Entrevista

Santiago Niño-Becerra: “A partir de 2023, vendrán los recortes”

Entrevista con el economista tras la publicación de su nuevo libro: “Futuro, ¿qué futuro? Claves para sobrevivir más allá de la pandemia” (Ariel)

El doctor en Economía y catedrático de Estructura Económica de la IQS School of Management (Universitat Ramon Llull).
El doctor en Economía y catedrático de Estructura Económica de la IQS School of Management (Universitat Ramon Llull).La Razónfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@310c279e

El economista Santiago Niño-Becerra (Barcelona, 1951) no suele dejar nunca indiferente con sus opiniones sobre la actualidad económica. En el nuevo libro publicado, Futuro, ¿qué futuro? Claves para sobrevivir más allá de la pandemia (Ariel), Niño-Becerra, catedrático de Estructura Económica en el Instituto Químico de Sarriá de la Universidad Ramon Llull de Barcelona, ahonda en la que, a su juicio, es la progresiva muerte del capitalismo y explica por qué.

En esta entrevista, también aborda los problemas que pueden llegar a la economía española, en un momento en que la Comisión Europea va a empezar a exigir reformas (como las pensiones) para contener el gasto y el Banco Central Europeo (BCE) ya ha activado una política monetaria restrictiva ante la elevada inflación.

En este nuevo libro, insiste en que el capitalismo es un sistema que va a morir.

El feudalismo desapareció porque dejó de ser útil: lo inventó Carlomagno porque su imperio era tan vasto que necesitaba personas de confianza que administraran los espacios de su imperio. Cuando, debido a la evolución de la historia, se llegó a sistemas de gobierno mucho más cohesionados y organizados, el feudalismo desapareció. Con los cambios necesarios, ¿el feudalismo hubiese podido sobrevivir? No, porque dejó de ser útil.

Es decir, ¿tampoco augura que las correcciones en las dinámicas del capitalismo permitan su supervivencia? Por ejemplo, medidas contra la concentración del capital y los oligopolios.

Lo que estamos viviendo ahora no es un cambio de sistema, porque llegará después. El virus no ha hecho más que acelerar los cambios y propiciar la llegada de un nuevo modelo dentro del capitalismo, que será mucho más tecnológico. La concentración de capital y su corolario (tendencia al oligopolio) no puede tener marcha atrás por dos motivos: porque el hecho diferencial lo marca tener la tecnología rompedora y para eso hace falta mucho capital para estar en la punta del I+D e innovar y por eso se va a concentrar; si el capital se concentra, los más débiles morirán o serán absorbidos. Pero es que el capitalismo tiende de por sí al oligopolio. No es que no se pueda arreglar, sino que es lógico que se produzca: si se concentra capital, se concentra riqueza y renta y, por tanto, la desigualdad va a seguir aumentando. Paliar este aumento con una renta básica o una serie de subsidios seria otra cosa, pero políticas redistributivas no sirven porque la competencia será feroz entre países.

Usted sostiene que la demanda de trabajo va a caer, pero la historia también da muestras de que los avances tecnológicos también han traído consigo la creación de otros puestos de trabajo. En España, hemos rebasado los 20 millones de empleados.

Sí hay más personas trabajando, pero el número de horas trabajadas ha caído. Es decir, trabajan más personas, pero se trabajan menos horas. Se están trabajando 2,5% menos horas que antes de la pandemia. De los nuevos contratos de abril, el 60% son a tiempo parcial. Y el 70% están creados por el turismo y el ocio. Sí trabajan más personas, pero la productividad ha caído y, como son empleos de relativo bajo valor añadido, los salarios medios son menores y tiene incidencia sobre el consumo y esto tiene una implicación en las cotizaciones sociales y recaudación fiscal.

Ha señalado la productividad, uno de los grandes males de España. ¿Ve solución?

Siempre he pensado que los trenes pasan solo una vez. El tren pasó en España en el siglo XVI, cuando España se convirtió en el proveedor de plata de Europa. ¿En qué gastó España esa plata? En importar bienes de lujo, construir palacios, catedrales, conventos e iglesias y en pagar a los ejércitos de Flandes. Es decir, en nada productivo, generando inflación. Con esa plata española, Europa hizo la revolución industrial y España se quedó en un país agrícola. Ahí, España perdió el tren. La revolución industrial se hizo en España en 1960, un siglo después del resto de países europeos avanzados. Y España ha apostado por el turismo, ocio...

Otra de las preocupaciones que muestra es la deuda pública en un momento en que el BCE plantea políticas monetarias restrictivas. ¿Qué riesgos tiene una política monetaria restrictiva para España?

En 2020, el 100% de la deuda pública española emitida la compró el BCE. A la que el BCE reduzca sus compras de deuda, el precio de la deuda aumentará y, si esto pasa, los fondos deben salir de algún lado: o bien de perseguir el fraude fiscal; o de aumentar impuestos; o, reducir otros gastos. España tiene una enorme dependencia del BCE, le ha venido muy bien la política monetaria tan laxa, pero ha creado situaciones incorrectas.

Ante esta situación, ¿ve inevitable la vuelta a los recortes en España?

Está claro que el arreglo y estabilización va a venir por la vía del recorte del gasto público. El gasto va a bajar y puede hacerlo de dos formas: por un puro recorte o por un aumento de las contribuciones de los usuarios en los servicios públicos (copago o tasas por uso). A partir de 2023, la Unión Europea le pedirá a España explicaciones sobre cómo piensa afrontar las reformas que se comprometió a hacer para recibir los fondos europeos y ahí se tendrá que poner hilo a la aguja. A partir de 2023, vendrán los recortes, cuando la Unión Europea pida poner negro sobre blanco los compromisos que adquirió España.

¿Cómo se puede corregir la inflación?

Hay dos tipos de inflación: la que se produce por exceso de dinero porque hay mucho crédito o porque los salarios se disparan; y la que tenemos ahora, que es un shock de oferta. Han pasado dos cosas: la pandemia ha roto las cadenas logísticas y ha cogido a muchas empresas con stock prácticamente cero (porque cuesta dinero mantener los stocks); y, ha habido un incremento de los costes energéticos. Cuando ha empezado la recuperación, nos hemos encontrado con problemas de suministros y energía carísima, y esto ha acabado en aumento de los precios. Y todo esto se ha producido con una inyección de anfetaminas de los Bancos centrales para recuperar la economía. Es una inflación difícil de arreglar, que ni la política monetaria ni la política fiscal pueden arreglar. La única forma de arreglarla es normalizar la oferta, pero los confinamientos de China empeoran la situación.

¿Cómo se normaliza la oferta?

La única manera es bajando la demanda para que se vaya normalizando la oferta. Subir los tipos de interés no vale para nada. Solo se puede hacer subiendo los impuestos para reducir el consumo.