El fin de una era
¿Qué pasaría si desapareciese el dinero en efectivo?
Los colectivos con menos recursos serían los más afectados. Los expertos luchan por la supervivencia de los billetes y monedas ante el cambio de hábitos que ha traído la pandemia. Mientras, los ciudadanos se muestran escépticos sobre su posible fin
Son incontables las veces que hemos leído, visto u oído hablar de fantasías futuristas en las que todo lo material se traslada a un plano virtual, incluido el dinero. Los cambios de hábitos y la transformación digital que ha traído la pandemia parecen haber adelantado la sentencia de muerte del dinero en efectivo, pero a lo largo de la historia, los futurólogos que han intentado escribir una fecha en su epitafio siempre han fallado en sus predicciones. Lo que sí tienen claro algunos de estos expertos es que una sociedad sin dinero en efectivo será una verdadera distopía para los colectivos más vulnerables y “el paradigma de la desigualdad”, según las conclusiones a las que se llegó ayer en la jornada debate “El dinero en efectivo, una cuestión de derechos”, organizada por el Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada.
La Covid-19 ha vuelto a reavivar este viejo debate sobre la desaparición del dinero en efectivo en pro de las tarjetas y otros medio de pago virtuales. Pese a que la OMS dejó bien claro que la propagación del virus no tenía nada que ver con el intercambio físico de dinero, desde el Gobierno central y los gobiernos autonómicos se promovió en un primer momento el uso de medios de pago sin contacto como medida de protección, incluso no llegando a aceptar efectivo en los transportes públicos de ciertas zonas.
Estas recomendaciones tomaron una mayor dimensión cuando el 24 de abril de 2020, el Gobierno registró en el Congreso una proposición no de Ley que contemplaba la “eliminación gradual del pago en efectivo, con el horizonte de su desaparición definitiva”. En este camino hacia la extinción, el proyecto de ley de medidas de prevención y lucha contra el fraude fiscal elaborado por el Ministerio de Hacienda, propone reducir de 2.500 euros a 1.000 euros el techo legal máximo para las operaciones en metálico.
Aún popular, pero cada vez menos
Más allá de las propuestas formales, el miedo al contagio y los cambios de hábitos de consumo propiciados por la pandemia, como el auge del comercio electrónico, han hecho mella en el uso de efectivo. Aunque en España el fin de las monedas y los billetes aún parezca lejano, hay países como China en los que el punto de no retorno está a la vuelta de la esquina. Según los datos recogidos en el informe “Los pasos necesarios para promover las monedas digitales”, elaborado por Marion Laboure, economista de Deutsche Bank, solo el 20% de las compras en tiendas realizadas en China e Italia se pagaron con efectivo en 2019. En cambio, el pago contactless fue el método de pago más popular en Italia, mientras que en China lo fue el pago con carteras virtuales seguido del pago contactless.
De los seis países analizados por el estudio, en Francia, Alemania y Reino Unido el efectivo tampoco era el sistema más popular, mientras que solo en Estados Unidos seguía teniendo un peso relevante. Estas cifras de 2019 no tienen en cuenta la repercusión de la pandemia y el auge de otros herramientas bancarias como Bizum, que a día de hoy cuenta con 15,3 millones de usuarios, acumula 392,7 millones de transacciones realizadas, está presente en 13.000 comercios online y acaba de anunciar su intención de implantar los pagos con códigos QR en comercios físicos en el segundo semestre del año.
Ante estos datos, los hay que prevén una muerte inminente del efectivo y los que le auguran una vida eterna. Precisamente, excepto los italianos y los chinos, más del 50% de los ciudadanos del resto de países analizados por el estudio de Deutsche Bank opinan que el dinero en efectivo siempre estará en circulación. Por su parte, los empresarios españoles también se suman a esta opinión mayoritaria aunque rozando el empate entre el sí y el no. Según un informe de Intrum de 2018, el 43% de las empresas del país consideraba que el dinero en efectivo desaparecerá en el corto plazo, concretamente en 2030, y que será sustituido por los pagos electrónicos a través de dispositivos como el teléfono móvil o, incluso, el propio reloj de pulsera.
A favor: libertad, seguridad y apoyo a los vulnerables
La libertad de elección es uno de los principales argumentos que respaldan la continuidad del efectivo, pero también el apoyo a los colectivos más vulnerables. “Impedir o dificultar el acceso al dinero efectivo no hace otra cosa que incrementar la desigualdad y fomentar un reparto injusto de la riqueza”, denunció Jesús Sánchez Lambás, vicepresidente ejecutivo del Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada, en la jornada “El dinero en efectivo, una cuestión de derechos”. “Pasó en el distrito de Washington, cuando algunos restaurantes comenzaron a negar pagos en efectivo y muchos ciudadanos, especialmente aquellos con menos recursos, se veían excluidos, cuando no directamente discriminados”, puso de ejemplo en el debate Santiago Carbó, catedrático de Economía de la Universidad de Granada.
El pasado mes de marzo, el Consejo Económico y Social de la Unión Europea (CESE) aprobó un dictamen sobre la Estrategia de Pagos Minoristas en cuyo texto se apuntaba a que el efectivo es de “una enorme importancia para la inclusión social y el acceso a los servicios básicos” y que, a pesar de que la pandemia ha acelerado el crecimiento de los nuevos modelos de pago digitales, el efectivo sigue siendo el medio de pago preferido de los consumidores en sus puntos de venta y en las transacciones minoristas entre particulares.
Además del compromiso social, otro argumento que respalda la convivencia del efectivo con los nuevos medios de pago son los riesgos de seguridad que estos llevan ligados. Lambás y Carbó recordaron los peligros que conlleva el exceso de digitalización, ya sea en cuestiones de falta de seguridad o en situaciones de catástrofes naturales o decisiones políticas autoritarias que bloqueen el acceso a internet y, por lo tanto, los medios digitales de pago. Ante esto, consideraron que el dinero en efectivo puede actuar como una red de seguridad “para dar estabilidad”, añadió Carbó. Por ello, una de las principales reivindicaciones de esta jornada fue que los gobiernos legislen a favor de garantizar que todos los comercios acepten el pago con monedas y billetes.
En contra: fraude y economía sumergida
Los partidarios de su desaparición se amparan en la relación entre el fraude, la economía sumergida y el dinero en efectivo. Sin embargo, Carbó ha desmontado este mito explicando que “desde 2014, el fraude con efectivo ha disminuido con una caída del 1,7% anual, mientras que el fraude con tarjeta ha aumentado un 16,2% al año”. En cuanto a las transacciones en negro, los expertos coinciden en que hay que combatir el delito en sí, sin imponer la pena de muerte al efectivo.
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