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Messy y Cristiano viven una nueva explosión goleadora que ha animado la pelea por el Pichichi y la Bota de Oro europea

El tradicional Olimpo del fútbol formado por (el orden depende de los gustos de cada uno) Maradona, Pelé, Di Stéfano y Cruyff va a tener que ser obligatoriamente revisado cuando Messi y Cristiano decidan poner fin a sus carreras deportivas. A estos dos monstruos actuales del balón todavía les queda mucho por delante, sobre todo si se tiene en cuenta el momento de forma en el que se encuentran alcanzada ya la frontera de los 30 años. Se han buscado candidatos a arrebatarles el reinado, pero por ahora nadie se ha atrevido. Neymar es el que más cerca parece de heredar el trono y Mbappé apunta cosas de Balón de Oro, aunque el presente todavía pertenece al madridista y el azulgrana.

Dos futbolistas distintos cuya ambición ha alimentado al otro en busca de unos límites que parecían inalcanzables en otras épocas. Nadie ha ganado tantos Balones de Oro como ellos (cinco cada uno) y tampoco existen precedentes de delanteros con cuatro Botas de Oro como las que ellos guardan en sus respectivos museos. Kaká, en 2017, fue el último futbolista elegido mejor jugador del año que no sea uno de las dos estrellas y sólo Forlán y Luis Suárez se han atrevido a quitarles el título de máximo anotador europeo. Siete de los últimos trofeos Pichichi de LaLiga llevan su nombre y cada uno ha ganado cuatro veces la Liga de Campeones.

Los números de cualquier goleador histórico se quedan cortos ante las prestaciones de CR7 y Leo, que rondan o superan el gol por encuentro de promedio como si fuera una cosa normal.

Hugo Sánchez fue Pichichi en 1990 con 38 tantos, una cifra que parecía de otro mundo hasta la aparición de la pareja que domina el fútbol actual. Ronaldo empujó la plusmarca hasta los 41 goles en 2011 y Leo la fijó en 50 una temporada después. Hasta los 48 se elevó el portugués en junio de 2015, confirmando que la existencia del otro les hace mejores y aumenta sus ganas de romper récords. Para los aficionados es un lujo convivir con dos de los mejores futbolistas de la historia, que ya tienen plaza en el Olimpo aunque todavía falte mucho para su retirada.

CRISTIANO, ENERGÍA POSITIVA

Los goles de Cristiano son el combustible con el que se mueve el Real Madrid. «Cuanto mejor esté él, mejor estará el equipo», admitía Lucas Vázquez, y Zidane confirmaba que la energía positiva que transmite el portugués al resto del grupo es «muy importante». Los blancos son lo que Ronaldo tenga en sus botas y esta temporada es el mejor ejemplo. Comenzó sancionado y con poca puntería, y el equipo se alejó demasiado pronto del título de Liga. Todo lo contrario que en la Champions, donde el portugués marcó en las seis jornadas de la fase de grupos y en los dos partidos ante el PSG.

Cuatro tantos, los mismos que le hizo al Girona en noventa minutos, era su saldo en el último tercio de 2017 en la competición nacional. Messi estaba disparado en la clasificación del Pichichi y Cristiano no encontraba la regularidad que también le faltaba al Real Madrid. Zizou pedía encadenar unos cuantos resultados positivos para recuperar la confianza que ahora le sobra al equipo y al propio CR7, que ha marcado 18 tantos en Liga en lo que va de año y acumula ocho partidos consecutivos ensayando al menos una vez su grito favorito.

Machín, técnico del Girona definió perfectamente al jugador que acababa de destrozarlo sobre el césped: «Su voracidad le hace todavía más incontrolable». Un hambre que nunca se le agota al portugués y que no se reduce únicamente a los partidos. Cada día es decisivo para CR y Zidane es testigo en Valdebebas: «En los entrenamientos es increíble. Si hay un penalti, lo tira con una concentración máxima. Y es sólo un entrenamiento. Es increíble», explicaba el francés del líder de su vestuario. No hay jornadas libres para él y tampoco partidos menos importantes. Zidane ha conseguido frenarlo en las dos últimas temporadas y ambas las ha terminado al máximo rendimiento. Ahora llega el parón por selecciones y hay un viaje a Las Palmas antes de poner rumbo a Turín. Podría ser un buen momento para que Ronaldo descansara frente a los amarillos, pero tal y como está igual prefiere jugar un rato. Algo parecido sucede en mitad de la eliminatoria ante la Juventus con el derbi del día 8 ante el Atlético. La Champions es prioritaria y podría haber rotaciones, otra cosa es que el «7» esté dispuesto a perdérselo.

Jugando de delantero puro hace menos kilómetros y su velocidad todavía es decisiva en esas distancias cortas. Su madre dejó ayer un mensaje en las redes sociales para aquellos que le querían «jubilar» antes de tiempo. Para los goleadores no hay edad y Cristiano todavía se siente fuerte al mismo tiempo que ha ido añadiendo madurez a su repertorio. Su ambición ya no es egoísta (lleva seis asistencias en lo que va de Liga) y todos, incluido él, salen ganando.

LEO, GENEROSO Y GOLEADOR

Con un zurdazo pegado al palo izquierdo de Kepa, Messi logró su vigésimo quinto gol en la Liga, competición en la que ha anotado en las últimas cinco jornadas que ha participado (se perdió el duelo con el Málaga por su tercera paternidad), en una de ellas además por partida doble. No va a batir su récord de 50 tantos en el campeonato doméstico, que data del curso 2011/12, una temporada agridulce porque, curiosamente, sus dianas no sirvieron para ganar la Liga. Messi ha ido cambiando de posición con los años, pero su relación con el gol se ha mantenido. «Siempre los marcó», dicen sus entrenadores desde pequeño, y en el primer equipo también lo ha hecho tanto como extremo derecho, como «falso 9» o como mediapunta. Pero en las últimas temporadas hay una diferencia que él mismo explica. «Uno va creciendo y va aprendiendo cosas dentro de la cancha. Antes por ahí agarraba la pelota y hacía mi jugada, hoy intento hacer jugar más al equipo, que pase más la pelota por mí y no ser tan egoísta cerca del área, buscar siempre una mejor opción. Pero creo que sigo corriendo igual que lo hice siempre, pero de diferente manera», afirma en una entrevista al programa La Cornisa, de América TV. «¿Qué es jugar bien? No pasa por hacer goles sino por estar bien dentro de la cancha, tener participación, tocar muchas pelotas, decidir bien, no perder pelotas... A veces he hecho goles, pero tuve partidos malos. Pero los goles lo tapan todo, no pasa ahí por jugar bien o mal», continúa. Su «menos egoísmo» se ha visto con el paso de las temporadas. En la 2015/16, por ejemplo, se empeñó en que Luis Suárez fuera Pichichi, y lo consiguió. El uruguayo es el único que se ha metido en la pelea entre Leo y Cristiano. También ha terminado comprendiendo Leo que no puede jugar todo y, sobre todo con Valverde en el banquillo, ha entrado en las rotaciones del equipo que, eso sí, son menores para él.

La evolución del «10» no ha sido sólo en lo futbolístico. «He comido mal durante muchos años. Ya con 22, 23... Le daba a los chocolates, alfajores, gaseosa. Ahora como bien. De todo pero ordenado. De vez en cuando un poco de vino tampoco me hace mal. Noté mucho el cambio con el tema de los vómitos. Se dijeron muchas cosas. Al final me acomodé y no pasó más», afirma el atacante en la misma entrevista. Esa mejora en la alimentación le ayudó también a tener menos lesiones musculares, después de unos comienzos de carrera en los que se dañó varias veces el bíceps femoral.

Aparte de los goles, Messi ha repartido 12 asistencias en la Liga. También lidera ese ránking, con tres pases definitivos más que el céltico Sisto y cuatro por encima de Griezmann.