Opinión

Las emociones y las cosas de comer

El Gobierno confía en la recuperación económica y opta por gastar, gastar y gastar. Todo apunta hacia una próxima y muy importante subida de impuestos que afectará a todos, ricos y trabajadores

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en Moncloa
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en MoncloaRicardo RubioEuropa Press

Iván Redondo, el ex-protoasesor de Pedro Sánchez, reinterpretó aquella admonición que presidió la campaña electoral de Bill Clinton: «¡La economía, estúpido!». El ex-gurú presidencial lo transformó en «¡las emociones, estúpido!». Defendía. antes de la pandemia, claro, que los votantes se movían más por los sentimientos que por la cartera. No andaba desencaminado y, desde luego, su estrategia funcionó por lo menos hasta las elecciones madrileñas que ganó Isabel Díaz Ayuso. La popular, ya está acreditado, obtuvo muchos votos de la cartera, de colectivos –no de los más favorecidos precisamente– que veían cómo ellos, mal que bien, trabajaban mientras en otras comunidades sus parientes, amigos, conocidos no podían hacerlo por las restricciones impuestas, a veces draconianas.

Pedro Sánchez, en la nueva temporada política que comienza a la vuelta de la esquina, no olvidará las emociones, pero quiere concentrarse en la economía, en las cosas de comer. Eso sí, desde la teoría emocional, para él serán tan importantes las medidas y los logros económicos como la percepción que tienen los ciudadanos de sus políticas. Por eso, el Gobierno ha querido cerrar el curso con una escenificación de que las cosas van bien y cada vez mejor.

El reto del Gobierno, de la vicepresidenta Nadia Calviño y de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, es que todo cuadre y, al mismo tiempo, tener satisfechos a socios de Gobierno y aliados para que salgan adelante los Presupuestos Generales del Estado para 2022. Las primeras cifras están ya sobre la mesa y el problema es que arrojan dudas más que razonables. Todo se resume en algo que se ha convertido en un auténtico mantra: gasto, gasto y más gasto.

La ministra Montero ha adelantado que el llamado «techo de gasto» –que no incluye intereses, pensiones y otros capítulos importantes– llegará a los 196.142 millones de euros, el más alto de la historia, y en el que están incluidos 26.365 millones procedentes de los anhelados fondos europeos. El hecho más llamativo, sin embargo, es que, con la excusa de la pandemia, ese «techo» ha aumentado, como si fuera por magia, en 74.000 millones y nada indica que esté prevista una marcha atrás en algún momento, aunque eso es lo que reclaman las autoridades europeas y los mercados que, antes o después, pedirán explicaciones.

El Gobierno, por otra parte, prevé un crecimiento del 7% del PIB y un déficit del 5% para 2022. Esas cifras contrastan con las del Fondo Monetario Internacional (FMI), de las que el Gobierno destacó que aumentaba su previsión de crecimiento en 1,1 puntos. Es cierto, pero también que el organismo internacional apunta a un aumento del PIB del 5,8% y, además, estima que el déficit se irá hasta el 8,6%, es decir, 3,5 puntos más de lo que calculan los técnicos de Hacienda. Las previsiones, como se ha demostrado tantas veces, son previsiones, pero también es obvio que algo no cuadra.

La gran incógnita de las cuentas del Gobierno, que habrá que despejar en las próximas semanas y meses, es de dónde saldrá el dinero para atender todos esos gastos, que incluso podrían ser superiores, porque no está claro si contemplan una indexación de pensiones o la subida salarial a los funcionarios y a los empleados públicos. Por cierto, mientras que el salario medio ha caído un 2,6% en el sector privado el último año, en el sector público ha aumentado un 5,4%, algo que se explica también por el incremento del personal contratado por las Administraciones. De hecho, ha alcanzado un nuevo récord y 3,4 millones de personas trabajan ya en el sector público.

El Gobierno tendrá que compatibilizar ese aumento de gasto con ciertas reducciones de ingresos, como la de la bajada del impuesto eléctrico y del IVA de algunos servicios. Todo apunta, aunque nadie quiere poner por ahora ese cascabel al gato, a una próxima, inevitable y muy importante subida de impuestos –para todos, ricos y trabajadores–, como reclama desde el inicio de la legislatura la parte de Unidas Podemos del Gobierno. Y es que el gasto público total no son los 196.000 millones del techo de gasto, sino más de 600.000 millones de euros, cifra que sí incluye las pensiones y los gastos financieros. Sánchez ha manejado con habilidad las emociones, pero ahora le toca hacerlo con las cosas de comer y eso no siempre es tan sencillo.

Nervios en la Moncloa por el amago de pinza sindicalpodemita

El líder de UGT, Josep María Álvarez, insiste a la mínima en sus exigencias y ya ha avanzado que pueden empezar a perder la paciencia. En la Moncloa han captado el mensaje y hay mucha preocupación, entre otras cosas porque ven una especie de pinza entre los sindicatos UGT y CC OO y la parte de Unidas Podemos que encabeza Yolanda Díaz. Eso es lo que explica que la vice Nadia Calviño abra la puerta a la revisión del SMI en septiembre.

Limitaciones y pocos incentivos de la Jubilación Activa

Los economistas Alfonso R. Martín y Sergi Jiménez Martín defienden que la jubilación activa, de acuerdo con la fórmula adoptada por la Seguridad Social, «tiene condiciones muy restrictivas y no siempre genera los incentivos adecuados para que empresas e individuos respondan del modo deseado». Son las conclusiones del informe «La compatibilidad del trabajo y el cobro de pensión: un estudio cuantitativo del caso español», publicado por FEDEA. Los investigadores no prevén una utilización mayoritaria de la Jubilación Activa y que «difícilmente alcanzará el objetivo de contribuir a aumentar apreciablemente el empleo de los mayores». Defienden que habría que optimizar las cotizaciones en ese periodo, la compatibilización de la prestación y la actualización de la pensión final.