Editorial

La impostada fortaleza de Podemos

Es un hecho constatable que la presencia política de Unidas Podemos en el Ejecutivo y en los medios no encuentra concordancia alguna ni deriva de su poso y apego entre la gente

Los debates de totalidad en el Congreso de los proyectos de ley de bienestar animal, la ley trans y la reforma de la ley del aborto deberían servir ayer para cargar el depósito de haberes políticos de Unidas Podemos. Han sido planteados y vendidos como las aportaciones cruciales de la izquierda extrema en el Gobierno al estado social y de derecho en este tramo final de la legislatura. La denominación de origen legislativa de una formación con una pérdida de arraigo flagrante e incesante. La convivencia en la coalición cada día más degradada, con roces y enfrentamientos casi a diario, ha reducido de forma incontestable la visibilidad e incidencia institucional de los morados en el marco de la acción de gobierno, sometidas por la hegemonía de Pedro Sánchez y el favoritismo monclovita de Yolanda Díaz. En las tres iniciativas citadas se engloban buena parte de las esperanzas de la dirección podemita de recuperar algo del terreno político en el espectro de la izquierda, en el que el PSOE, pese a su desgaste inocultable, ha medrado y se ha nutrido de la decadencia crónica de los populistas.

Es un hecho constatable que la presencia política de Unidas Podemos en el Ejecutivo y en los medios no encuentra concordancia alguna ni deriva de su poso y apego entre la gente. Las fricciones en los Presupuestos, con discursos altisonantes sobre deslealtades especialmente en las cuentas de Defensa, el ostensible ninguneo casi diario a los morados y desencuentros como el de la ley de la vivienda, pretenden ser respondidos y amortiguados con proyectos como los debatidos ayer tan controvertidos y contestados incluso por colectivos de la propia izquierda, especialmente la ley trans, descalificada por feministas y socialistas. Más allá de su operatividad estratégica electoral, estamos ante iniciativas esencialmente ideológicas contra la convivencia, la razón, el interés general y la Constitución. Las ministras Belarra y Montero han pergeñado una triada legislativa en pos de una involución en terrenos de confrontación y disputa emocional y ética que han recibido una muy seria contestación y cuyo alcance, más allá de sus victorias parciales en la tramitación, quedará en manos de una procelosa litigiosidad.

El propósito de la izquierda extrema, con la complicidad del presidente y de los socialistas, nunca ha sido fortalecer y reconocer derechos ni nuevos ni viejos, sino desmontar una sociedad, la española, y un estado, el constitucional, que detestan. La instrumentalización que supone el manejo de los proyectos de ley de bienestar animal, la ley trans y la reforma de la ley del aborto sirve a la política, o eso cree Unidas Podemos, pero nunca al ciudadano ni a la libertad. Que salgan adelante será exhibido por la izquierda como un testimonio de fortaleza, pero en realidad es apariencia y simulación que apenas enmascara un declive afortunado para la democracia.