Tour de Flandes

Pogacar se hace Caníbal en Flandes

El esloveno llega en solitario y se convierte en el tercer corredor capaz de ganar en Flandes y en el Tour

Pogacar levanta los brazos en la meta de Flandes
Pogacar levanta los brazos en la meta de FlandesÀP

El Tour de Francia y el Tour de Flandes son dos carreras muy diferentes, pero todo es lo mismo para Tadej Pogacar. Todo es ciclismo. Da igual que se suba a las cimas más altas de los Alpes o de los Pirineos mientras el sol del verano atiza sobre la nuca o que se corra sobre los adoquines en la primavera flamenca. Se trata de subirse a una bici y ganar.

Y eso es lo que mejor sabe hacer el esloveno. Ganar, ganar y ganar y volver a ganar, como decía Luis Aragonés. Sólo ha necesitado dos intentos para imponerse por primera vez en el Tour de Flandes. Es su cuarta victoria en tres monumentos diferentes. Ganó también la Lieja-Bastoña-Lieja y dos veces en Lombardía.

A los 24 años, Pogacar es un ciclista total, capaz de ganar durante todo el año y en todos los terrenos. Como hacía Eddy Merckx, el Caníbal original. Ellos dos y Louison Bobet son los únicos tres ciclistas capaces de ganar el Tour de Francia 6 el Tour de Flandes.

Pogacar se impuso en la clásica belga con una autoridad insultante. Atacó en todos los sitios donde era posible. Primero en la subida al Kwaremont, con cincuenta kilómetros por delante, y con él se fueron Van der Poel y Van Aert. Los grandes favoritos estaban juntos. En el Kruisberg le tocó resistir el ataque de Van der Poel que dejó por el camino a Van Aert. Fue en el último paso por el Kwaremont, a falta de 18 kilómetros, cuando Pogacar decidió que le estorbaba toda compañía y que ya era el momento de lanzarse a por Mads Pedersen, el único superviviente de la escapada original que quedaba por delante.

El danés se resistió lo que pudo, pero nada podía frenar a Pogacar. Ni siquiera Van der Poel, que venía por detrás y que a pesar de sus esfuerzos veía cómo la diferencia del esloveno seguía aumentando poco a poco.

Pogacar levantó los brazos y se llevó las manos a la cabeza, como si ni él mismo se creyera lo que acababa de hacer, que no es muy diferente a lo que hace todos los días. Son ya diez victorias las que lleva esta temporada desde su espectacular estreno en la Clásica de Jaén. Para él no existe el cálculo, igual que para Evenepoel o sus rivales en Flandes Van der Poel y Van Aert. No entiende la mentalidad que se instaló en el ciclismo a partir de los años 90 de apostar toda la temporada a una carrera. Y eso le permite ser el mejor corredor del mundo sin necesidad de ser el último ganador del Tour.

«No lo olvidaré nunca», decía el esloveno después de reposar la victoria. «Sabía lo que tenía que hacer en el Kwaremont», añadía. Y lo hizo. «Estoy superfeliz y orgulloso», dice. Es para estarlo.