Editorial

Argentina, en el laberinto populista

Argentina está inmersa en la crisis y un pueblo asustado por un futuro incierto busca esperanza en cualquier lugar.

Javier Milei, presidential candidate of the Liberty Advances coalition, raises his arms at his campaign headquarters after polling stations closed during primary elections in Buenos Aires, Argentina, Sunday, Aug. 13, 2023.
Javier Milei, presidential candidate of the Liberty Advances coalition, raises his arms at his campaign headquarters after polling stations closed during primary elections in Buenos Aires, Argentina, Sunday, Aug. 13, 2023. Natacha PisarenkoAP

La sorprendente victoria en las primarias presidenciales argentinas del candidato del partido La Libertad Avanza, el ultraliberal Javier Milei, especialmente, con el apoyo de los votantes más jóvenes de los deprimidos barrios del conurbano del Gran Buenos Aires, representa el triunfo de la antipolítica y del rechazo a un modelo de Estado cada vez más omnipresente en la vida de los ciudadanos y, sin embargo, profundamente ineficaz a la hora de proporcionar un marco de convivencias y prosperidad social.

Milei, en sus formas y en la radicalidad de un discurso sin matices, impugnador de la globalidad institucional argentina, no es tanto portador de un modelo ideológico, en este caso, de tintes vagamente liberales en lo económico, como la expresión de la fatiga ciudadana ante una situación de descalabro general de la Nación, que han encarnado en otros países americanos Boric, Petro, Bolsonaro, Correa, Castillo, Lasso e, incluso, Trump, desde ideologías confrontadas, pero con el mismo trasfondo populista, que pretende soluciones mágicas, voluntariosas, a problemas endémicos que exigen determinación, trabajo, sacrificio, acuerdo y liderazgo.

Se argüirá que en las primarias sólo ha surgido una réplica desde posiciones conservadoras al populismo inveterado y socialmente asfixiante del peronismo, pero, con ser cierto, no significa que sea bueno. Que el peronismo, sobre todo, en sus últimas versiones más descarnadas, tiene buena parte de culpa en la situación actual de Argentina, comida de nuevo por la inflación, dolarizada de hecho y con una deuda externa monstruosa que, simplemente, no podrá pagar, es una realidad incuestionable que ni siquiera la propaganda más falaz del mundo puede ya tapar, pero que la alternativa sea el desmantelamiento del Estado y la propuesta de unas políticas económicas y de libre mercado ultraliberales es semilla de una inevitable conmoción social.

En Argentina, como en otros muchos países, incluido España, la crisis del 2008 y el golpe de la pandemia ha puesto en jaque a sistemas partidistas de todas clases, pero las nuevas opciones antisistema no ha hecho otra cosa que complicar, aún más si cabe, la solución a los graves problemas económicos, sociales y políticos, dañando peligrosamente las instituciones.

Ciertamente, algunos analistas consideran que la victoria de Milei, con menos de un treinta por ciento de los sufragios, no es más que la expresión de enfado de un amplio sector de los votantes y que cuando se produzcan las elecciones presidenciales muchos de esos votos volverán al centroderecha o al peronismo, pero es un argumento ya empleado en otros muchos precedentes que ha resultado dolorosamente inexacto. Argentina está inmersa en la crisis y un pueblo asustado por un futuro incierto busca esperanza en cualquier lugar.