Infraestructuras

Reformar lo que ya existe para resistir lo que vendrá

ESPECIAL INFRAESTRUCTURAS. Las infraestructuras que más sufrirán los efectos del calentamiento global serán las relacionadas con el transporte y el agua, que deberán soportar fenómenos meteorológicos extremos

La borrasca «Gloria» afectó a todo tipo de infraestructuras de la costa este española Entre ellas, este puente sobre el río Tordera
La borrasca «Gloria» afectó a todo tipo de infraestructuras de la costa este española Entre ellas, este puente sobre el río TorderaarchivoLa Razón

El Delta del Ebro se ahogó a mediados de enero. El temporal Gloria engulló el litoral catalán y dejó una factura de 19 millones de euros destinada a reparar los daños materiales provocados en ingeniería civil. Roturas en las infraestructuras del agua, inutilización de elementos de presas o formación de tapones y obstrucciones en el sistema de abastecimiento como consecuencia del arrastre de la vegetación de ribera fueron, entre otros siniestros, los que se produjeron en el dominio público hidráulico. La red de transporte, asimismo, sufrió numerosos cortes en carreteras por inundaciones o nevadas intensas que dejaron a pueblos completamente aislados. Los trenes de cercanías se retrasaron y el mal estado en que se encontraban las vías obligó a suspender las clases y el transporte escolar.

Un tercer elemento

Los efectos del cambio climático en España son cada vez más rápidos y nuestras infraestructuras no están preparadas para afrontarlos. Un informe del Foro para la Ingeniería de Excelencia (Fidex) calculó que entre un 40 y un 60% de la red viaria y ferroviaria podría verse afectada por fenómenos atmosféricos extremos en la actualidad. «Las necesidades presupuestarias para el mantenimiento de obras civiles crecerán notablemente por las nuevas condiciones climáticas», alerta Fernando Argüello, director de la entidad que agrupa a las principales ingenierías del país. «El Gobierno central debe abordar no sólo la conservación de las infraestructuras, sino que debe añadir un tercer elemento: el de su adaptación al cambio climático».

Las lluvias torrenciales son la principal amenaza para las carreteras y obligarán a revisar el drenaje de toda la red. «Como ahora los aguaceros son más intensos y frecuentes, el sistema que hace que el agua pase por debajo de las vías resulta insuficiente para evacuar el líquido y provoca inundaciones», explica Argüello. También existe un alto riesgo de deformación del pavimento por las precipitaciones. Los habituales episodios de sequía que atravesamos facilitan, asimismo, la proliferación de los incendios cerca de las vías.

«Ya no hablamos de previsiones, sino de observaciones», incide Adrián Fernández, ingeniero de Obras Públicas especializado en Transporte y responsable de la campaña de Movilidad en Greenpeace. «Las labores de rehabilitación de vías son muy frecuentes en territorios vulnerables. Tenemos el ejemplo de Málaga, donde la lluvia se llevó por delante tres vías de tren y todos los años se suspende el tráfico ferroviario por arrastres y riadas», expone. La solución pasa por «adaptar la infraestructura existente a la crisis climática».

Retraso

El calentamiento global también complica la gestión de los ciclos del agua. «Nuestras redes de distribución reflejan pérdidas del 15% del líquido o más, dependiendo del lugar, por fugas, evaporaciones y otros motivos», apunta Julio Barea, geólogo especializado en Hidrogeología y activista medioambiental. Advierte que «no podemos permitirnos esta cifra y actuar como si fuéramos un país rico en agua o nos quedaremos sin ella». El escenario que se vislumbra en España, a medio y largo plazo, son alzas de temperatura de hasta cinco grados y descensos del 40% de la infiltración (recarga de acuíferos), según cifras de la Fundación Aquae. Pero no sólo acecha la emergencia climática. Otros factores influyen de manera particular en nuestro país, que se resumen en la mala gestión del patrimonio hidráulico e hídrico, la sobreexplotación de este recurso, las malas prácticas agrícolas y la urbanización irracional.

El problema es que vamos con retraso. El agujero de la inversión para el mantenimiento de las infraestructuras es profundo, las obras civiles se caen a pedazos y el calentamiento global no espera. «Hemos acumulado desperfectos y defectos que, en su mayoría, no pueden recuperarse con una simple operación de conservación, sino que se hace necesaria una rehabilitación o reconstrucción adaptada al contexto climático», critica Argüello. «El Gobierno central debe habilitar fondos para adecuar este patrimonio a las nuevas condiciones atmosféricas, antes de que se provoquen daños mayores y haya que reparar lo destruido».

Mejorar la integración de la obra hidráulica en costas y ríos, invertir más en seguridad de presas, detener la construcción de embalses o estudiar su derribo, modernizar las redes de abastecimiento, dotar a los organismos de más medios para obtener más datos durante la toma de decisiones, urbanizar y diseñar edificios sostenibles, invertir en infraestructuras que minimicen el impacto del cambio climático, como el parque inundable de La Marjal (Alicante) o el tanque de tormentas de Murcia (que retiene el agua de lluvia); cambiar el sistema de drenaje de las vías de transporte; invertir y promover alianzas público-privadas… Son algunas de las ideas que se plantean. En definitiva, reformar lo que ya existe para resistir lo que vendrá.