Editorial

Semana de pasión para el sanchismo

Sánchez, de bolos con los sindicatos, no se ha apeado del discurso de la mentira y los bulos de la derecha por más que se acumulen instrucciones en juzgados varios. Su capacidad de resistencia parece infinita, pero en política suele ser así hasta un instante antes de quebrarse

Pedro Sánchez, junto a Reyes Maroto y Juan Lobato, en tiempos más dichosos
Pedro Sánchez, junto a Reyes Maroto y Juan Lobato, en tiempos más dichososGustavo ValienteEuropa Press

El episodio Lobato ha irrumpido en la semana pretendidamente grande de Pedro Sánchez que debía culminar, con espectáculo de luz y sonido, en la gran traca final del Congreso Federal de Sevilla. Las andanzas del secretario general de los socialistas madrileños se han cruzado en uno de los frentes que Moncloa tiene abiertos en esta legislatura asfixiante. En concreto, el de su patológica y frustrante hostilidad contra Isabel Díaz Ayuso y el de su enrabietada digestión de las derrotas en la región capitalina. A cuenta de la filtración ilegal de los correos de la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid y sus acuerdos de conformidad con Hacienda, Lobato ha desnudado las maniobras de la trama oficialista ya judicializadas en su papel de marioneta de Moncloa en la guerra sucia con la Puerta del Sol. La implosión de este capítulo del libro negro de la corrupción sanchista ha puesto en el disparadero a estrechos colaboradores de Pedro Sánchez y por extensión a todo el ámbito de la Presidencia en la comisión de conductas penales muy serias como las derivadas de no respetar la confidencialidad de las conversaciones entre letrados. Lobato, que ha tardado unos meses en percatarse de que le habían utilizado como adlátere y cabeza de turco, se ha parapetado en una notaría y en la Asamblea de Madrid con pruebas de cargo y la negativa tajante a la dimisión con mensaje incluido sobre el linchamiento contra su persona dentro de la propia organización y sus velados avisos al presidente. Así que el propósito es ahora que Lobato no se convierta en un problema de cara al cónclave del fin de semana ni en el futuro. El sanchismo ha activado a sus brazos ejecutores en el socialismo madrileño para apartarlo con el control de daños adecuado. En este sentido, el testimonio de Lobato en el Supremo del próximo viernes ha extendido la percepción en el Ejecutivo y en el PSOE de que todo puede empeorar con nuevas imputaciones, incluida la de algún ministro. No existe la seguridad de que, una vez probado que el todavía líder de los socialistas madrileños no está dispuesto al sacrificio por un jefe que tampoco le dispensó deferencia alguna, no siga los pasos de Víctor de Aldama y tire de la manta en una comprensible estrategia de autodefensa. Tampoco podemos descartar que el comisionista de la trama Koldo e incluso Begoña Gómez, que ha aportado correos que la han incriminado por recurrir a una asesora de Moncloa para las gestiones de su Cátedra en la última antológica genialidad de su letrado, apuntillen una cita pensada como una oportunidad de coger aire en una legislatura en vía muerta y que ha virado a complicación seria. Por lo demás, Sánchez, de bolos con los sindicatos, no se ha apeado del discurso de la mentira y los bulos de la derecha por más que se acumulen instrucciones en juzgados varios. Su capacidad de resistencia parece infinita, pero en política suele ser así hasta un instante antes de quebrarse.