivo porque era cada día pensando en ello, en cada entreno, cuando no podía más pensaba en ello y era lo que me daba la fuerza para seguir. Aunque ha habido momentos malos, he disfrutado del camino.

–¿Cómo se pasan los días malos cuando no apetece entrenar?

–No es que no te apetezca, es que estás tan cansado que tirarte al agua es: «No puedo con mi vida, no sé cómo voy a poder afrontar este entrenamiento de dos horas y media si no puedo levantar los brazos». Pero bueno, hay que hacerlo igualmente, hay que olvidarse del dolor, hay que seguir entrenando y me ha ayudado mucho tener el «focus» en el oro olímpico y también he tenido la suerte de tener un grupo de entrenamiento muy bueno.

–¿Cuál fue el peor momento de la lesión del año pasado?

–Pensaba, cómo es posible que hace dos meses estuviera nadando a mi mejor nivel y ahora me tienen que ayudar a salir de la piscina. Asusta, porque son momentos a los que no estás acostumbrada, pero que te enriquecen cuando ha pasado, porque te sirven como experiencia para la próxima vez. Somos novatos siempre en alguna cosa.

–¿Cómo fue su primera vez con Fred Vergnoux?

–La primera vez hablamos en inglés porque él no sabía español. Hacíamos cosas completamente diferentes a lo que había hecho antes y terminaba muy cansada, pero me gustaba entrenar con él y veía que me iba superando.

–Y cuando le dijo que subieran al Veleta, ¿qué le contestó?

–Fue idea de los dos. Fue muy bonito porque se apuntó mucha gente del CARD de Sierra Nevada, del servicio médico, el servicio de mecánicos y fue un apoyo para nosotros, porque el deportista siempre está un poco solo, y más en el agua, que somos seguir una raya y con tus pensamientos. Recuerdo que había tenido gastroenteritis dos días antes y no podía moverme. Tenía muchas ganas de parar, de vomitar, no podía más, pero gracias a Javier Argüelles, que es el biomecánico de allí, seguí para arriba y hasta que no llegué, no paré.

–¿Fue especial el momento del himno?

–Pasó todo muy rápido, lo disfruté mucho, pero la ceremonia pasó como una estrella fugaz. Lo disfruté mucho con mis padres, con Fred... Superó mis expectativas.

–Ha insistido mucho en el trabajo mental...

–Este año nos hemos centrado en ser más fuerte que todo lo que te pueda pasar. Controlar todo lo que puedas, porque cosas que no puedes como los horarios, como el frío del autobús o el frío de la piscina, que hacía mucho también, hay que apartarlo y dar tu mejor nivel en las circunstancias que sea. Ésa ha sido la clave.

–¿Cuánto duele el cuerpo durante una carrera?

–Durante la competición no duele mucho, es una carga muy baja de metros y el cuerpo está perfecto. Es más los momentos de carga, hace un mes y me dolía todo. Esto que te levantas y piensas: «No puedo, que alguien me ayude». Pero cuando entrenas con ese cansancio también es sensación del trabajo bien hecho.

–¿Cuándo supo que ganó?

–En mariposa vas mirando adelante y si te paras a mirar a un lado ya has perdido.

–Las tres centésimas...

–Eso es.

–¿Qué le impulsa a seguir en esos momentos?

–Los últimos 25 metros estaba rezando para que nadie me cogiera. No sabía cómo iba, pero decía: «Por favor, quiero llegar a la pared primera, y llegar bien»; porque la llegada es decisiva, sobre todo en pruebas muy cortas. Se ve en la famosa foto: no era consciente de que iba tan cerca de la australiana y en esa foto ella está totalmente extendida y ya ha dado la patada, está esperando a llegar y a mí me falta un último impulso que al final son las tres centésimas. No puedes ni calcularlo.

–Toca vacaciones. ¿Nadará?

–Sí, nado un poco, porque más que nada me aburro, pero tampoco me pego kilometradas. Entro en la piscina para quitarme un poco el mono y ya está.

–¿Ha comido ya chocolate?

–Sí, pero tampoco mucho, porque sigo en modo competición.