Editorial

El Gobierno de Sánchez, Díaz y García

La hipocresía de la izquierda abochornaría a cualquier político de principios. Nos queda el parco consuelo de que el desgaste del sanchismo crece y crece y que Errejón es otro escalón más hacia su final

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz en una sesión de control del Gobierno, en el Congreso.
Pedro Sánchez y Yolanda Díaz en una sesión de control del Gobierno, en el Congreso.Alberto R. Roldán La Razón

El «caso Errejón» se ha convertido en un nuevo frente para un Gobierno cercado. Instrumentalizar el episodio para desviar la atención sobre sus gravísimos escándalos de corrupción tiene las horas contadas. Lo que bien ha podido ser una suerte de paño caliente para Sánchez amenaza con transformarse en otro dolor de cabeza. Ponerse de perfil, distanciarse con la asepsia de un observador neutral, ha sido un recurso con fecha de caducidad que ha permitido un ligero respiro al presidente, que ha decidido poner tierra de por medio y refugiarse en la India y en su extraordinaria y surrealista hospitalidad. Pero constituye un espejismo y Moncloa se hace trampas en el solitario si lo interpreta como un salvavidas contra su turbulenta y tenebrosa verdad. Las denuncias sobre los encuentros privados del exportavoz de Sumar y las complicidades orgánicas y personales para encubrirlas alcanzan al Consejo de ministros en las figuras de al menos su vicepresidenta Yolanda Díaz y la ministra Mónica García. Ni siquiera está claro ni se puede asegurar que Moncloa o Ferraz no estuvieran al tanto de las andanzas de uno de los suyos. A cada hora que pasa, el panorama se enfanga más. Ni los sonidos ni los silencios, y menos las decisiones, están ayudando lo más mínimo, sino al contrario; lo envilecen todo. Hay tantas versiones sobre lo que se conocía o no en los partidos y los grupos parlamentarios sobre Errejón que ninguna resulta verosímil y todas, una espantada hacia ninguna parte. Lo que puede concluirse de las manifestaciones de Sumar y Más Madrid en estos días es que los principales dirigentes conocían denuncias al menos desde 2023 y que todos los concernidos lo encubrieron de una manera u otra, mientras orquestaban campañas como adalides de la causa de la mujer de un feminismo de salón vociferante y divisivo. Podemos, que fiel al cainismo ancestral de los comunistas está disfrutando de su vendetta, ha apuntado contra Yolanda Díaz, a la que informó directamente de los testimonios de mujeres relacionadas con Errejón hace más de un año sin resultado alguno. La vicepresidenta es hoy un problema para Moncloa, que no anda sobrado de fuerzas como para cargar con más plomo en las alas. Tampoco con Mónica García, que a su deplorable gestión en Sanidad suma el charco de la complicidad con Errejón. Así que todas las opciones están sobre la mesa. Urge un cortafuegos para esta administración huérfana de ejemplaridad y de ética y empachada de ambición por el poder. El cargo y sus prebendas por encima de la dignidad del servicio público y del honor democrático. Nadie piensa en renunciar mientras la corrupción, en sus diferentes rostros, campa por los despachos del poder. La hipocresía de la izquierda abochornaría a cualquier político de principios. Nos queda el parco consuelo de que el desgaste del sanchismo crece y crece y que Errejón es otro escalón más hacia su final, aunque la factura nos pese para generaciones.