Atlético de Madrid

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Patricia Cazón: «Con el derribo del Calderón se va parte del fútbol romántico»

El estadio rojiblanco se cerró para el fútbol al final de la temporada y Patricia se ha encargado de que nada se olvide en su libro «Hasta siempre, Vicente Calderón».

Patricia Cazón
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El estadio rojiblanco se cerró para el fútbol al final de la temporada y Patricia se ha encargado de que nada se olvide en su libro «Hasta siempre, Vicente Calderón».

Patricia Cazón ejerce el periodismo consciente de que a veces no está tan lejos de la literatura. Ella une las dos cosas en el libro «Hasta siempre, Vicente Calderón» (Plaza & Janés) , una colección de recuerdos del antiguo estadio del Atlético a través de los personajes que lo vivieron desde dentro.

–¿Qué tiene de especial el Calderón?

–Estará viejo y se habrá llenado de óxido, pero para mí sigue siendo el mejor estadio del mundo. Lo ves y tiene tantas cosas dentro aunque esté vacío... Está lleno de muchas vidas, pasas por aquí y recuerdas un partido, un gol, y eso el día que lo tiren va a ser más triste.

–¿Qué es lo que más va a echar de menos?

–Yo vivo cerca del Calderón y me da mucha pena que el barrio se está destiñendo de rojiblanco. Ya no se ven camisetas rojiblancas. Las previas en Pirámides eran maravillosas, cuando ibas bajando y veías a toda la gente. Eso me da mucha pena. Pero como mi trabajo está muy cerca del Wanda Metropolitano me hace gracia porque las camisetas que antes veía aquí cuando juega el Atleti ahora las veo allí.

–¿Cuál es su mejor recuerdo del Calderón?

–Recuerdo hace años una rueda de prensa en el palco. Bajamos y tuvimos que cruzar por el césped al otro lado y yo, que siempre llevo tacones, me tuve que descalzar. Recuerdo pisar el césped y sentir una emoción al pensar lo grande que me parecía. Vino Antonio López y me dijo: «Se ve grande, ¿verdad?». Y estaba tan muda que no sabía muy bien cómo contestarle. Te puedo hablar de partidos, de momentos, pero sobre todo tengo esa sensación de pisar el césped y pensar «esto es inmenso».

–¿El libro le ha servido también para saber cómo ha cambiado el fútbol?

–Cuando hablé con los señores de la primera pancarta del Calderón, aquella de «Nosotros, todos sentados», les pregunté cómo pasaron la pancarta al campo. Y me dijeron: «La desenredamos y pasamos con ella. Mira, si hay aquí uno con la bota de vino». Son 50 años, pero imagina si alguien llega ahora con una pancarta así en el Metropolitano. A mí me da pena también porque con el derribo del Calderón se va parte del fútbol romántico o de lo que le queda de romántico al fútbol.

–¿Es más frío ahora?

–Por desgracia, sí. Y es una pena. Me da mucha envidia cuando oigo a los veteranos del periódico que cuentan los viajes, la posibilidad de hacer entrevistas, cosas bonitas, de estar cerca de ellos, lo que te permite contar historias. Porque al final todos somos personas, ellos y nosotros, y con esta separación acabas hablando de gente a la que solo ves, pero que no conoces. Y es una pena porque detrás de un fallo puede haber muchas cosas, una situación familiar mala, una enfermedad, pero como no sabes... Me da mucha lástima y mucha envidia. Entiendo que el fútbol es un gigante que no deja de crecer, pero me da pena que pierda las historias. Por eso he intentado en el libro hablar de personas, no de futbolistas y aficionados.

–¿Qué historia le ha costado más?

–Me han emocionado todas muchísimo, pero la de la hija de Luis Aragonés fue la que más me costó escribir. No porque me costara, sino porque quería hacerlo bien, que quedara bonito.

–¿Y cuál le ha emocionado más?

–El día que hablé con Futre fue increíble porque me dio una fuerza solo al contarme el partido... Qué pasión transmite ese hombre. Hablé con él por la tarde y me escribí cuatro historias por la noche. Tenía cuatro entrevistas que había hecho y medio escritas y escribí la suya, la de Antic y otras dos más. Me escribí cuatro de la fuerza que me dio.

–¿Y quién le ha sorprendido?

–Me encantó la historia de Kiko porque no es el Kiko que recordamos. Acababa de llegar al Atlético y cuenta la remontada 4-3 al Barcelona. En ese partido Kiko entra en el minuto 17, pero está lleno de dudas, dice «seguramente yo no estoy hecho para este equipo». Las cosas eran muy complicadas, descubrir ese Kiko me encantó. Me gustó mucho escribirlo. Al principio del partido cuenta que les parecía que Romario medía tres metros. Es un Kiko diferente.