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La economía en 2023 tras el trienio de los Cisnes Negros: vuelven los “martes sociales” para ganar las elecciones

La inflación, el mayor peligro, está dopada por las ayudas del Gobierno, que pueden extenderse al año electoral

La ministra de Hacienda y Función Pública, María Jesús Montero (d), y la vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño
La ministra de Hacienda y Función Pública, María Jesús Montero (d), y la vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos, Nadia CalviñoJUAN CARLOS HIDALGOAgencia EFE

Nassin Nicholas Taleb, ensayista, filósofo y financiero americano libanés, miembro del Instituto de Ciencias Matemáticas de Nueva York, desarrolló a partir de 2007, con gran éxito de público –tres millones de ejemplares de su libro vendidos– la teoría de los Cisnes Negros. Taleb, de alguna manera heredero de los escépticos Montaigne y Hume, que no cree que el pasado permita predecir el futuro, definió los Cisnes Negros como fenómenos sorpresivos –inesperados–, de gran impacto socioeconómico, a los que una vez ocurridos se les busca una explicación que los haga predecibles, aunque nadie los hubiera previsto. Eligió la figura del Cisne Negro porque desde la antigüedad, desde el poeta Juvenal, se identificaba a ese animal como ejemplo de lo imposible, hasta que el holandés Willem de Vlamingh descubrió uno en 1697 en el río Swan, en Australia Occidental.

La pandemia, el rebrote espectacular de la inflación y la guerra de Putin serían los grandes Cisnes Negros de los últimos tres años, como lo fueron la I Guerra Mundial, el atentado contra las Torres Gemelas o la aparición de Internet. El presente y el futuro de la economía mundial y, en este caso, la española, no se pueden contemplar sin tener en cuenta esos tres episodios, que todavía lo condicionan casi todo.

El año 2023, no obstante, puede ser también el fin definitivo de la larga y desconocida era del dinero «casi gratis», que fue la consecuencia de que se encadenaran en la práctica las secuelas de la Gran Recesión y la pandemia. Los bancos centrales, incluido el Banco Central Europeo (BCE), inundaron el mundo de dinero nuevo y, en la práctica, gratis. Los grandes expertos, salvo excepciones notables –algunas recogidas en estas páginas con antelación– descartaban la vuelta de la inflación y menos aún con la virulencia con la que lo ha hecho y que ahora condiciona todo. La inflación es el mayor peligro, por encima de la recesión, que acecha a las economías, incluida la española, que vive el espejismo de una inflación dopada –artificial– por las subvenciones del Gobierno.

El BCE acaba de subir los tipos de interés y volverá a hacerlo en 2023. Philip Lane, su economista jefe, prevé inflación alta hasta 2024 y el precio del dinero podría estabilizarse alrededor del 3% o el 4%. Eso sí, es muy improbable –sería otro Cisne Negro– que vuelva a ser negativo. Significa, claro, hipoteca y créditos más caros, que no irán acompañados con alzas salariales parejas a la inflación. Es doloroso, sí, pero la espiral precios/salarios solo conduce a una inflación más desbocada que todavía lo sería más y que, aunque para muchos no sea evidente, perjudica más a los menos favorecidos y con menos recursos de la sociedad.

España, con 1,5 billones de deuda pública y en año electoral, corre el riesgo populista de deslizarse por la pendiente de controles o limitaciones de precios, como se ha hecho con algunos alquileres, tarifas eléctricas o las ayudas –pendientes de revisión ahora– de carburantes. Pueden haber sido remedios temporales a situaciones extremas, pero no pueden perpetuarse ni extenderse y el que sean populares no justifica que un Gobierno haga lo incorrecto. Ha sido el trienio de los Cisnes Negros y no hay que tentar a la suerte, aunque el pasado no permita otear el futuro, como dice Taleb.

Gobernar es gravar para gastar

Osvaldo H. Schenone, doctor en economía por la Universidad de Chicago y experto fiscal del FMI, escribió un libro con elocuente título: «Gobernar es gravar para gastar». Fuentes Quintana, el de los Pactos de la Moncloa, también decía con ironía que «gobernar es gastar». Los Presupuestos Generales para 2023 son un ejemplo magnífico de todo eso. En año electoral, el Gobierno ha diseñado unas cuentas de gasto –se superarán los 600.000 millones en el conjunto de Administraciones– para solaz de su clientela y para buscar ampliarla, acompañadas de una subida de impuestos a los teóricos ricos de cara a la galería. En 2023, volverán los martes sociales, a bombo y platillo, como recurso para intentar ganar las elecciones.