Editorial

La clara sintonía del pueblo y la Corona

Entre los problemas más acuciantes que señaló Su Majestad se encuentra a su juicio «el clima en el que se desarrolla con frecuencia nuestro debate público».

Felipe VI reclama que las ayudas lleguen cuanto antes a los afectados por la dana y llama a no olvidar lo ocurrido
Felipe VI reclama que las ayudas lleguen cuanto antes a los afectados por la dana y llama a no olvidar lo ocurridoEuropa Press

No por esperadas, las reacciones de los populistas de extrema izquierda y de los partidos nacionalistas a las palabras navideñas de Su Majestad son menos interesantes, aunque sólo sea porque evidencian que el mensaje del Jefe del Estado ha llegado nítido y claro a la inmensa mayoría del pueblo español, quien mantiene con la Corona una clara sintonía a la hora de entender, en las propias palabras de Don Felipe VI, que en nuestra sociedad española prevalece una idea cristalina de lo que conviene y de lo que a todos beneficia. Y que a su consecución, por encima de diferencias y desencuentros, deben aplicarse fundamentalmente las instituciones públicas.

Que se descalifique como «derechista» un llamamiento al cumplimiento del deber de quienes tienen la responsabilidad de gestionar las instituciones del Estado o se rechace el concepto de la Nación española que consagra nuestra Constitución sólo retrata a quienes, una vez más en las propias palabras del Monarca, se empeñan en unas políticas que suponen, simple y llanamente, la negación de la existencia de un espacio compartido por todos los ciudadanos, que es el ámbito en el que se desarrolla la democracia española y el pacto de convivencia que supone la Constitución.

Fue, además, un discurso que no debería pasar inadvertido a unos destinatarios, los que tienen en sus manos la organización del funcionamiento de las instituciones públicas, desde los líderes de los partidos políticos hasta los altos funcionarios gubernamentales, a quienes Don Felipe apeló con escasas perífrasis a su responsabilidad en la búsqueda del bien común de los ciudadanos desde la convicción de que el consenso en lo que es esencial para el bienestar y el futuro de la Nación debe ser la práctica constante que oriente la esfera de lo público. Y, hay que insistir en ello, por encima de diferencias ideológicas de cualquier naturaleza.

Por supuesto, nos hablaba Don Felipe desde su experiencia personal en la tragedia sufrida en el sur y el este de España, con especial daño en Valencia, por la terrible dana, en la que el comportamiento inicial de las administraciones concernidas, de los responsables políticos, no estuvo a la altura de la magnitud de la catástrofe. No en vano, los Reyes fueron testigos directos del impacto físico pero también emocional sufrido por los vecinos de unos pueblos y comarcas arrasados literalmente por las aguas y cubiertos por el barro. Y fueron testigos, pues, de cómo se instalaba la desconfianza en la labor de esas instituciones públicas, apenas paliada por el esfuerzo y sacrificio extraordinarios de los primeros policías, guardias civiles, militares y sanitarios que consiguieron llegar a las zonas más castigadas.

Pero, como señala el Rey, ese sentimiento de orfandad, de abandono no puede prevalecer sobre la realidad de una gran nación como la española, con unas instituciones fuertes. De ahí, la insistencia Real, por un lado, en el seguimiento a medio y largo plazo de los trabajos de reconstrucción –desafío asumido ayer como propio por los portavoces socialistas– y, por otro, en el que nuestros responsables políticos respeten el gran pacto de convivencia que representa la Constitución española y el «consenso en torno a lo esencial» como el mejor instrumento para afrontar los problemas de la Nación.

No habló Su Majestad desde lo abstracto. Al contrario, planteó los graves problemas migratorios y de acceso a la vivienda que están entre las principales preocupaciones de los españoles y lo hizo desde el convencimiento de que España tiene los suficientes medios para solucionarlos, aunque, eso sí, desde la vuelta al diálogo de quienes tienen en sus manos la responsabilidad de hacerlo. Fundamentalmente, porque entre los problemas más acuciantes que señaló Su Majestad se encuentra a su juicio «el clima en el que se desarrolla con frecuencia nuestro debate público».