Opinión

El gobernador del Banco de España y sus consejos

Pablo Hernández de Cos está a punto de terminar su mandato tras seis años al frente del Banco de España en los que ha llamado a las cosas por su nombre. Advierte de la crisis de vivienda, del alto paro y la baja productividad

Pablo Hernández de Cos
Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España Gonzalo PérezLa Razón

Marco Tulio Cicerón (106AC-43AC), hace más de dos mil años, en su Epístola a Attico, (109AC-32AC) recomendaba al historiador romano «atrévete a dar buenos consejos con franqueza». Quizá no sea sencillo en la política y en sus aledaños, pero no por ello deja de ser cierto, aunque tampoco sea una práctica frecuente. Pablo Hernández de Cos está a punto de terminar su mandato –improrrogable por ley– de seis años como Gobernador del Banco de España (BdE). El Informe Anual de la institución será su despedida técnica, su legado y también una herencia que quien le suceda puede aceptar o no. Ayer, Ángel Gavilán, director general del Economía y Estadística del BdE, adelantó y explicó dos de los cuatro capítulos de informe. Los otros dos, con la presentación –en este caso despedida– del Gobernador llegarán la próxima semana, el martes día 30.

Hernández de Cos, desde su nombramiento, días antes de que Pedro Sánchez desalojara de la Moncloa a Mariano Rajoy, se fijó el objetivo de recuperar el prestigio del Banco de España, dañado por la crisis de solvencia y dificultades de una buena parte de las extintas cajas de ahorros, que provocaron el rescate financiero. Seis años después, dejará el puesto con los deberes hechos y con buena nota, algo que le ha generado conflictos, más o menos larvados, con el Gobierno, muy suspicaz ante la más mínima crítica. El gobernador nunca ha dejado de pedir un gran acuerdo para impulsar la economía española y, casi siempre, ha predicado en el desierto. El Banco de España, estos años, que goza de un estatuto de independencia, ha llamado a las cosas por su nombre y levantado muchas ampollas.

Ayer explicó que España es el país europeo en el que hay más inquilinos en riesgo de pobreza y que el esfuerzo necesario para acometer el gasto en vivienda es «comparativamente» elevado. Una forma elegante de explicar que los intentos de topar los alquileres no han servido para nada. El BdE también apunta que el estancamiento de la productividad y el elevado paro obligan a una «revisión exhaustiva de las políticas de empleo». Un mensaje que no gustará al Gobierno, pero que no es más que un «consejo con franqueza» como sugería Cicerón.