Ciclismo
Pogacar saca petróleo de Jaizkibel
El esloveno ya es segundo merced a las bonificaciones de la última subida y la meta de San Sebastián, donde Victor Lafay alzó los brazos y Pello Bilbao lo intentó hasta el final
Nunca llueve a gusto de todos. Ni siquiera en el País Vasco que hasta el 2 de julio, con el país en una olla a presión por el calor, aquí arriba las nubes encapotan el valle del Goierri por el que transita el Tour y desde la orilla de la preciosa bahía de la Concha apenas se puede adivinar el monte Urgull ni el de Igeldo. Cuando los coches que van fuera de carrera empiezan a llegar por la ruta alternativa desde la verde ciudad de Vitoria, la capital de esta Euskadi que acoge al Tour con los brazos abiertos empiezan a desembarcar en San Sebastián llueve. Nada del "sirimiri" tan típico vasco. Jarrea más bien. Pero aunque caiga igual para todos no, nunca llueve a gusto de todo el mundo.
En Bilbao, con el excepcional arranque de la ronda gala, Pello, de apellido como la gran ciudad, se marcha derrotado al hotel. Quería esa etapa, la que pasaba por su casa de Forua, al lado de Gernika y de la reserva del Urdaibai, de las playas de Laida y Laga, del bellísimo San Juan de Gaztelugatxe. El bueno de Pello venía soñando con esa etapa desde hace meses. "Es la etapa más especial que he vivido desde que soy ciclista", dice. Pensando en ella cada día, entrenando por esas carreteras por las que el sábado pasó el Tour. La quería suya. Y no pudo. "Por un pinchazo y no tomar la decisión adecuada en el momento justo perdí todas las opciones y me quedé con esa rabia", asegura. Un sueño que acabó así, sin dejarle dormir. Masculló la revancha consigo mismo y eso es lo bueno del ciclismo, lo bueno del Tour. Que no hay tiempo para hundirse en la derrota, porque con el nuevo día llega una nueva batalla. "Quería sacarme la espina". En Vitoria, donde Pablo Landa y Conchi Meana, los padres de Mikel ya echan cálculos de los días que van a pasar en Pirineos, de los vuelos que ya tienen reservados para viajar a los Alpes a ver a su hijo, Pello le da vueltas a cómo hacerlo. Transformar toda esa rabia "de no haber sido protagonista con todo lo que la gente se esperaba de mí", en motivación: "Intentarlo por todos los medios". Y llega la hora y deja de llover sobre San Sebastián, se abre el sol sobre la playa de Gros, los surfistas cogen olas y Pello arranca como había pensado en la salida de Vitoria. "Quería hacer algo grande". Pienso en Gino Mader, lleva con él en la cabeza desde el fatal accidente
que le costó la vida en la Vuelta a Suiza a su compañero de equipo, "quería intentarlo por él" y se lanza cuesta debajo de Jaizkibel, la montaña de la Clásica de San Sebastián, una cima mítica del ciclismo vasco.
Por momentos sueña. No llueve para Pello. Antes ha hollado la cima todo el UAE Emirates en comparsa. Machacando. De Jaizkibel, Pogacar saca petróleo. Pasa primero y se lleva la bonificacion de premio. Ocho segundos. Al Jumbo-Visma le pilla a contrapié y se pliegan por momentos al dominio del equipo del esloveno. Despiste. Ellos están pensando en la etapa, en Wout Van Aert que la quiere y la desea como Pello añoraba la de Bilbao. Se tiran en el descenso a por él, mientras el vasco sigue con su pulso. Solo contra el mundo. El Jumbo de Vingegaard le atrapa a cinco kilómetros de meta. Ahí se muere el sueño de Pello. "Ellos tenían las ideas muy claras con Van Aert y con el viento de cara era imposible llegar yo sólo pero he agotado todas las posibilidades". Eso le deja tranquilo a este corredor sólido, eficaz e inteligente que es Pello. El chico para todo, un seguro de vida para cualquier equipo. Hace dos años le pidieron que se colase en el "top 10" y obediente, cumplió. "Ahora creo que puedo aportar algo más que eso y tampoco es algo que ya me motive". Quiere la foto ganando una etapa en el Tour de Francia.
No será la de Donosti. Cuando el Jumbo le atrapa, nadie cuenta con un triunfo que no sea el de Wout Van Aert. Y esto suele pasar cuando uno es tan favorito. Que no llueve a tu gusto. A Van Aert le toma la posición a la perfección Victor Lafay, el francés que en Bilbao ya avisó y en Donosti remató. Cuando alza los brazos al lado del Kursaal, en Donosti le ilumina un sol radiante. A Van Aert le cae el tormento. Agarra el botellín de agua nada más cruzar la meta, derrotado y lo estampa contra el suelo, cabreado. Cerca, a la orilla de la Concha sonríe Pogacar, que ha sido tercero en meta y ha rascado otros cuatro segundos de bonificación, chocando los cinco con Adam Yates, líder un día más y Majka, su lugarteniente de lujo. Nunca llueve al gusto de todos, ni siquiera en Euskadi, que llueve para todos.
"No se pueden desaprovechar las oportunidades"
Si algo ha aprendido el equipo UAE Emirates es que cada segundo cuenta. En la revancha en la que están inmersos en este Tour de Francia, tenían claro que del terreno montañoso del País Vasco, aunque quede mucha carrera por delante, tenían que sacar premio y así está siendo. Adam Yates prosigue de amarillo con el permiso de Tadej Pogacar y así lo confirmó: “No se pueden desaprovechar estas oportunidades, todo sumar y Tadej quería luchar por las bonificaciones”. Primero y segundo en la general, el líder del Tour asegura que “trabajar con él es muy fácil y motivante”.
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