Editorial

Felipe VI, baluarte de la libertad

El Rey goza del mayor prestigio porque se lo ha ganado en siete años convulsos

Llueven en estos días las felicitaciones y reconocimientos al Rey en el séptimo aniversario de su proclamación. Con la perspectiva que ofrece siempre un periodo razonable de tiempo, nos parece justo reseñar que este país y esta sociedad son los que deberían congratularse por la figura que encarna hoy la Jefatura del Estado. A los servidores o responsables públicos, a los titulares de las más altas instituciones y dignidades, y no hay mayor en España que la Corona, hay que medir su talla y evaluar sus actos por el grado del desafío o lo ardua que resulte la misión, y contextualizarla en el tiempo político y social en el que se desenvolvieron. Estos siete años parecerán pocos para los libros de historia, pero a los contemporáneos, a los que nos ha tocado vivirlos, se han convertido casi en una senda inacabable, una eternidad repleta de adversidades, convulsiones y desafíos que han extraído lo mejor y los peor según los casos. En el de Don Felipe, no es muy aventurado asegurar que habrá disfrutado de contados instantes de respiro. El repaso a los episodios de esta primera parte de su reinado describe un septenio borrascoso y turbulento. Desde el golpe contra el orden constitucional en Cataluña a la pandemia pasando por un atentado yihadista, la crispada y desasosegante vida política con un gobierno socialista comunistas que acoge en un seno a enemigos del Rey que se han dedicado a torpedear su figura y abrir debates artificiales sobre el modelo de Estado. En estos años críticos y dolorosos, Felipe VI no ha sentido, porque no lo ha tenido, el debido respaldo sin fisuras ni matices desde La Moncloa. Acomodadas en una suerte de atalaya equidistante y espectadora, la lealtad desde las instituciones del gobierno de la nación ha resultado una conducta borrosa y esquiva. En esas circunstancias, el Rey se ha manifestado sobresaliente en el impecable ejercicio de su función constitucional. Sus aportaciones prudentes y discretas, la mayoría, o decisivas y audaces, como el 3 O, han sido esenciales siempre al servicio del interés general, incluso en dolorosos capítulos familiares. Su compromiso con los mejores valores constitucionales, con España y los españoles, ha sido y es incuestionable, y en tiempos en los que arrecian, incluso desde el poder, quienes los amenazan y quieren acabar con ellos, su comportamiento nos parece el de un gran Rey. Así lo ven también los españoles, según la encuesta de LA RAZÓN, con un refrendo excepcional a Felipe VI y a la Monarquía. El Rey cuenta con el pueblo soberano. No lo pueden decir muchos.