Elecciones generales

El PSOE en 2023 frente a 2008

La fragilidad económica sumada a la complicada aritmética política pueden atragantársele al «sanchismo» los próximos cuatro años si finalmente permanece en La Moncloa

Sánchez ya no podrá resolver los asuntos económicos pendientes con la receta de gasto, gasto y más gasto
Pedro Sánchez en FerrazGtres

En 2008, Zapatero ganó las elecciones generales ante Rajoy porque, a pesar de los claros e incipientes síntomas de crisis que ya eran observables, consiguió reunir en torno a su figura (casi) todo el voto de Izquierda Unida (Gaspar Llamazares se quedó únicamente con dos diputados en el Congreso) y a gran parte del voto nacionalista catalán.

De esa manera, el PSOE logró una feliz victoria que solo fue la antesala de la mayor crisis existencial que ha tenido que atravesar el partido toda vez que, entre 2008 y 2011, tuvo que enfrentarse a las consecuencias de muchas de las irresponsables políticas económicas que había aplicado durante la legislatura anterior.

Desde luego, los paralelismos nunca son exactos y, de hecho, objetivamente la economía española no se halla en una situación ni mucho menos tan mala como lo estaba en 2008 (gracias, en esencia, a que su sector privado está mucho más saneado). Sin embargo, lo ocurrido este 23-J posee un cierto aroma de lo acaecido quince años antes: Sánchez ha logrado mantener los apoyos del PSOE gracias a la absorción de parte del voto de Sumar y de los nacionalistas catalanes y vascos; a su vez, si Sánchez consigue revalidar su gobierno, como ahora mismo es previsible (aunque no inevitable) que suceda, PSOE-Sumar tendrán que enfrentarse durante los siguientes cuatro años a las consecuencias de su irresponsable política económica durante la anterior legislatura.

Gasto público desbocado especialmente en materia de pensiones, deuda pública disparada y un contexto internacional que, al calor de los altos tipos de interés, parece que empieza a desacelerarse (ayer mismo conocimos que Alemania podría estar profundizando en su recesión a tenor de los datos de actividad manufacturera).

A partir de 2024, llegará la necesidad de cuadrar el presupuesto, de ir digiriendo los mayores costes de financiación y de poner a prueba la resiliencia de nuestra economía si la recesión termina instalándose en Europa y EE UU. Si a la fragilidad económica le añadimos la complicada aritmética política, los próximos cuatro años pueden atragantársele al «sanchismo» si finalmente permanece en La Moncloa.