Editorial

La economía también vota el 28 de mayo

Que España sea el único país de Europa que no haya podido recuperar el PIB previo a la pandemia de coronavirus tiene sus lógicas consecuencias, más en un contexto de inflación como el actual.

PALMA DE MALLORCA (ISLAS BALEARES), 17/05/2023.- El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, participa en un acto de campaña electoral este miércoles, en Palma de Mallorca (Islas Baleares). EFE/ Cati Cladera
Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, participa en acto electoral en Palma de MallorcaCATI CLADERAAgencia EFE

El optimismo gubernamental sobre el buen desempeño de su gestión económica, con el propio presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, presumiendo de la recuperación turística, los bares llenos y la mejora de los datos del mercado de trabajo, contrasta con una percepción más pesimista de la economía que expresan los ciudadanos en las encuestas, incluso, las del CIS de Tezanos, y con las cifras macroeconómicas de la Unión Europea, que, por poner un ejemplo, revelan que la brecha de la renta per cápita española con el resto de la UE ha pasado de una media del 2,3 por ciento en 2003, al 15 por ciento de 2022.

Ciertamente, que España sea el único país de Europa que no haya podido recuperar el PIB previo a la pandemia de coronavirus tiene sus lógicas consecuencias, más en un contexto de inflación como el actual –con un IPC que ha crecido un 15,8 por ciento desde 2018–, y lleva a que casi la mitad de los ciudadanos, el 47,8 por ciento, declare que le cuesta mucho llegar a fin de mes o, simplemente, que no llega.

Así, las agencias de análisis financieros detectan un insensible aumento de los impagos de las cuotas de crédito, de los recibos de los alquileres y de las mensualidades de las hipotecas, fenómeno que todavía no es alarmante, pero que es síntoma de que los hogares y las empresas están agotando el ahorro acumulado durante la pandemia, un proceso inevitable cuando los salarios crecen muy por debajo de la inflación. Y todo ello, con un gasto público desmesurado, que actúa como una especie de bálsamo de Fierabrás, pero que es insostenible en el corto plazo, cuando Bruselas exija la vuelta a la ortodoxia y la reducción del déficit público.

Sólo entonces, nos lamentaremos de las oportunidades perdidas y la opinión pública se preguntará qué se hizo de la lluvia de millones de los programas de recuperación y reconstrucción europeos.

Ciertamente, la legislatura no ha transcurrido sobre un lecho de rosas y como si una maldición hubiera caído sobre La Moncloa se han sucedido la emergencia sanitaria, la guerra de Ucrania y las adversidades meteorológicas, pero ello no es obstáculo para que los ciudadanos perciban que la gestión de los problemas ha sido errática, en exceso politizada y, sobre todo, cubierta con una propaganda tan ingente que si se hubieran materializado todos los anuncios y promesas hechos desde el Gobierno, cada español sería, hoy, rico. Y no lo es. Pese a que la inflación ha propiciado los mayores ingresos del Estado de la historia de España, la deuda pública nacional no deja de crecer. También, la presión fiscal sobre las rentas del trabajo y las cotizaciones sociales de las empresas. Es evidente que no sólo la economía conforma la dirección del voto, especialmente en las elecciones locales, pero haría bien Sánchez en no confiarse cuando la mitad de los votantes afirman que no llegan a fin de mes.