Entrevista

“La Iglesia debería ser un poco humilde y aprender que a la jerarquía hay que formarla”

El profesor Javier Fernández Aguado, experto en ‘‘management’', repasa la historia de la institución en el libro «2000 años liderando equipos»

Javier Fernández Aguado es el director de la Cátedra de Management de la Fundación La Caixa en IE Business School y presidente del Grupo MindValue
Javier Fernández Aguado es el director de la Cátedra de Management de la Fundación La Caixa en IE Business School y presidente del Grupo MindValueEditorial Kolima

Javier Fernández Aguado es el director de la Cátedra de Management de la Fundación La Caixa en IE Business School y presidente del Grupo MindValue, cuya firma matriz está especializada en servicios profesionales para la alta dirección. Pensador, escritor y profesor, está considerado uno de los mayores expertos españoles en el «gobierno» de personas y organizaciones.

Acaba de publicar «2000 años liderando equipos», un voluminoso estudio sobre el «’'management’' más exitoso», el de la Iglesia, y que completa una serie de libros en los que «he tratado de localizar las mejores prácticas del gobierno de personas y organizaciones a lo largo de la historia, desde Roma y Egipto como escuelas de directivos hasta organizaciones incluso perversas como el partido bolchevique o el partido nazi. Pero no me quedo en el nivel teórico, trato de extraer enseñanzas para la práctica de las organizaciones, que es en buena medida a lo que yo me dedico, a asesorar a organizaciones nacionales e internacionales en las mejores prácticas directivas».

Este estudio, que confiesa le ha llevado unas 3.000 horas de trabajo, se organiza en 72 capítulos en los que ha elegido a 16 papas de los 266 que ha habido, los 16 que en su opinión mejor han desarrollado su labor de gobernantes. «De las miles de iniciativas que en la Iglesia ha habido he seleccionado unas 50 o 60, y el resto de los capítulos están dedicados a hechos singulares como son la Inquisición, las cruzadas o los principales concilios. Lo que propone es qué es lo que hicieron determinados personajes o asociaciones que fuera reseñable o destacable, desde los dominicos o franciscanos hasta otras menos conocidas como los teatinos o los barnabitas o mercedarios, que sin embargo fueron profundamente novedosas en su época», asegura.

Portada del libro
Portada del libroEditorial Kolima

Una histórica “escuela de negocios”

En el libro procura demostrar que «muchas de las técnicas que hoy en día se venden como novedosas en las escuelas de negocios de todo el mundo son remedos de prácticas que ya se hacían en la Iglesia católica. Por ejemplo el concepto de “Interim management” se aplicaba ya en la Iglesia en el siglo XVI, o el de “coaching”, tan de moda hoy en día, se viene aplicando en la iglesia desde sus inicios. Lo mismo sucede con otros muchos conceptos como pueden ser las tan famosas “fake news”, el “deepfake” o las organizaciones unicornio u otros términos que hoy se venden como revolucionarios y que en la Iglesia han sido aplicados con el mismo o distinto nombre», añade Aguado.

Una vez constatado el planteamiento, surgen las preguntas obvias. ¿Todas esas técnicas han servido para mantener viva la organización durante más de 2.000 años? ¿Dónde ha estado la clave de un éxito así? «Evidentemente, hay una clave espiritual trascendente en la que no entro en el libro, pero desde el punto de vista “aplicable” está el espíritu de resiliencia de los emprendedores: los fundadores de las nuevas instituciones fueron capaces de superar obstáculos en ocasiones muy superiores a los que hoy tiene que superar un emprendedor. Otra clave es la existencia de intraemprendedores: la gente no se limitaba a seguir lo que ya se hacía; por poner un ejemplo el de la madre Teresa de Calcuta, que emprendió su fantástica obra de caridad de una manera que podemos calificar de intraemprendedora».

Otra clave, afirma, “es el optimismo antropológico y organizativo de la Iglesia; la capacidad de generar compromiso, porque muchos de estos fundadores, desde Santo Domingo de Guzmán a San Francisco de Asís, arrastran a miles de personas que cuando ellos fallecen siguen trabajando con la misma ilusión en la misma dirección. Escolapios, carmelitas, agustinos... es igual».

Al final de cada capítulo, el autor ofrece un elenco de diez enseñanzas; en total, por tanto, se pueden encontrar en el libro 720 enseñanzas prácticas, “aplicables” -insiste- para cualquier organización de nuestros días. Entre ellas, por ejemplo, «que hay momentos en que lo urgente es esperar, o que la visión estratégica no puede ser sustituida por un tacticismo practicón, o que a un directivo se le perdona que tenga que descansar pero no se le perdona que trate mal a la gente por no haber descansado. No se trata de erudición teórica, sino de descubrir las mejores prácticas para tomar decisiones hoy en día».

“Desastres enormes”

Sin embargo, reconoce Aguado, junto a los aciertos que le han llevado a sobrevivir como institución milenaria, «ha habido desastres enormes. Me atrevo a decir que de los 266 papas hay en torno a un centenar a cuyo gobierno ninguna otra organización habría subsistido, pero también es cierto que ha habido muchos papas y muchísimas personas que se han comportado con dignidad. Destaco por ejemplo el caso de los legionarios de Cristo: con un fundador que es un criminal, un drogadicto y un pederasta, pues las personas que le siguen, una vez sabida la verdad, son capaces de crear universidades y colegios buenísimos que están en todo el mundo. Hay muchas más luces que sombras, aunque éstas estén mucho más en los medios de comunicación», asegura.

Entre los errores o lagunas de la Iglesia actual como organización, según el autor, está por ejemplo la comunicación: «La iglesia tendría que hacer un curso urgente, tendría que aprender muchísimo, porque hace muchísimas cosas que o no se comunican o se comunican mal. Respecto a la imagen de alejamiento que da la institución, hay que matizar que a veces se confunde la Iglesia con la jerarquía. La Iglesia es mucho más que la mera jerarquía. Así como en otras organizaciones ya se ha aprendido que cuando se asciende a alguien hay que darle un curso de ‘management’ para enseñarle a gobernar, en la Iglesia no, y deberían hacer lo mismo. A veces se nombra obispo o cardenal a personas que pueden ser muy buenas en lo suyo pero que no tienen capacidades de gobierno. En este punto quizás la Iglesia debiera ser un poco más humilde y descubrir que a la jerarquía también hay que formarla. La ventaja que tiene es que es la organización que más y mejor ha documentado su historia, y en su historia puede encontrar resortes para mejorar muchísimo en el presente. Podíamos resumir que la iglesia tiene mucho que aprender de organizaciones contemporáneas y éstas tienen mucho que aprender de la Iglesia. Lo mismo le ocurre a muchos autores y teóricos actuales, es una lástima que no conozcan el pasado de la iglesia», sostiene Aguado.

Hay claves que se repiten con otras organizaciones a lo largo de la historia, sostiene el profesor, como por ejemplo «la tendencia a la burocratización. Las organizaciones nacen con mucha ilusión y pasado el tiempo se van burocratizando y tienen que repensarse. A veces las crisis es lo que más les ayuda a repensarse. Ha sucedido ahora con la pandemia. Se ha producido, en medio de un dolor tremendo, un salto adelante en pocos meses en temas como la comunicación online, que en circunstancias normales habría tardado diez o quince años. Por tanto las contradicciones que han surgido en muchas de esas organizaciones han sido para bien pasado un plazo», concluye.

Los peores y los mejores papas de la historia

Fernández Aguado tiene su propio medallero de papas nefastos o grandes para la Iglesia como organización, independientemente de su faceta religiosa. «El peor de todos, el que se lleva la medalla de oro, fue Benedicto IX. Fue papa tres veces. En una ocasión lo dejó porque lo vendió para irse de vacaciones. El segundo fue Juan XII, más por culpa de los que lo eligieron, porque con solo 18 años tenía la testosterona absolutamente disparada y no se le ocurrió otra cosa que montarse un burdel. El tercero fue Alejandro VI, el papa Borgia». «Pero frente a estos hay papas sublimes, desde León Magno, que impide la invasión bárbara de Roma, a Gregorio I, que escribió el primer libro de ‘management’ para los obispos, donde da unas claves de buen gobierno que ni Peter Drucker lo hubiera hecho mejor. Más adelante un Pío VI, que se enfrentó a la revolución francesa, un Pío VII, que se tiene que enfrentar a Napoleón. Más recientemente destacan dos sin ninguna duda, que son Juan Pablo II, un titán, y Benedicto XVI, un sabio que tiene la humildad suficiente como para reconocer que por mucha buena cabeza que uno tenga no significa que se tenga que gobernar bien, y se atreve a dimitir».