Editorial

La política exterior como muleta personal

La simple equidistancia entre una organización terrorista como Hamás y un gobierno elegido democráticamente como el israelí acabará por marcar la percepción exterior de España mucho tiempo después de que Trump y Netanyahu hayan dejado, democráticamente, el poder

London (United Kingdom), 03/09/2025.- British Prime Minister Keir Starmer (R) and Spanish Prime Minister Pedro Sanchez (L) talk during a meeting at 10 Downing Street in London, Britain, 03 September 2025. Sanchez committed to complete his term even if his government’s allies in parliament reject his latest budget proposal. (España, Reino Unido, Londres) EFE/EPA/BETTY LAURA ZAPATA / POOL
Pedro Sánchez, en el 10 de Downing StreetBETTY LAURA ZAPATA / POOLAgencia EFE

El mero hecho de trasladar al ámbito exterior los problemas de índole familiar, con un ataque, además, a unos jueces que actúan según su criterio profesional, no sólo invalida la posición del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ante cualquier interlocución internacional, sino que, insensiblemente, le alinea con esos mandatarios de la «derecha extrema» con los que dice discrepar y que, también, como el propio presidente norteamericano, Donald Trump, suelen arremeter contra el sistema de Justicia de sus países cuando se ven en apuros ante las actuaciones judiciales. Ciertamente, nunca está de más un encuentro con un primer ministro británico, en este caso el laborista Keir Starmer, también con crecientes problemas internos de popularidad, pero si esa reunión viene precedida de una toma de postura pública con respecto a algunos de los más estrechos aliados de los británicos o de sus líneas maestras en política exterior, convirtiendo el encuentro en un escaparate para el mejor lucimiento de nuestro presidente ante su clientela más fiel, los frutos para los intereses exteriores de España se antojan lejanos. Porque lo cierto es que ni Starmer va a arriesgar lo más mínimo su privilegiada relación económica y comercial con Estados Unidos ni va a cambiar la política tradicional inglesa con respecto a Israel. Ya nos referimos hace poco más de un mes desde estas mismas páginas a la pretensión de La Moncloa de activar la agenda exterior de Pedro Sánchez para compensar las dificultades de todo orden que afronta en el campo doméstico y que, con la paulatina conclusión de las distintas investigaciones judiciales, no parece que vayan a mejorar en absoluto. Ahora bien, la promoción personal, incluso con países «fáciles» con los que nos unen muchos propósitos comunes, no debería comprometer los intereses generales de España. Ni la confrontación directa con el mandatario estadounidense, que Sánchez intenta rebajar apelando a un supuesto pragmatismo que no es más que el reconocimiento de una posición de debilidad, ni ponerse a la cabeza de quienes buscan el aislamiento de Israel en el concierto de naciones democráticas, aun a costa de las capacidades de defensa y seguridad de la Nación, son asuntos que deban utilizarse para alimentar la propaganda gubernamental. Entre otras razones, porque la simple equidistancia entre una organización terrorista como Hamás y un gobierno elegido democráticamente como el israelí acabará por marcar la percepción exterior de España mucho tiempo después de que Trump y Netanyahu hayan dejado, democráticamente, el poder. Y, por último, ninguna declaración, aunque sea de fervor medioambiental, cambiará en el exterior la realidad de que nuestro país es de los que menos contribuyen militarmente a la defensa de Occidente, donde todavía se reconoce la virtud de que los socios y aliados ajusten hechos y palabras.