Editorial

Trasciende la Corona, no el franquismo

Es un absurdo sostener desde las izquierdas la permanencia de un franquismo sociológico en la España con las leyes sociales, incluso de carácter moral, más avanzadas de Europa, pero todavía lo es más resucitar una dialéctica guerracivilista, apenas percibida con curiosidad forense por la mayor parte de la sociedad española

Sus majestades los reyes Don Felipe VI, junto a Doña Letizia y Sus Altezas Reales la Princesa de Asturias y la Infanta Doña Sofía, imponen el Collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro a Su Majestad la Reina Doña Sofía, por “su dedicación y entrega al servicio de España y de la Corona”. También, han sido condecorados Felipe González, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y Miquel Roca i Junyent. © Francisco Gomez / Casa Real 21 11 2025
El Rey, Don Felipe VI© Francisco Gomez / Casa RealFotógrafos

«La España joven debe sentir orgullo por ser hija de la democracia y no nieta de la guerra civil». Estas palabras del expresidente Felipe González, pronunciadas tras recibir de la mano de Su Majestad, Don Felipe VI, el Toisón de oro, la mayor condecoración que otorga la Corona española desde hace ya medio milenio, suponen una enmienda a la totalidad de la política revisionista del sanchismo, que ha hecho del general Francisco Franco una especie de talismán en el que guardarse de sus muchas y graves carencias. En efecto, lo que trasciende en este aniversario redondo no son los cincuenta años de la muerte en la cama del dictador, sino la proclamación como Rey de Don Juan Carlos, el hombre que impulsaría decididamente la transformación democrática de España y que, hoy, purga en un exilio autoimpuesto los errores cometidos en una etapa tardía de su vida, cuando el establecimiento de las libertades en España, todo hay que decirlo, ya estaba asegurado por una Constitución de las más avanzadas en la defensa de los derechos civiles, comunes e individuales del mundo occidental. Así, mientras el actual titular de la Corona se mantiene firmemente en sus principios de ejemplaridad, transparencia y servicio; mientras Don Felipe reduce la presencia de su augusto padre al ámbito estrictamente familiar de una comida de aniversario en El Pardo, el Gobierno de la Nación, desjarretada su estrategia frentista con la más absoluta y esperable indiferencia de la opinión pública, para la que el franquismo es historia antigua, ningunea la conmemoración de lo que fue el acta fundacional de la nueva democracia española, la entronización del monarca que llevó a cabo la Transición, sin duda, porque en su torpe estrategia política piensa que renta más a las izquierdas la división cainita de la sociedad española que la reconciliación alentada por la Monarquía parlamentaria. Estrategia cortoplacista, que la mayoría de los españoles reputan como errada, pero que contenta a unos socios de investidura adscritos al nacionalismo excluyente, para quienes la Corona es, ha sido y será baluarte de la defensa del orden constitucional y la integridad territorial de la Nación española. Ciertamente, es un absurdo sostener desde las izquierdas la permanencia de un franquismo sociológico en la España con las leyes sociales, incluso de carácter moral, más avanzadas de Europa, pero todavía lo es más resucitar una dialéctica guerracivilista, apenas percibida con curiosidad forense por la mayor parte de la sociedad española, que, afortunadamente, vive alejada de obsesiones cainitas y preocupada por una realidad difícil de inestabilidad laboral, bajos salarios, alta inflación e imposibilidad práctica de acceso a una vivienda digna que ni todos los aquelarres con Franco que organice el Gobierno a mayor gloria de su imagen política pueden tapar. Aunque solo sea porque en este noviembre cargado de efemérides siempre surge un titular con la corrupción del sanchismo que opaca al comodín de La Moncloa. Y no parece que la tendencia vaya a cambiar en breve.