Análisis
España, condenada por el Gobierno al estancamiento económico
España tiene el triste récord de liderar la subida de presión fiscal en la UE desde la pandemia, con 46.577 millones más. Y es el único país de la UE que ha perdido un 14% de PIB per cápita desde 2008
Que el Gobierno se felicite por los datos del PIB y de la encuesta de población activa es normal. Su objetivo es la propaganda. Que haya gente que lo defienda es alucinante. El Gobierno, en su presentación de octubre de 2022 para los presupuestos anunciaba un crecimiento del 7%. El dato final ha sido un rebote insuficiente y endeudado disfrazado por un desplome de importaciones y aumento de gasto público.
El dato de empleo de la EPA es muy malo. España cierra 2022 con la mayor tasa de paro de Europa, el mayor desempleo en la sombra, según UBS, y el mayor paro juvenil, según Eurostat.
¿Recuerdan cuando el ahora ministro Garzón nos recordaba en 2017 que “España no crea empleo, desguaza el existente” porque no subían las horas trabajadas? A cierre de 2022 caen las horas trabajadas comparado con 2019. Nos falta por recuperar 468.000 horas anuales de trabajo. Además, la tasa de empleo desciende 42 centésimas con respecto al trimestre anterior y se queda en 50,99%, prácticamente ninguna mejora desde los niveles de 2018, según USO.
En el último trimestre se han destruido 82.000 empleos, la mayor cifra desde 2013. La caída en la ocupación del empleo privado asciende a más de 100.000 personas. Sube la tasa de paro oficial hasta el 12,9% aunque la tasa de paro “en la sombra” según UBS supera el 15%. Desde 2017 no había subido el paro en el cuarto trimestre. El flujo total de entradas al paro ha sido de 1.407.100 personas, 132.800 más que en el cuarto trimestre de 2021.
España cierra 2022 sin recuperar el PIB de 2019, la única de las economías comparables que no lo ha recuperado, y el mayor aumento de deuda, más del doble que la media de la UE.
Un PIB que rebota un 5,5% mientras la deuda pública aumenta un 5,6% y se queda por detrás de los niveles de 2019 tras el mayor estímulo iscal y monetario de la historia no es un éxito, es un fracaso.
Con datos de la contabilidad nacional, la contribución de la demanda nacional al crecimiento interanual del PIB es de 0,6 puntos, 2,0 puntos inferior a la del tercer trimestre. España lleva dos trimestres de caída de la inversión (formación bruta de capital), un 1,2% en el cuarto trimestre y un 0,8%. La formación bruta de capital ha caído tres de cuatro trimestres y nos dicen que es un éxito. La demanda nacional apenas rebota. Las exportaciones caen un 1,1% en el cuarto trimestre y lo que sostiene el PIB es un aumento del gasto público de 1,9% en dicho trimestre y una caída de las importaciones del 4,2%.
Estos no son datos de crecimiento, sino de estancamiento.
Todos esto nos debe preocupar porque si no se presenta un programa solido y ambicioso de reformas, España está condenada al estancamiento. No valen los paños calientes. En 2008 se acudió a gastar más y endeudarse, y fracasó. En 2011 se subieron todos los impuestos y redujeron algunos gastos y fue un error descomunal que no se empezó a recuperar, demasiado tarde, hasta 2016. En 2018 el gobierno se lanzó a disparar desequilibrios bajo la excusa de la inexistente austeridad y ya en 2019 aumentaba déficit a pesar de contar con viento de cola y crecimiento. Desde 2019 solo se suben -más- los impuestos y se disparan los desequilibrios para dejar alto paro, más deuda y menor crecimiento.
Si algo debiésemos aprender de 2008-2022 es que el Keynesianismo de gastar, subir impuestos y endeudar no es una receta de progreso sino de fracaso. Hemos perdido puestos en renta per cápita con respecto a nuestros socios y España se queda como un país que parece condenado a contentarse con rebotes insuficientes. Es preocupante, por lo tanto, que vuelva la idea de que no se puede hacer nada más que poner parches. Sin un programa ambicioso de reducción de gasto innecesario e impuestos y reformas de calado que liberalicen y fortalezcan la economía española para conseguir su potencial, estamos condenados a seguir en el estancamiento.
O se hace un programa potente de reducción de gasto e impuestos, o nos quedamos en el limbo de la irrelevancia.
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