Análisis

Presupuestos: los votos tienen un precio

El Gobierno hace guiños descarados a pensionistas, funcionarios y jóvenes en busca de sus sufragios. Las cuentas públicas son toda una orgía de gasto que alcanza la cifra fabulosa de ¡458.970 millones!

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez
El presidente del Gobierno, Pedro SánchezEVA ERCOLANESEAgencia EFE

Sergio Leone fue un director de cine italiano que alcanzó notoriedad con el subgénero de los llamados «spaghetti western», en el que destacó «La muerte tenía un precio», protagonizada por Clint Eastwood, Lee Van Cleef y Mara Kruff. Rodada en Almería, se estrenó en 1965. Más de medio siglo después,los Presupuestos de la coalición PSOE-Unidas Podemos, ahora mismo sintetizada en Sanchez-Díaz, son sobre todo un adelanto del precio que están decididos a pagar ambos partidos por los votos en las próximas elecciones. Y ese precio tiene pocos límites, sobre todo si corre a cargo de todos los contribuyentes. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, obligada a cuadrar las cuentas a martillazos, no tiene empacho en reconocer que uno de los grandes objetivos de los Presupuestos es atender a jóvenes, funcionarios y pensionsistas, es decir, caladeros sin los que es imposible ganar las elecciones. Si a Clinton le impusieron aquel lema, luego famoso, de «¡la economía, estúpido!», Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, cada uno por su parte mientras mira de reojo al otro, gobiernan en términos de «los votos, ¡estúpido!».

Los Presupuestos para 2022, según el proyecto aprobado ayer por el Gobierno, susceptibles de empeorar bastante en la tramitación parlamentaria, son un ejercicio más que arriesgado de previsión económica y un canto al gasto. Si gobernar es gastar como le acusaron en su día al Rey Carlos I, el que sentó las bases de la primera suspensión de pagos del Reino de España, Sánchez sublima el ejercicio el Gobierno. El gasto total previsto en los Presupuestos, que solo aparece en la página 21 de la documentación facilitada ayer por Hacienda y sin ningún comentario, asciende a la fabulosa cifra de ¡458.970! millones de euros y que a finales de 2022 se acercarán a los ¡600.000! millones cuando se contabilicen los gastos de todas las Administraciones Públicas. El Gobierno y sus socios de Unidas Podemos están orgullosos de gastar cada día más y algunos incluso se quejan de que todavía es poco. Las cifras, en cualquier caso, son mareantes. El llamado «gasto social», el capítulo del que todos quieren sacar pecho, asciende a la cifra nunca vista de 248.391 millones de euros, de los que nada menos que 171.165 millones corresponden a pensiones, revalorizadas en teoría con el IPC, aunque al mismo tiempo el Gobierno busca cómo aplicar el porcentaje menor posible, algo que se puede hacer si se tiene el cuenta la media de la inflación durante un año y no la de final de noviembre como ha ocurrido otros años. El gasto también prevé unasubida del 2% de los salarios de los funcionarios –que pedirán más, lo que significa que su voto no está garantizado–y guiños a los jóvenes en busca de su sufragios. Ahí entran elbono de 250 euros para alquiler, algo que hará subir los alquileres como demostrará el tiempo, el bono cultural de 400 euros, que se convertirá en un bono de ocio.

“Indepes”

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz han pactado, en el último momento como siempre, el gasto. Luego llegarán las negociaciones con «indepes» y nacionalistas de toda clase y condición que pondrán precio a sus votos, seguros de que el Gobierno cederá porque no tiene más remedio. Habrá tiranteces y «sudores» como dice Gabriel Rufián, pero el acuerdo y el pago por los servicios prestados están garantizados.

La gran pregunta –incógnita– de los Presupuestos, a falta de más detalles, que también es el gran quebradero de cabeza de la titular de Hacienda, por no hablar de la ahora más o menos derrotada Nadia Calviño, es cómo se pagará esta orgía de gasto. María Jesús Montero prevé, de entrada, un déficit del 5% del PIB, es decir entre 50.000 y 60.000 millones más de agujero, que solo se rellenará con más deuda pública. Los expertos de Hacienda calculan que la recaudación aumentará un 10,8% en 2022. Es posible, desde luego, pero nadie lo puede garantizar y otro de los guiños populistas –para la clientela–de establecer un mínimo del 15% de tributación final para las empresas, apenas supondrá 400 millones de euros. Comparados con los 458.000 del gasto total, son una nimiedad. Permiten al Gobierno decir que exige más a las empresas y a alguna le hará un roto, pero no soluciona nada y crea un clima adverso que, en el exterior, de donde debe venir inversión, empieza a preocupar.

Los números de Montero, por otra parte, no tienen en cuenta el reciente reajuste a la baja –muy a la baja– de las cifras de crecimiento del segundo trimestre de 2021 realizados por el INE, que rebajó el PIB de ese periodo del 2,8 al 1,1%. Esa revisión invalidaría los datos sobre los que se han elaborado los Presupuestos presentados ayer. El Gobierno, y sobre todo la ministra de Hacienda, juegan con el factor inflación como método encubierto de equilibrar aparentemente algunas cuentas. La inflación de hecho, como el impuesto más inmoral que es porque pasa inadvertido, ha sido utilizado innumerables veces a lo largo de la historia por los gobernantes para, por el efecto monetario, reducir deudas. Es pan para hoy y hambre para mañana, porque además siempre perjudica a los menos favorecidos, pero de forma coyuntural puede servir para generar el espejismo de que algunos números cuadran mejor.

Pedro Sánchez necesita estos Presupuestos para agotar la legislatura. Si dentro de un año no saca adelante los de 2023 tendrá la opción de prorrogar los de 2022 y todo solucionado. El inquilino de la Moncloa actúa de alguna manera como el personaje interpretado por Clint Eastwood en los spaghetti-western de Sergio Leone. Es decir, como una especie de «antihérore», en este caso de la política, como «un hombre frío, imperturbable y duro» y sobre todo capaz de actuar a sangre fría para alcanzar sus objetivos. Lo demostró cuando remodeló el Gobierno y se deshizo de Redondo, Ábalos y Campa y ahora al pactar con Yolanda Díaz para alumbrar los Presupuestos que, al final, pagan el precio de los votos.