Análisis
Regulación bancaria y cambio climático: de momento, más riesgos que oportunidades
De los 37 mayores bancos del mundo analizados por Mazars, solo una cuarta parte demuestra cumplir “best practices” en la mayoría de los factores de sostenibilidad. Ocho de cada 10 bancos centrales señalan que uno de los principales problemas es la falta de herramientas analísticas
Recojamos por ejemplo solo tres reseñas recientes. El Informe de Estabilidad Financiera Global del FMI publicado el pasado mes de junio asegura que los inversores están subestimando los riesgos financieros del cambio climático. El primer test de estrés climático realizado por el Banco Central Europeo sobre la eurozona revela que el 60% de los préstamos de la banca española se hallan sometidos a un alto riesgo de impactos físicos relacionados con este problema. Y, apenas unos días más tarde, Christine Lagarde declaraba que “necesitamos asegurarnos de que los bancos incorporan realmente los riesgos del cambio climático en su balance”.
Dos conclusiones, como mínimo, pueden extraerse de estas y otras señales. La primera es que, si alguien pensó que, como consecuencia de las urgencias y consecuencias de la pandemia, los retos del cambio climático iban a pasar a un plano muy secundario en las preocupaciones de los mercados —y quizá para siempre—, se equivocó de medio a medio. Y la segunda es que el mantenimiento —si es que no incremento— de esta preocupación se está traduciendo en crecientes presiones institucionales y regulatorias sobre las entidades bancarias.
Esta última afirmación podría ser interpretada como un juicio desfavorable acerca de los esfuerzos que estas entidades están realizando para afrontar este reto. No es así en absoluto. En un estudio que ha llevado a cabo Mazars sobre cómo integran los 37 mayores bancos del mundo los riesgos del cambio climático en sus estrategias de negocio, se indicaba que el número de los que hacen ofertas de productos responsables prácticamente se ha duplicado en los dos últimos años, llegando a más del 80%; y dos tercios de ellos implementaban en 2020 medidas de fomento de la sostenibilidad en sus normas de Gobierno Corporativo, frente a menos de la mitad un año antes. A su vez, en el caso de los 33 bancos centrales, el 70% de estas instituciones considera que el cambio climático es una gran amenaza para la estabilidad financiera.
Así pues, parece incuestionable que tanto las autoridades bancarias centrales como los grandes bancos privados sean muy conscientes de estos riesgos y están poniendo en marcha por tanto sólidas iniciativas para hacerles frente. Sin embargo, aunque los avances son claros y sólidos, el camino que queda por recorrer es aún largo. Dos datos más: solo una cuarta parte de los bancos privados analizados demuestra cumplir “best practices” en la mayoría de los factores de sostenibilidad; y solo poco más de la mitad de los bancos centrales está supervisando los riesgos climáticos.
Por consiguiente, si acudimos a una imagen que solemos aplicar frecuentemente a situaciones como esta, la botella parece estar más bien medio vacía que medio llena. Y esto es así porque, aunque se estén aplicando soluciones de manera intensa y rápida, el camino se alarga cada vez más y probablemente de manera más acelerada que la aplicación de las soluciones: en efecto, la meta queda situada cada vez más lejos porque se están incrementando de manera constante las exigencias y las medidas regulatorias relativas a la integración de los riesgos del cambio climático en el sector bancario.
La incorporación del cambio climático como un riesgo más en los tests de estrés bancario, la demanda de más información y mayor transparencia en los reportes financieros acerca del clima, la fijación de requisitos más exigentes para asegurar la idoneidad de los productos sostenibles ofertados, las nuevas medidas regulatorias que están en marcha o a punto de estarlo… son algunos de los retos principales que los bancos tienen que afrontar de manera inevitable en este campo.
Una prueba añadida de que el camino es muy largo y se extiende cada vez más es que, según nuestro Sustainable Finance Policy Tracker, una herramienta digital que hemos lanzado con Official Monetary and Financial Institutions Forum (OMFIF) para hacer el seguimiento de 14 indicadores sobre política financiera sostenible en 22 países del globo, revela que en ninguno de ellos se aplican aún los tests de estrés climático…, pero se aplicarán: en media docena están en progreso y en casi otros tantos se encuentran ya anunciados.
Esto último es un aspecto particularmente crítico de la cuestión. Aunque los principales países avanzan claramente en la misma dirección, las situaciones y las medidas son bastante dispares, lo que quiere decir que el negocio de las entidades bancarias puede experimentar una creciente complejidad en este terreno. Por ello, no es de extrañar que ocho de cada 10 bancos centrales señalen que uno de los principales problemas es la falta de herramientas analísticas que proporcionen la información necesaria, así como datos actualizados y de calidad, pues las entidades financieras se enfrentan a una creciente fragmentación de los marcos de riesgo climático.
El sector financiero ha avanzado siempre gracias a la superación de retos formidables. Por ello, hay que confiar en que también lo conseguirá a la hora de afrontar los riesgos del cambio climático. Sin embargo, este es un desafío de extraordinaria envergadura, complejidad y urgencia que requiere una dedicación de mayor intensidad, soluciones más imaginativas y nuevas herramientas analíticas.
Carlos Marcos, socio responsable del sector bancario en Mazars.
✕
Accede a tu cuenta para comentar