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Holanda y Alemania: los “pecados” económicos de los halcones virtuosos

La agresiva fiscalidad holandesa y el excesivo superávit por cuenta corriente de La Haya y Berlín perjudican a los endeudados y «despilfarradores» países del sur

Angela Merkel y Mark Rutte, líderes de Alemania y Holanda
Angela Merkel y Mark Rutte, líderes de Alemania y HolandaAndrew MedichiniAP

Norte y Sur de la zona euro no son en estos momentos tan sólo unas coordenadas geográficas, sino un concepto político. Quizá nunca han dejado de serlo. La crisis económica desatada por el coronavirus ha vuelto a dividir a los socios de la divisa común en dos polos antagónicos: halcones frente a palomas, acreedores frente a deudores, cigarras frente a hormigas, laboriosos frente a vagos, austeros frente a despilfarradores, protestantes frente a católicos, «labora» frente a «ora», Holanda y Alemania frente a Italia y España.

Pérdidas de 1.000 millones para España

¿Pero no será la hora de una absolución general ante los pecados de diferente signo cometidos por unos y por otros? Según revela un informe de Tax Justice Network, la laxitud de la política holandesa en materia fiscal supone la pérdida de 10.000 millones de dólares anuales para las arcas públicas europeas. Este estudio asegura, con los datos de 2016 y 2017, que las firmas estadounidenses pudieron sortear la declaración de impuestos en los países en los que los generan a través de las estructuras creadas en La Haya, dónde en la práctica y debido a ciertas deducciones, el pago por el Impuesto de Sociedades acaba situándose en una cifra inferior al 5%. Los países más perjudicados por estas madejas impositivas serían Francia, que perdería 2.700 millones de dólares anuales, Italia (1.500 millones), Alemania (1.500 millones) y España (1.000 millones).

Aunque muchos pueden dudar de la oportunidad de desempolvar este estudio en plena lucha entre Norte y Sur, lo cierto es que la «agresividad» del sistema fiscal holandés ha sido señalada en numerosas ocasiones por las instituciones europeas, ligada también a su formidable superávit por cuenta corriente (la diferencia entre las exportaciones e importaciones incluidos los servicios), que bate todos los récords y que perjudica a sus socios europeos del Sur de Europa que, ante la fiera competencia y también sus propios errores, se ven obligados a depender en exceso de sectores como el turismo y la construcción.

Según el Ejecutivo comunitario, «las evidencias económicas sugieren que los acuerdos fiscales holandeses (tax ruling) son utilizados para la planificación agresiva. De forma específica, normas como la ausencia de retenciones tributarias son un motivo de preocupación». A pesar de que señala que el país ha legislado sobre las retenciones fiscales en los pagos de intereses y «royalties» a partir del año 2021 también asevera que «sin embargo, su efectividad debe ser comprobada». Por eso, Bruselas pide al Ejecutivo presidido por Mark Rutte una mayor lucha contra el lavado de dinero y las estructuras opacas a través de una legislación más estricta y alude a los escándalos en los que se han visto envueltas las entidades financieras del país.

El superávit por cuenta corriente holandés se ha situado de media por encima del 7% durante los últimos 20 años, un punto por encima de lo recomendado por Bruselas ( 6%). Para la Comisión Europea, al sobrepasar este límite se dañaría al resto de los socios y el país sería rehén de la inversión extranjera, ante su falta de consumidores en el país. Esta cifra, lejos de reducirse, se ha incrementado de manera vertiginosa y en 2018 se ha situado en el récord del 11,2%, casi el doble de lo aconsejado. ¿Se debe esto exclusivamente a que los productos holandeses son mejores, más competitivos, en los mercados exteriores? Según Bruselas, este superávit «está ligado en parte a la gran presencia de multinacionales en Holanda, aunque las pequeñas y medianas empresas también contribuyen». La primera referencia nos vuelve a situar en el apartado de la evasión fiscal y el lavado de dinero. Las inmaculadas finanzas públicas holandesas, con una deuda pública de sólo el 52%, tienen un precio. A esto se debe unir que Holanda es uno de los países que más se beneficia de su pertenencia al mercado común. Países Bajos es el cuarto Estado miembro que más réditos obtiene del comercio con sus socios, con cerca de 5.000 millones por ciudadano y año, tan sólo por detrás de Luxemburgo e Irlanda –conocidos también por su planificación fiscal agresiva– y Bélgica.

La “racanería” alemana

Aunque el ministro de finanzas holandés Wopke Hoekstra ha asumido con naturalidad el papel de villano del cuento en esta nueva contienda, lo cierto es que Alemania también se mantiene firme en su rechazo a los eurobonos a pesar del papel moderado y moderador de su ministro de Finanzas, el socialdemócrata, Olaf Scholz. ¿Tiene pecados el país de Angela Merkel? ¿Algún muerto en el armario? Sí, una vez más el exceso de ahorro que puede convertirse en racanería si redunda en una torpe asignación de recursos y en una dependencia excesiva de terceros países ante las reticencias de los alemanes a rascarse el bolsillo o invertir en sectores como nuevas tecnologías o transición energética. Según el informe del pasado 26 de febrero sobre desequilibrios macroeconómicos, Alemania alcanzó su cima de superávit por cuenta corriente en 2015, con un 8,6%, para descender al 7,4% en 2018 y vivir un repunte del 7,7% en 2019 con los últimos datos disponibles. Una vez más, por encima del 6%. Unas cifras menores que las holandesas pero que, debido al mayor PIB de Alemania en el conjunto de la zona euro, tienen un mayor potencial de arrastre y le hacen peligrosamente débil ante contiendas comerciales y turbulencias geoestratégicas. Por eso, la Comisión asegura que «en sus diez años de expansión, la economía alemana creció significativamente por debajo de su potencial, afectada por la interacción de las transformaciones en la industria y condiciones externas adversas».