Opinión
La munición de la ultraderecha
En los barrios trabajadores no importa Palestina ni el lenguaje inclusivo. Importa la inmigración ilegal y llegar a fin de mes
Flash informativo de la BBC: «Las mujeres francesas protestan contra el auge de la ultraderecha». Desconozco quién está al frente de la televisión pública británica, pero una cosa está clara, no sabe contar o busca audiencias entre los idiotas del mundo. ¿Por qué la emprendo con la BBC? Pues porque en las imágenes que acompañaban a tan impactante cabecera mostraban, siendo generosos, a un centenar de manifestantes desaliñadas, muy poco representativas de las mujeres francesas. Al parecer hay cierto consenso entre la muy interesada izquierda de salón, esa que viste de diseño y pasa sus vacaciones en un yate propio o ajeno, de que la ultraderecha es el Leviatán mientras que la ultraizquierda no existe o está formada por simpáticos grupos de comunistas porreros y greñudos, anticapitalistas perroflautas y okupas festivaleros. Pero eso ya lo sabíamos. Lo preocupante es que la hipocresía se convierta en dogma.
Todo camina de una forma totalitaria de entender el mundo en la que si no opinas como ellos, eres ultraderecha. Esa misma concepción que criminaliza a quienes protestan delante de una clínica abortista y que subvenciona con dinero público el aborto. Porque si la izquierda radical puede acogerse cuando le viene bien a la objeción de conciencia y defiende la ocupación de viviendas. con propietario o no dentro, por qué quienes estamos en contra del aborto tenemos que pagar de nuestros bolsillo embarazos ajenos, habiendo como hay mil y una fórmulas para evitarlos.
Es el mismo dogma que exige cuotas para todas las minorías, posibles caladeros de votos, mientras se olvida de las familias de toda la vida, de las clases medias, de los trabajadores. Quizá por eso, es la clase trabajadora, la que peor lo tiene en muchos años por culpa de los vividores de la política, la que se está echando en brazos de la ultraderecha.
Porque en esos barrios no importa Palestina ni el lenguaje inclusivo. Importa la inmigración ilegal, que llega a mareas y convierte en zonas deprimidas lo que antes eran vecindarios de clase trabajadora. Para esa izquierda burguesa toda la inmigración es maravillosa y hay que abrir las fronteras. Habría que ver si pensarían igual si les acamparan bajo sus áticos de lujo decenas de inmigrantes o les ocuparan el piso de abajo. Esa hipocresía es el combustible de los extremismos.
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