Editorial
Esa realidad que a Sánchez no le consta
Pasado ya el tiempo, tras varios meses en la cárcel y unos cuantos informes más de la UCO, en el PSOE empiezan a dudar de si todo esto se sabía al más alto nivel y se dejó pasar porque los lodos llegaban hasta la cabeza
La lectura reposada de las diligencias que la Guardia Civil ha presentado al juez instructor del caso Cerdán deja poco espacio a la realidad alternativa que los estrategas de La Moncloa, casi un ejército de publicistas a costa del erario público, tratan de imponer a la opinión pública española, que no es otra que la de presentar a Pedro Sánchez como alguien engañado, incapaz de ver lo que sucedía a su alrededor, por más que la relación personal, de amistad familiar, con el que fuera secretario de organización del partido durante los últimos cuatro años haya estado fuera de toda duda. O, dicho de otro modo, lo que, al parecer, no le constaba al presidente del Gobierno, la existencia de una trama de adjudicaciones de obra pública mediante el pago de comisiones, era una sospecha cada vez más extendida, a medida que los medios de comunicación iban interesándose en el caso. Como se ha publicado, el matrimonio Cerdán fue invitado a cenar en La Moncloa apenas un mes antes de que la Benemérita diera los primeros pasos en su investigación y cuando la esposa del hoy procesado había tenido un primer rifirrafe con los periodistas. Pero si la mera cercanía personal y laboral de los implicados no basta para señalar al presidente del Gobierno, las evidencias que aparecen por capítulos en la Prensa que ya se reconoce como libre –en la que nos incluimos– ajustan el nudo de la cuerda que oprime cada vez más fuerte al presidente Sánchez. Hoy LA RAZÓN desvela la campaña de desinformación, bulos y fango que llevó a cabo el propio Santos Cerdán por los pasillos y despachos de Ferraz desde que estalló el «caso Koldo», como una cortina de humo, como si nada fuera con él. Las fuentes consultadas cuentan que no había quien saliera de su «mini reino» sin el convencimiento de que el ex secretario general socialista era uno de los suyos –pleno de nobleza, austeridad y honestidad–, y que había sido engañado y traicionado por dos malos socialistas, al más puro estilo presidencialista de Pedro Sánchez. Ahora, pasado ya el tiempo, tras varios meses en la cárcel y unos cuantos informes más de la UCO, en el PSOE empiezan a dudar de si todo esto se sabía al más alto nivel y se dejó pasar porque los lodos llegaban hasta la cabeza. Ya asumen que el cortafuegos que el presidente ordenó interponer entre la sede del partido y la Presidencia está perdiendo eficacia. El problema es que es difícil desvincular al presidente de Cerdán y compañía, de aquel Peugeot con el que recorrieron España juntos. Por eso en el PSOE andan más que nerviosos, aterrados, reconocen. Temen que Cerdán, desde su atalaya en Milagro, empiece a disparar cañonazos a los cimientos y la «torre del Homenaje» de la fortaleza socialista para quitarse el rencor acumulado en prisión. Los críticos esperan que todo estalle para pasar página y retornar a la cordura institucional.