Opinión

El triunfo de los petrodólares

La diferencia entre el City y el PSG qatarí es que los primeros han tenido la paciencia de mantener al entrenador el tiempo que hiciera falta para edificar una cultura de juego y de club

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El avión del City aterriza en Mánchester
El avión del City aterriza en MánchesterDPA vía Europa PressEuropa Press

Simone Inzaghi demostró que el City de Guardiola no es invencible. Le jugó de tú a tú, le dio una soberana lección táctica al meacolonias de Santpedor y si no se llevó el gato al agua fue porque Dios no quiso. Eso en el caso de que exista, estoy seguro de que muchísimos nerazzurri pusieron en duda su fe al contemplar impotentes cómo entre Ederson y la baraka ajena malograban tres ocasiones cantadas en las postrimerías del encuentro. Lo normal es que el Inter hubiera llegado a la prórroga porque se lo ganó y porque fue tan bueno o mejor que el rival. De todo lo cual se extrae una perogrullesca moraleja: el pequeño de los Inzaghi entendió lo que no supo ver un Carlo Ancelotti superado por los acontecimientos en el Etihad. Los interistas contuvieron la avalancha citizen desde el minuto 1, es más, los sky blues tuvieron únicamente dos ocasiones, si es que son dignas de tal nombre el tan intencionado como desviadísimo tiro de Bernardo Silva y el forzado disparo de esa bestia que es Haaland. La segunda mitad fue otra historia. Y allí, el Inter, cambió el partido con la entrada en el terreno de juego de ese killer con pinta de campeón de los pesados que es Lukaku. Vamos, que el león no era tan fiero como nos lo pintó el planteamiento táctico de Ancelotti en Mánchester.

Más allá de esta escandalosa comparación, hay que colegir que el choque del sábado inaugura una era: la del triunfo de los clubes-Estado, esos equipos que hacen más trampas que Pedro Sánchez en unas elecciones y que se pasan el fair play financiero por el arco del triunfo para ganar por las buenas o por las malas la Copa de Europa y todo lo que se les antoje. Hasta ahora habían culminado en gatillazo cada asalto al poder: le ocurrió al PSG frente al Bayern en 2020 y se repitió la historia con el City ante el Chelsea de Tuchel en 2021. Pero, al final, en este mundo en el que el rey es el becerro de oro, el dinero acaba imponiéndose. Billetes son amores y no buenas razones, habría que colegir trastocando el tradicional refrán. Los billetes levantaron La Orejona en el Olímpico de Estambul.

Y eso que, insisto, un entre comillas club tradicional al borde de la bancarrota se lo puso cuesta arribísima a un vencedor que desequilibró el partido gracias a los oficios del mejor mediocentro del mundo, nuestro Rodri, al que el iluminado de Luis Enrique alineaba de ¡¡¡central!!!

Pues eso, que el mundo del balón ha cambiado definitivamente. El City se ha gastado 1.400 millones de euros en las siete temporadas que Guardiola lleva en el banquillo. Que suman 2.000 si tenemos en cuenta los tres lustros que han transcurrido desde que Abu Dabi se hizo con el control de una entidad proverbialmente a la sombra del eterno rival, el United. Dos mil o los que sean porque las cuentas de estos clubes-Estado tienen más agujeros negros que el mismito Universo: todos sabemos que desvían parte de los salarios a cuentas offshore de sus emiratos para cumplir incumpliendo ese fair play financiero que demuestra, por enésima vez, que hecha la ley, hecha la trampa. Cuánto gana un pelotero del City o del PSG es una incógnita porque todos sabemos el A y muy pocos conocen el B. Se trata de poner, poner y poner hasta que te salen las cosas. La diferencia entre el City y otro que tal baila, el PSG qatarí, es que los primeros han tenido la paciencia de mantener al entrenador el tiempo que hiciera falta para edificar una cultura de juego y de club y los segundos usan y tiran entrenadores al más puro estilo Gil y Gil.

El Madrid, y no digamos el Barça, deberían ser conscientes de que la nueva realidad del balompié nada tiene que ver con la que hemos conocido de 70 años a esta parte. Que, seguramente, lo de continuar siendo sociedades deportivas al cien por cien es ya ineficaz poesía. Puede que haya llegado la hora de dar entrada, siquiera parcial, a inversores externos. Mientras la Superliga no pase de las musas al teatro no veo otra manera de competir de tú a tú con estados que nadan en dinero porque poseen petróleo y gas natural para dar y tomar. Y, mientras tanto, CorrupTebas a por uvas y metiéndose con Vinicius.