ETA

El “dandy de la muerte” o la indignidad de un tiempo sin honor

El futuro de “Josu Ternera” está por escribir, el pasado de sus víctimas lo rubricó con sangre hace tiempo, estás todas muertas

El “dandy de la muerte” o la indignidad de un tiempo sin honor
El “dandy de la muerte” o la indignidad de un tiempo sin honorlarazon

Las peripecias de José Antonio Urruticoechea, “Josu Ternera”, en la clandestinidad en estos últimos años deberían haber tenido un final fatal hace tiempo. Si fuera por el cúmulo de intoxicaciones que se filtraron sobre su paradero y estado de salud, el jefe de ETA llevaría criando malvas hace años. Esa fábula interesada, que lo describió como un enfermo terminal al estilo Bolinaga, le permitió moverse con relativo consentimiento por Europa y participar en los enjuagues de las negociaciones con la banda. En realidad, los retratos de estudio que le ha realizado el “fotógrafo de los políticos” Jöel Saget, y que lo presentan como una suerte de “dandy” en su retiro o santuario parisino, son los de un individuo con una salud escasamente o nada quebrantada. Aguarda en las calles francesas una posible extradición a nuestro país por varios de sus crímenes no juzgados, en lo que muy probablemente será otra de esas piezas de este ajedrez vil y desalmado en el que el gobierno de turno ha convertido la política en nuestro país. El futuro de “Josu Ternera” está por escribir, el pasado de sus víctimas lo rubricó con sangre hace tiempo, estás todas muertas, el presente de este “héroe de la retirada”, como lo describió el socialista Eguiguren, es el de un vecino más de París, que disfruta de las comodidades y singularidades de la gran urbe europea y de la hospitalidad de un casero que, por lo visto, le regala el alquiler. En realidad, esas fotografías del “dandy de la muerte” son en sí mismas un escarnio y una vergüenza para la dignidad de España y de Europa. Los gobernantes y parte de la justicia asienten con naturalidad a la sonrojante escena de un asesino en serie convertido en icono de un tiempo nuevo. Enfrentarse con entereza y honor al mal ya no es una condición del buen servidor público. Degradarse moralmente es un signo de estos tiempos en los que verdugos como Ternera se toman un café en los Campos Elíseos a la salud de sus víctimas, de esas niñas de la casa cuartel de Zaragoza, a quienes se les arrebató lo que fueron y lo que podrían haber sido. Y nada pasará. Demasiadas almas negras pululan en los círculos de poder. La democracia está en retirada mientras “Josu Ternera” pide otra copa.