Economía

El gran reto de la innovación: 36.000 millones de euros para alcanzar los objetivos de I+D

Desde 2014, la inversión en España en investigación y desarrollo ha crecido hasta alcanzar el 1,4 % del PIB, aunque sigue lejos del objetivo del 2,1 % fijado para 2027

De izq. a drcha, Marta Miguel, Samuel Fernández, Isabel Portero, Eva Jiménez y Marta Navarrete
De izq. a drcha, Marta Miguel, Samuel Fernández, Isabel Portero, Eva Jiménez y Marta Navarrete Jesús G. Feria

Ante los bustos de los premios Nobel de Medicina, Ramón y Cajal y Severo Ochoa, se alza la imponente sede central del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la mayor institución pública dedicada a la investigación en España. Un espacio majestuoso que acoge a investigadores y científicos cuya misión es desarrollar investigación básica y aplicada en todas las áreas del conocimiento humano.

Su visión: un compromiso firme con la excelencia científica y la vanguardia del conocimiento, con el objetivo de ejercer un efecto tractor que impulse el progreso del país, la mejora de las condiciones de vida de la población y la sostenibilidad del planeta. La investigación es el primer peldaño en el camino hacia la innovación.

Se atribuye a Einstein, sin suficiente constatación, la frase «locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes», que bien podría ser una buena presentación de lo que es una innovación. Una segunda es que estos avances se perciben en cualquier actividad humana. Y esto conduce a una definición muy simple y actual de una innovación, que dice que es «un cambio, basado en conocimiento, que genera valor». Estos cambios pueden ser en cualquier actividad del hombre (social, política, artística, deportiva y, por supuesto económica) y deben aportar un resultado que debe ser valorado positivamente por los actores, de lo contrario será solamente una idea brillante y, en el caso más técnico, una invención, apunta el investigador de Fedea, Juan Mulet.

España se encuentra en una encrucijada en el ámbito de la ciencia y la innovación: a pesar de ocupar el noveno lugar en producción científica a nivel mundial, el país sigue rezagado en la conversión de este conocimiento en innovación tangible, situándose en el puesto 28 del Índice Global de Innovación. Esta brecha refleja la dificultad para trasladar la investigación académica al sector productivo, lo que limita el impacto de los avances científicos en la economía y la sociedad.

España no solo está rezagada en la conversión de la investigación en innovación tangible, como reflejan estos datos, sino también en el gasto que el Estado destina a la investigación y el desarrollo (I+D). Aunque desde 2014 se ha registrado un crecimiento ininterrumpido y el peso de la inversión en I+D dentro del PIB ha aumentado del 1,2 % en 2014 al 1,4 % en 2022, esta cifra sigue estando lejos del objetivo del 2,1 % del PIB fijado por la Estrategia Española de Ciencia, Tecnología e Innovación para el año 2027.

Alcanzar dicho objetivo implicaría incrementar la inversión en más de 17.000 millones de euros, hasta alcanzar los 36.000 millones en 2027, según recoge un estudio de la Cámara de Comercio de España citando datos de la Fundación Cotec.

Investigación que se queda en las aulas

Las políticas científicas y tecnológicas demandan un continuo aporte de recursos, ya que si se interrumpen es imposible que los investigadores puedan seguir el ritmo de avance del conocimiento científico y quedarán excluidos de su colectivo que, por naturaleza, es mundial.

«La investigación se queda en las aulas. Dinero hay, pero no está bien dirigido, no llega al emprendedor. Por otro lado, en España hay pocos inversores, porque no ven el retorno económico. No somos Silicon Valley», se lamenta Marta Miguel Castro, investigadora del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL) y cofundadora de la spin-off iLike Food Innovation. Las spin-off son empresas derivadas de instituciones académicas (44%), hospitales (29%) o centros de investigación (27%), que juegan un papel clave al actuar como puente entre la investigación y la industria, facilitando la transferencia tecnológica y la generación de soluciones innovadoras en sectores estratégicos como la salud.

Licenciada en Ciencias Biológicas por la UCM y doctora por la UAM con mención de doctor europeo, Marta Miguel Castro está centrada en el diseño y obtención de nuevos ingredientes y alimentos funcionales para mejorar la salud, el bienestar y la calidad de vida de las personas. Marta desarrolló un análogo cárnico de origen vegetal llamado Leggie. El pasado verano lo empezaron a escalar con MRM, una empresa cárnica de Móstoles. «Nos dieron 10.000 euros y nosotros les dimos producción y comercialización. Conseguimos escalar muy rápido, porque una de las cosas buenas de la transferencia de conocimiento a través de la spin-off, es que como el investigador está implicado todo es más rápido», cuenta.

"El emprendedor español, por lo general, lo hemos perdido todo desde que descubrimos América"

Pero llegar hasta aquí ha sido un «vía crucis». «Tuvimos que pedir avales. Las ayudas públicas suelen ser para empresas con menos de tres años de vida y, si no, no te las dan. ¿Acaso una startup tiene beneficios después de tres años para pagar dinero?. Nosotros vamos con inversores, vamos solas. Cuesta mucho tener éxito. El emprendedor español, por lo general, lo hemos perdido todo desde que descubrimos América, está ahí pero no se potencia», señala.

La maduración de una spin-off biomédica requiere entre 7 y 15 años y una elevada inversión de capital, por lo que es esencial contar con fuentes de financiación adecuadas en cada etapa. El proceso se estructura en varias fases con apoyos específicos, y en el caso de España existen más limitaciones frente a sus homólogos en países con mayor acceso a capital y sistemas de inversión más consolidados.

Con el objetivo de comprender los desafíos y oportunidades a los que se enfrenta el ecosistema de innovación en ciencias de la vida, la Fundación Botín y la consultora estratégica Inveniam Group han elaborado el informe «Evolución y tendencias del emprendimiento científico español en salud», un documento en el que se analizan las tendencias de creación de estas empresas entre 2001 y 2023, su acceso a financiación y las operaciones de salida (exits), es decir, el momento en que la compañía ha alcanzado la madurez suficiente para su venta, proporcionando liquidez a los fundadores y primeros inversores.

Entre 2001 y 2023 se han identificado 26 operaciones de salidas de estas spin-off sanitarias de origen público en España, con un tiempo medio de 9,3 años entre su creación y la venta de la empresa o la entrada de nuevos inversores.

Marta Navarrete, Samuel Fernández, Isabel Portero, Marta Miguel y Eva Jiménez
Marta Navarrete, Samuel Fernández, Isabel Portero, Marta Miguel y Eva JiménezJesús G.Feria

Investigar, un reto para valientes

Inspiration-Q, es una spin-off del CSIC, enfocada a la investigación, desarrollo y comercialización de soluciones de software inspiradas en la computación cuántica. La compañía fue fundada en mayo de 2021 por Samuel Fernández Lorenzo, Juanjo García-Ripoll y Diego Porras, todos ellos doctores en la materia y con más de dos décadas de experiencia en computación cuántica.

«En España investigar es un reto para valientes. La financiación al principio es crítica, no tienes ingresos, no tienes equipo, todo es a pulmón. Existen instrumentos públicos como NEOTEC del CDETI, pero tienes que tener cierta trayectoria y su acceso implica burocracia y coinversión privada», señala Samuel. Lamenta la falta de instrumentos para apoyar la transferencia tecnológica hacia la creación de empresas, es decir para llegar a la innovación.

Una alta cualificación

Eva Jiménez es investigadora y miembro de Sensorika Lab Innovation, una empresa basada en conocimiento (EBC) y creada por investigadores del Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja (CSIC-IETcc) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Chatu Tech S. L.Witeblak.

Licenciada en Ciencias Ambientales, Eva lleva 14 años como Investigadora del CSIC y recientemente ha obtenido la plaza de científico titular. «Siempre me ha gustado buscar soluciones a los problemas. La investigación me permite hacer justo eso, aunque reconozco que es una carrera complicada», explica esta investigadora. «Es un trabajo largo, a veces frustrante, y gestionar esa frustración es parte del proceso. Pero también es muy gratificante».

Pese a su pasión, señala con sinceridad las dificultades del sector: «Si buscas un salario elevado, la investigación no es el camino. Las becas no tienen cuantías muy altas y, cuando alcanzas cierta estabilidad, sigue sin ser comparable con lo que se paga en la empresa privada». Además, denuncia un desajuste entre la alta cualificación del colectivo investigador y sus condiciones laborales: «Somos uno de los gremios más cualificados, pero lo que se nos paga no está equilibrado con respecto a nuestra formación y responsabilidad».

Sobre la situación en España, es clara: «Tenemos limitaciones económicas importantes y estabilizar una carrera científica aquí cuesta muchísimo. Ese es uno de los puntos más débiles del sistema y una de las causas de la fuga de cerebros». Aunque reconoce que se están haciendo esfuerzos para revertir esa tendencia, lo ve difícil: «Ahora se intenta solucionar el problema, pero es complicado. Cuando un investigador se marcha fuera y mejora su situación laboral, es raro que regrese. Fuera, el trabajo de investigador está mejor pagado que aquí». Y a pesar de todo, concluye con convicción: «Para mí, dedicarme a la investigación no es una cuestión económica. Lo hago porque me apasiona».

Burocracia

Burocracia es la palabra más repetida por los investigadores en su incierto camino en el impulso a la investigación. En la fase pre-semilla de una spin-off predomina la financiación pública. En la fase semilla, instrumentos públicos como NEOTEC del CDTI y el programa INNVIERTE son claves. Aquí también operan business angels y plataformas de crowdfunding, que facilitan fondos en esta etapa crítica. Además, desde 2015 existen gestoras de fondos especializadas en inversión en fases tempranas.

Por último, ya en la fase de crecimiento, el capital riesgo nacional e internacional cobra relevancia, junto con programas como el EIC Accelerator del Consejo Europeo de Innovación, pero la financiación disponible sigue siendo insuficiente frente a los estándares europeos y estadounidenses.

Isabel Portero es la CEO y fundadora de la empresa biotecnológica BioHope, especializada en el desarrollo de herramientas diagnósticas para medicina personalizada en el campo de la inmunología. No es una spin-off y fundó su empresa con la ayuda de una business angel. "Nos dedicamos a la medicina de precisión o personalizada, una de las verticales de innovación más importantes en salud —la otra es la inteligencia artificial (IA). Nuestra misión es desarrollar nuevos análisis clínicos y algoritmos de IA que permitan personalizar los tratamientos médicos en enfermedades asociadas a inflamación crónica, como los trasplantes de órganos o las patologías del sistema inmunológico. La inflamación es la nueva oncología", explica Portero.

BioHope ha cumplido ya diez años de trayectoria. "Empecé desde cero. No habría podido fundarla sin la ayuda de una mecenas, una business angel que aportó un capital inicial con el que pude alquilar un tercio de un laboratorio, comprar un par de ordenadores y contratar a un científico", recuerda esta médica internista e investigadora. "En estos diez años, la mitad del dinero lo hemos conseguido a través de convocatorias públicas europeas y de la Comunidad de Madrid. También hemos recibido apoyo de ENISA, del CDTI y, recientemente, un préstamo del Banco Europeo de Inversiones (BEI)", detalla. Sobre la financiación, Portero admite las dificultades: "Cuesta encontrar recursos. Una empresa como esta atraviesa momentos de mucho estrés de tesorería. La financiación existe, pero es difícil de conseguir, porque el inversor europeo es más conservador que en EE. UU. o Asia".

BioHope ya ha lanzado al mercado un test revolucionario: el Inmunobiograma, que ayuda al médico a decidir qué medicamentos utilizar para evitar el rechazo del órgano trasplantado, y que ya se está utilizando en algunos hospitales.

Tradición investigadora española

Marta Navarrete Llinás es científica titular del CSIC y dirige el laboratorio de Plasticidad Sináptica e Interacciones Astrocito-Neurona en el Instituto Cajal (Madrid). Doctora en Neurociencias por la UAM, ha realizado estancias en centros internacionales como el Albert Einstein College of Medicine (EE. UU.) y cuenta con una sólida trayectoria postdoctoral en centros punteros. Desde 2021 lidera su propio grupo de investigación, centrado en el papel de los astrocitos en la plasticidad sináptica, el aprendizaje, la memoria y enfermedades cerebrales. Ha recibido reconocimientos como el premio L’Oréal-UNESCO For Women in Science y forma parte de varias sociedades científicas y comités editoriales.

Marta Navarrete reivindica el papel de la investigación española en el mundo y, en particular, subraya la necesidad de situar la neurociencia en el centro de las políticas sanitarias y científicas, tanto a nivel nacional como europeo. "Más de 20 millones de personas, el 43 % de la población, conviven con algún trastorno neurológico, un porcentaje 1,8 puntos superior a la media europea. Estas patologías son la primera causa de discapacidad y la segunda de mortalidad en nuestro país. A ello se suman los trastornos psiquiátricos, que afectarán al 70 % de la población activa en algún momento de su vida. El coste sanitario de los trastornos cerebrales alcanza el 4,7 % del PIB, y enfermedades como el Alzheimer o la ELA suponen más de 40.000 euros por paciente al año. Pese a su magnitud, aún existen barreras para acceder a tratamientos eficaces y mejorar la calidad de vida de quienes los padecen. Por todo ello, impulsar la investigación, la innovación terapéutica y las políticas de prevención resulta inaplazable", concluye.

Navarrete se muestra orgullosa de la tradición investigadora de España y evoca a Ramón y Cajal como símbolo de esa excelencia. "Ramón y Cajal realizó siempre su investigación en España", recuerda con admiración, mientras observa el busto del Nobel de Medicina que preside las instalaciones centrales del CSIC. Para ella, ese legado no es pasado, sino una responsabilidad presente: demostrar que, también desde aquí, es posible cambiar el futuro del cerebro.