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Qué les espera a los españoles en Reino Unido tras el Brexit
Aparte de Irlanda, somos el país que más sufrirá el Brexit porque hay 200.000 británicos viviendo aquí y un número parecido de españoles allí. Por ese motivo, si no se alcance un acuerdo con la UE, las diplomacias de ambas naciones deberán intentar llegar a un pacto bilateral.
Cuando los historiadores del futuro estudien el Brexit, quizá lo hagan como los actuales analizan cualquier batalla por la independencia. Ambos episodios serán vistos como una guerra que parte de un contexto político y territorial. Una librada sobre el terreno a base de espadazos, y la otra en las instituciones a través de balazos en forma de palabras y acusaciones para romper la moral del adversario. Es decir, la salida del Reino Unido de la Unión Europea es un conflicto histórico como cualquier otro, pero que, por suerte, ha ocurrido en la etapa más pacífica y civilizada de Occidente. En este sentido, el 31 de enero será un día para marcar en rojo en nuestras memorias porque el combate se termina y se producirá el divorcio definitivo entre las dos partes. Por delante, quedarán 11 meses de transición, de tregua amistosa. Un tiempo en el que el país anglosajón y los organismos comunitarios deberán definir cuáles y cómo serán sus relaciones en el futuro próximo.
Existen dos opciones. La más probable según la mayoría, es que no se alcance un acuerdo entre las dos partes, aunque un grupo minoritario de optimismo cree que sí lo van a lograr. La diferencia entre un sí y un no es abismal. Sobre todo porque del resultado dependerá algo tan relevante para la economía como la libertad de flujo, tanto de mercancías y personas.
La frontera del territorio británico se blindará ante el comercio, y las condiciones que se pedirán para poder entrar en el país variarán mucho si se logra un acuerdo o no. El presidente de la Cámara de Comercio de España en Reino Unido, Eduardo Barrachina, cuenta que «la salida de la unión aduanera (que es en lo que consiste la Unión Europea) exigirá controles aduaneros. Pero corresponde al futuro acuerdo de libre comercio señalar los requisitos y funcionamiento de esos controles».
No solo aumentarán las exigencias aduaneras, sino también el coste de introducir mercancía dentro del territorio británico, un factor por el que las exportaciones españolas a allí (que en los últimos cinco años tenían un valor de entre 18.000 y 20.000 millones de euros) podrían reducirse. Barrachina explica que «si hay acuerdo de libre comercio, los aranceles quedarán fijados en el mismo e, incluso, es posible que las partes pacten no imponer aranceles a la mayoría de productos. Si no hay acuerdo, está previsto que el Reino Unido exima de aranceles al 88% de las mercancías, pero el 12% restante afectará a productos derivados de la agroalimentación (por ejemplo, arroz o carnes), o componentes para vehículos, que son productos que España exporta al Reino Unido».
Nuestro país tiene especial interés de que se llegue a un acuerdo porque su relación con esa nación es particularmente estrecha. «Al margen de Irlanda, es el miembro de la Unión con más riesgo ante el Brexit porque al menos 200.000 británicos viven aquí, y más o menos el mismo número de españoles allí», comenta el presidente de la Cámara de Comercio Británica en España, Christopher Dottie. Por ese motivo, añade, resulta «muy necesario y prioritario» que alcancen un acuerdo bilateral y, según parece, «hay voluntad por las dos partes».
En caso de que se produzca, será al finalizar el periodo de transición el último día de 2020, a no ser que se prolongue aún más, como espera el investigador principal del Real Instituto Elcano, Federico Steinberg. Según él, los miembros de la UE se han mantenido fieles a la institución desde un principio y no la van a traicionar firmando un acuerdo bilateral con Reino Unido hasta que finalice la transición. Lo que sí puede ocurrir durante este impás, afirma, es que se llegue a un pacto entre países sobre determinadas materias, como podría ser el caso de los jubilados británicos que residen en España.
O sobre los millones de británicos que nos visitan cada año. El turismo es uno de los sectores que está más atento del devenir del Brexit y que, además, representa el 15% de la economía española. Con un acuerdo, los británicos podrán seguir entrando libremente a nuestro país como lo hacían siendo ciudadanos de la Unión. Pero la cosa se complicará si no se alcanza un pacto. En esa situación, la más probable, las cifras se resentirían más de lo que llevan haciendo desde que se celebró el referéndum.
La consulta se realizó en 2016 un 23 de junio, justo antes de la época más fuerte de recepción de turistas. Y el resultado a favor de la salida de la UE tuvo un efecto bastante negativo en el sector, porque nadie estaba preparado para la decisión de la población británica de lo irreal que parecía. La incertidumbre generada, sin saber lo que ocurriría en los días posteriores, fue tal que ese año solo visitaron España 17,6 millones de personas procedentes de Reino Unido.
Las aguas se calmaron en 2017 porque se empezaron a establecer fechas y condiciones, así que la cifra se recuperó hasta situarse en los 18,8 millones. Pero claro, la cada vez más cercana ejecución de un Brexit duro, debido a las difíciles relaciones entre el Gobierno británico y la Unión, ha echado para atrás a muchos visitantes y los datos decrecieron en unas 300.000 personas en 2018, y en 2019 descenderá más o menos lo mismo a falta de confirmación oficial.
Un Brexit sin acuerdo sería un duro golpe para España, tan dependiente de este sector. Hoteles, restaurantes, agencias, bares, discotecas, medios de transporte, comercios de todo tipo... muchos miembros de la economía de nuestro país facturan una buena cantidad de dinero gracias a los visitantes británicos, y que vengan muchos menos a partir de 2021 obligaría a bastantes empresas a reajustar sus cuentas, pudiendo implicar incluso despidos o cierres en las zonas más emblemáticas. La patronal del turismo Exceltur ha sacado la calculadora y ha concluido que a España le podría costar unos 1.400 millones de euros en tan solo un año un Brexit duro.
No es la única patronal que ha hecho estimaciones para estar lo mejor preparada posible ante un no acuerdo. La Confederación Española de Pesca estima que España perderá acceso a 9.000 toneladas de pescado y podrían desaparecer 8.500 empleos en nuestro país si no se permite que nuestras flotan faenen en aguas británicas. Una dura noticia para el conjunto de la economía pero, especialmente, para las de las comunidades del norte.
Por estos motivos, resulta tan importante que, aunque UE y Reino Unido no alcancen un acuerdo, España sí lo haga en estas materias que tanto perjudicarían a nuestra población. Nuestro país y nuestras grandes empresas, con más capacidad para absorber los contratiempos, no se han achicado por el miedo al Brexit. Al contrario, siguen confiando en que, ya sea mediante un pacto con la UE u otro bilateral con España, Reino Unido continúe siendo un mercado grande y atractivo como hasta ahora. Barrachina concluye que «las relaciones comerciales entre España y el Reino Unido son excelentes y nuestra inversión acumulada supera ya los 80.00 millones de euros. El año pasado entraron en el mercado británico nuevas empresas españolas como Cellnex, Ebro y Melia, que se está expandiendo por todo el Reino Unido. La Cámara de Comercio de España en el Reino Unido continúa creciendo en relevancia y sobre todo su relación y actividades conjuntas con varios ministerios británicos ha aumentado considerablemente».
Más peso para España en la UE
Resulta complicado sacar aspectos positivos para el Brexit. Sin embargo, España puede extraer una lectura beneficiosa a nivel institucional. Hasta ahora, Reino Unido era uno de los líderes de la Unión y formaba una especie de triunvirato con Alemania y Francia. Su puesto, a partir del 31 de enero, podría ser ocupado por España, que es el principal candidato porque el resto, como Polonia, «tiene problemas con la UE», afirma Federico Steinberg. E Italia, «no está claro hacia dónde irá en el futuro próximo». Por ese motivo, el analista del Real Instituto Elcano cree que «hay posibilidades de que el nuestro pueda ocupar un papel más importante en las instituciones europeas». Algo que ya ha venido haciendo con el nombramiento de Luis de Guindos como vicepresidente del Banco Central Europeo o de Josep Borrell como Alto Representante de Política Exterior de la UE. A todo esto se une otro argumento importante a nuestro favor: «A partir de 2021, España se convertirá en contribuyente neto al presupuesto comunitario».
Las empresas se cuestionan su modelo de negocio
En las guerras de antaño, las ciudades quedaban destrozadas a bombazos, arruinadas por enormes incendios. La herida del conflicto era más bien superficial. Sin embargo, ahora es igual de dolorosa pero no se ve a simple vista porque los efectos se notan, principalmente, en algo más intangible, la economía. Tanto en la nacional como en la de menor escala, el bolsillo de la gente y las cuentas de las empresas.
Un ejemplo muy claro es el de Iberica Spanish Food, un importador y distribuidor de productos agroalimentarios españoles en el mercado británico que tiene sede en el sur de Inglaterra, cerca de la ciudad de Brighton y atiende principalmente a esta región y a la de Londres, una de las que más actividad concentra en todo el país. Ofrece sus productos al cliente final, pero también a restaurantes, cadenas de hoteles y tiendas gourmet, entre otros. Y cuenta con más de 50 proveedores españoles, sumando un listado de más de 250 productos. Por lo tanto, los efectos del Brexit no se quedarán solo en la compañía, sino que se podrían trasladar a cada uno de los eslabones que participan en el trabajo de la empresa, desde los consumidores a los suministradores, pasando por los comerciantes.
Fuentes de Iberica Spanish Food afirman que «la incertidumbre es continua desde el instante que salieron los resultados del referéndum. La poca información que hemos recibido por parte del Gobierno británico ha sido ambigua y confusa, y desde el nombramiento de Boris Johnson ha sido aún más limitada, con lo que a tan solo unos días del Brexit seguimos sin conocer sus posibles consecuencias».
La misma incertidumbre se digiere en las empresas británicas con sede en España. Así lo asegura el presidente de la Cámara de Comercio Británica en España, Christopher Dottie: «Un periodo de transición es positivo si se conoce cuál es el final, pero ahora mismo el futuro es una incógnita. Solo sabemos que, por primera vez, en la historia se está negociando un acuerdo que empeorará la situación económica y los flujos entre países».
También hay otra certeza, que las empresas sufrirán un aumento de los costes. La dimensión de este incremento dependerá de los apartados en los que deberán asumir más gastos. Por ejemplo, en materia arancelaria, administrativa o de oportunidades. Las compañías ya cuentan con esto. Desde Iberica Spanish Food destacan que «en teoría, tendremos que utilizar un agente de importación o software específico para gestionar y declarar la entrada de mercancías a Reino Unido y, finalmente, pagar tributos aduaneros y el Impuesto al Valor Añadido (IVA) en caso de que no se llegue a un acuerdo. En general, el proceso sigue sin estar definido pero creemos que todo ello complicará el proceso de importación y conllevará un incremento de los costes».
Lógicamente, este aumento se trasladará a una subida del precio final de los productos y servicios. Incluso, algunas compañías que dependen mucho de la exportación e importación con Reino Unión podrían replantearse su modelo de negocio si los costes suben, como los supermercados que en España están ubicados en zonas turísticas y buena parte de su mercancía procede de tierras británicas o, al revés, los establecimientos que en la nación británica ofrecen artículos de origen español.
Para que estas empresas sobrevivan, Dottie afirma que los flujos económicos entre países deberían ser una prioridad en las negociaciones. Pero no lo han sido hasta el momento, sostiene, porque las negociaciones no han pasado de los puntos más básicos. Hasta ahora, lo que se ha avanzado entre las administraciones ha sido los requerimientos necesarios para continuar viviendo en Reino Unido y la UE en caso de las personas físicas, y seguir operando en el de las corporaciones. A Iberica Spanish Food se les ha explicado que, «aparte de disponer del EORI (Economic Operator Registration and Identification) que nos registráramos en el Transitional Simplified Procedures para realizar los trámites de importación de manera más sencilla. La cuestión es ir adaptando la empresa a los requerimientos que se van haciendo para poder continuar con nuestra actividad de manera normal, y esos han sido los principales cambios hasta la fecha».
Solo eso. Puro trámite. Las cuestiones de verdadera importancia siguen sin solucionarse, manteniendo en vilo a las compañías y sus trabajadores. De hecho, las compañías con sede en Reino Unido y empleados provenientes de otros países de la UE, y viceversa, aún no saben cuál va a ser el futuro de estos trabajadores, ni si se van a poder desplazar libremente por motivos laborales.
Iberica Spanish Food es una de las empresas que está sufriendo la ausencia de claridad sobre este tema: «La gran mayoría de nuestra plantilla proviene de diferentes países europeos, aunque todos residimos en Reino Unido, por lo que dependiendo del tipo de acuerdo al que llegue la UE con el Gobierno británico, esto podría suponer un problema, tanto para residir como para viajar, en base a los acuerdos a los que se lleguen para las cuestiones de movilidad. Tendremos que estar pendientes de cuál será la normativa al respecto y asesorar a nuestros trabajadores al respecto para que no tengamos ningún problema y que ello no tenga ninguna consecuencia en nuestra actividad».
Las empresas no están preocupadas solamente por lo que ocurra con sus trabajadores actuales, sino con los posibles empleados del futuro. El mercado en el que podrán captar talento se reducirá, especialmente para las compañías con sede en Reino Unido, y podría pasarles factura en un mundo cada vez más competitivo y más globalizado a nivel corporativo.
Christopher Doitte disecciona en tres tiempos las preocupaciones de las empresas y confirma que el ir y venir de las personas es lo más relevante a más largo plazo: «Todas las compañías estamos inquietas porque la situación del Brexit ha sido muy difícil y bastante cambiante. Por ese motivo, primero nos hemos tenido que centrar en lo que nos afecta en un periodo más corto, como cambiar nuestra circunstancia aduanera y renegociar los flujos comerciales. A medio término nos intranquiliza el hecho de que nuestro modelo de negocio sea rentable, y nos preguntamos si habrá que cambiar la estructura y demás cuestiones. Por último, a largo plazo nos perturba bastante atraer el talento, a las personas».
Dottie no entiende que, como parece que Boris Johnson pretende, se vaya a poner coto a la libre entrada de ciudadanos europeos en Reino Unido y viceversa. Sobre todo porque no conoce «ninguna empresa que crea que los flujos migratorios sean un problema». No perjudican a nadie, menos cuando ayudan a que la economía se agilice y crezca, repercutiendo en el bien de la comunidad.
En definitiva, las corporaciones esperan que los efectos negativos de la salida del Reino Unido de la Unión se hagan patentes más pronto que tarde y, de ese modo, las generaciones de políticos que estén por venir rectifiquen el error en el que han caído los líderes británicos durante esta última década. Un fallo tan grande como caer en la mentira porque recordemos que todo empieza por aquella campaña que aseguraba que la nación británica perdía dinero estando en la UE y, posteriormente, sus autores reconocieron que era falso.
Los ciudadanos, afectados por la pérdida de empleo y la falta de movilidad
Como en todas las guerras, el Brexit tiene sus víctimas colaterales. Y, como en todas las guerras, son la gente de a pie, ésos que simplemente estaban en el momento inadecuado en el lugar menos oportuno. En este caso, los ciudadanos de la Unión Europea ya no podrán entrar libremente, solo con presentar su documento de identidad en Reino Unido. Para colmo, se les cerrará uno de los mercados laborales más apetecibles hasta ahora.
Reino Unido dejará de ser uno de los paraísos del empleo, no solo por la burocracia. El mercado laboral se resentirá con fuerza debido al Brexit, incluso si finalmente se alcanzara un acuerdo entre la UE y el Gobierno británico para que la salida sea «suave». En ese contexto, un informe de Cambridge Econometrics encargado por el alcalde de Londres, Sadiq Khan, indicaba que la nación perdería unos 176.000 empleos antes de 2030 y buena culpa tendrán los 20.000 millones de libras que dejarían de invertir, además de las restricciones a la hora de contratar que encontrarán las empresas.
La cifra puede ser mucho peor porque ese dato de pérdida de mano de obra se calculó antes de que la Administración británica mostrase su intención de evitar que, a partir del 1 de enero de 2021, las personas que pertenezcan a estados miembros de la UE y no tengan cualificación, no puedan entrar en Reino Unido si van a buscar trabajo. Solo quiere graduados. Sin embargo, a día de hoy el sector servicios del país, sobre todo en ciudades turísticas como Londres, está sostenido por empleados extranjeros, los llamado «pink collars». En este sentido, el presidente de la Cámara de Comercio de España en el Reino Unido, Eduardo Barrachina, manifiesta que «está previsto un régimen temporal para trabajadores no cualificados, pero con restricciones».
Por su parte, el investigador principal del Real Instituto Elcano, Federico Steinberg, dice que «todos los economistas pensamos que esta medida es una locura». Producirá una escasez de mano de obra y, como consecuencia, las empresas tendrán que subir los salarios hasta costes poco asumibles. En definitiva, el mercado laboral de Reino Unido entraría en un bucle poco sostenible.
Y al resto de ciudadanos europeos, incluidos los españoles, se les cierra una oportunidad, excepto a los médicos, enfermeros, ingenieros... aquellos profesionales de los sectores con mayor demanda en el país. Podría calificarse la medida anunciada por el Gobierno británico como «clasismo laboral». Y es que de eso va el Brexit, de exclusión, tanto por estudios o por país de procedencia.
El presidente de la Cámara de Comercio Británica en España, Christopher Doitte, afirma que los ciudadanos, ni los de una parte ni los de la otra, aún no somos conscientes del efecto que tendrá el Brexit sobre nuestras vidas: «La gente aún no se ha dado cuenta del impacto para el mercado de la UE y para el de Reino Unido. La libertad de la que hemos disfrutado estos últimos años damos por hecho que es así y en realidad es algo que se ha logrado con mucho esfuerzo político. A partir de ahora, la movilidad, o disfrutar de servicios y productos de Reino Unido en la Unión y viceversa, será menos probable y más costosa. Nos afecta a todos».
Aunque el principal miedo de Christopher Doitte no es el impacto inmediato del Brexit sobre la sociedad ni el mercado laboral, sino el efecto en las relaciones futuras entre ciudadanos británicos y del resto de Europa. Como ejemplo pone España. «Si los jóvenes de aquí no pueden irse a Reino Unido no podrá establecer un vínculo cultural, lingüístico y de cariño con el país. Y al revés igual. Por lo tanto, se generará una brecha entre ambas nacionalidades», prevé.
Desde que se anunció el referéndum muchos españoles han pensado volver a su país (como otros tantos ciudadanos de la UE), tanto por el clima de crispación que se ha despertado como por los trámites que han tenido que llevar a cabo y que podrían extenderse en caso de un Brexit sin acuerdo. Ni siquiera los que ya estén allí trabajando o lleguen antes de que se ejecute la salida de Reino Unido de la Unión se salvarán de la burocracia. Para cuando se haga efectiva la salida de la UE deberán contar con el citado Estatus de Asentamiento.
Para poder obtenerlo habrá que aportar pruebas (como un contrato laboral, de alquiler de la vivienda o declaraciones fiscales) de que se es lo que se llama una «Qualified Person», que esté trabajando por cuenta ajena, propia, busque empleo activamente, tiene autosuficiencia económica o cursando estudios. Si no se ha recibido el Estatus de Asentamiento antes del 30 de junio de 2021, todos los ciudadanos no británicos que residan en el país estarán en situación ilegal. A pocos días de que se produzca el Brexit, solo unos 2,7 millones de ciudadanos de la Unión, de los 3,6 millones que viven en Reino Unido (unos 200.000 españoles) han realizado este trámite, según datos del Ministerio de Interior de la nación anglosajona. Es decir, 900.000 aún no lo han solicitado. Algunas asociaciones culpan a esa cifra tan alta de la desinformación imperante.
Pero el cambio más brusco para los que viven ahora en Reino Unido es que dejar el país por una temporada pasará de ser una decisión sin inconvenientes a suponer un problema. Quien posea el Estatus de Asentamiento, lo perderá si permanece dos años fuera. Y con las exigencias de movilidad de los empleos, cualquier ciudadano europeo podría verse obligado a abandonar la nación por un tiempo. Volver con todo lo que el Brexit implica ya no será tan fácil.
¿Cómo repercute el Brexit a la inversión?
Los inversores tendrán que estar muy pendientes de la evolución del Brexit durante este año. En ese sentido, Paul Markham, gestor de renta variable de Newton, parte de BNY Mellon Investment Management afirma que «es probable que el acceso al mercado y la equivalencia regulatoria centren el debate en todos los ámbitos financieros, desde los fondos de inversión hasta los mercados de divisas o las reglas de cotización bursátil. Los participantes del sector europeo de la inversión, que ya se enfrentan a unas condiciones difíciles ligadas a la presión sobre las comisiones, el auge de la inversión pasiva y unas expectativas más exigentes en materia de ESG, intentarán beneficiarse de la volatilidad que podrían experimentar los mercados subyacentes a medida que avance el año. Es previsible que la frecuencia y la estridencia de las noticias aumenten en la segunda mitad del año, a medida que las negociaciones comerciales se acerquen a lo que muchos esperan que sea el auténtico final de este proceso, y puede que mantener la confianza de los inversores resulte difícil para algunos».
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