Elecciones Galicia

José Ramón Gómez Besteiro: el hombre apadrinado por Pedro Sánchez

La de Besteiro es una carrera política llena de blancos y negros: un camino que lo lleva de alcanzar la Diputación de Lugo tras 24 años de gobierno popular a desaparecer de la vida pública por obra y gracia de la jueza Pilar de Lara, y al que ahora retorna de la mano del presidente del Gobierno

El candidato socialista con el presidente del Gobierno.
El candidato socialista con el presidente del Gobierno. Cedida

Cuando hace poco más de siete años José Ramón Gómez Besteiro (Lugo, 1967) se vio obligado a dar un paso a un lado acuciado por las investigaciones de la polémica jueza Pilar de Lara, ni los más optimistas podrían imaginarse que ya metidos de lleno en 2024 el abogado lucense estaría de vuelta a la carrera por la Xunta.

Pero así es la vida y así son los designios de la gente, especialmente de aquellos que toman decisiones. Y en el PSOE, de todos es sabido, ese perfil corresponde a Pedro Sánchez, que no dudó en rehabilitar a Gómez Besteiro una vez liberado de los tentáculos de la Operación Pulpo y de las presuntas irregularidades en el desarrollo urbanístico de las torres O Garañón.

Para él fue la Delegación del Gobierno en Galicia en marzo de 2023, y en él también recayó la responsabilidad de encabezar la lista por Lugo meses después, en las generales de julio que salvaron la cabeza de su jefe y situaron a Besteiro de vuelta en el núcleo duro socialista. En el lugar de aquellos que ejecutan decisiones.

Así, el actual candidato fue elegido por la dirección para defender el uso de las lenguas cooficiales en el Congreso, y pasó después a formar parte de la comisión conformada por el PSOE para negociar la investidura de Sánchez con todas las fuerzas políticas.

Tras esta ardua travesía, Besteiro estaba ya de vuelta en el lugar en el que lo había dejado en 2016: en la carrera por la Xunta. Sólo faltaba dar el paso, oficializar lo que en los pasillos del Parlamento de Galicia resultaba ya un secreto a voces. Y en ese mismo Parlamento, coincidiendo con el debate del Estado de Autonomía, hizo oficial las evidencias: presentaba su candidatura.

Enfrente, al principio, se posicionó Gonzalo Caballero, el sobrinísimo que no aguanta la estela de su tío. No obstante, al final de la carrera, Besteiro estaba sólo en una foto de la que, por el camino, se borró Manuel Losada, militante que no alcanzó el mínimo exigible: el 6% de los votos.

La Diputación de Lugo

Los focos, a modo de justicia divina, volvían a Besteiro, uno de los hombres milagro del socialismo gallego, capaz de obtener por vez primera la Diputación de Lugo en 2007 tras 24 años en manos del PP. A ella llegó tras ocho años de concejal en el Ayuntamiento, a donde arribó de la mano del exalcalde de Lugo Xosé López Orozco, que lo introdujo en la corporación en 1999.

Tras mantener el gobierno provincial en 2011, el siguiente paso era obvio: Galicia. Todo marchaba por la ruta prevista, la más lógica, la de un hombre que seguía el trayecto adecuado: de lo local a lo provincial, y de ahí a lo autonómico. Y después, quién sabe, quizá cotas más altas.

Pero como la vida es todo menos previsible, en el escenario entró la juez de Lara condenando a Besteiro al anonimato, a la oscuridad política de la que sólo podía sacarlo, como hizo, Pedro Sánchez.

Un reto complejo

Ahora Besteiro tiene ante sí un reto complejo: recuperar la presidencia de la Xunta. Para ello, se deben dar varios factores. El primero, que todas las fuerzas de la izquierda sumen más que el Partido Popular. El segundo, probablemente más complejo a tenor de las encuestas, revertir las tendencias: esa ola que sitúa al BNG manteniendo la crecida de hace cuatro años y al PSOE a la baja, cediendo votos y terreno lastrados por las concesiones del Gobierno central a otras comunidades.

Porque de poco serviría a Gómez Besteiro haber superado siete años de abandono y soledad para acabar siendo tercero en la disputa. Para evitarlo cuenta con el apoyo de Sánchez, que no ha dudado en afirmar que le ofreció al candidato ser ministro. El final, made in Hollywood, dejó a Besteiro agarrado a la morriña de la tierra antes que al maletín ministerial.