Editorial
Entre la realidad y el cálculo electoral
No parece que muchos votantes de la formación conservadora de Santiago Abascal tengan entre sus preferencias un gobierno de izquierdas.
En Murcia, Vox ha sumado sus votos al PSOE y a Unidas Podemos, es decir, a su denostada izquierda, para impedir la investidura del candidato popular, Fernando López Miras, claro vencedor en las últimas elecciones autonómicas con el 42,8 por ciento de los votos y 21 escaños, a sólo dos de la mayoría absoluta. El resultado de la votación hay que circunstanciarla en el presente período electoral, porque no parece que muchos votantes de la formación conservadora de Santiago Abascal tengan entre sus preferencias un gobierno de izquierdas ni es creíble que los populares prefieran una repetición de las elecciones con tal de no pactar ni siquiera una consejería con Vox, como, por otra parte, se ha hecho en Extremadura.
Además, todavía hay mucho tiempo por delante, casi dos meses, es decir, que una vez celebradas las elecciones generales asistiremos a la ronda definitiva de las negociaciones, ya sin la absurda «sombra de los pactos con Vox» sobrevolando al centro derecha. Por supuesto, no vamos a caer en angelismos y preguntarnos por qué el PSOE no se ha abstenido en Murcia si tanto la preocupa la irrupción de la extrema derecha en las instituciones ya que no hay otra respuesta que no sea el mero cálculo electoral, con el que, inevitablemente, también juega el candidato popular, Alberto Núñez Feijóo, convencido de que es posible alcanzar una mayoría suficiente el próximo 23 de julio, por más que las encuestas vaticinen un buen resultado para el PP, pero necesitado de unos pactos que nadie en su sano juicio cree que vendrán desde la izquierda o los independentistas.
Es, ciertamente, lo que los ciudadanos, especialmente, los que votan a los partidos del ámbito del centro derecha y la derecha más conservadora, dan por supuesto que sucederá y lo que dicta la realidad política española, al menos, hasta que los electores decidan retornar al bipartidismo imperfecto. De ahí que nos parezca necesario insistir en dos hechos incuestionables. El primero, que el PP y Vox son partidos distintos, con algunas propuestas difícilmente compatibles, aunque mantengan otros puntos de contacto. Y el segundo hecho es que, pese a la estrategia de demonización de la izquierda, la formación que preside Santiago Abascal nunca se ha salido del marco constitucional y del sistema democrático, como sí han hecho algunos de los partidos que han sostenido la legislatura de Pedro Sánchez.
Vaya por delante que no compartir la falacia de la «alerta antifascista» no significa que no estemos en total desacuerdo con el populismo que impregna buena parte del programa electoral de Vox y que prefiramos un gobierno más en consonancia con la manera de entender la política y la vida en común de la mayoría de los españoles, que, sin duda, castigarán en las urnas a quienes han impulsado o tolerado un frentismo divisivo como el que ha vivido España con Pedro Sánchez.
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