Análisis

Un auténtico todo o nada

Que nadie espere propuestas en esta campaña. No toca

Papeletas en un colegio electoral
Papeletas en un colegio electoralJose Manuel VidalAgencia EFE

Arranca una campaña electoral cuando menos vibrante, intensa. Diríase que, quizá, en algún momento se vuelva incluso camaleónica. Es y será un auténtico todo o nada. Con toda la piel y el pegamento que la política es capaz de estereotipar. Quien pierda se irá. Quien gane, puede que gobierne. Pues será conformar gobierno la genuina piedra de toque. Y es algo más simple que la mera geometría. Dejemos el adjetivo aquel de la variabilidad.

No puede negarse que algo de partido hay. La hemorragia demoscópica es frenética. Como también hay mucho entusiasmo por estas elecciones. Veremos hasta dónde alcanza el estío ocasional del voto y la abstención. Siempre que ha habido cambio de color de gobierno, y ya se sabe que las pierde el presidente de turno, la movilización ha sido altísima, rayando el 80 por ciento del voto.

España se ha visto precipitada a unas nuevas elecciones generales donde el cálculo y el tacticismo de Pedro Sánchez han estado presentes. Seis meses de desgaste y censura mediática y política hubieran sido un suplicio. Pilló a tirios y troyanos con el pie cambiado. Y no ha sido descabellado hacerlo.

Otra cuestión es calificarlo verdaderamente de inteligente o de suicidio político. Todo se ha precipitado. Y las percepciones, la política es un gran teatro de percepciones, avizoran, más allá del griterío evanescente y a veces sórdido que bascularemos hacia ese péndulo no caprichoso pero sí voluntarioso del voto. Esta vez habrá mucho voto útil y un fortalecimiento del bipartidismo que un día pareció quedar en una indefinida letargia de males endémicos de un país recostado en una espléndida pero inapetente sordina áulica.

Dos semanas frenéticas que resumen estos tiempos de vacío ideológico, de confrontación dialéctica ad intra y ad extra del Gobierno, y donde el tirón y marca Feijóo ha espoleado a la derecha y centroderecha, pero también a no pocos votantes socialistas hoy recalcitrantes de la marcha y rumbo de la rosa.

Sánchez tiene olfato político y sentido del momento y el oportunismo. En contra una relectura de sus hechos que escapan al maniqueísmo de una palabra aviesa e interesada, la rectificación. De nada sirve sin propósito de enmienda y este no es otro que los hechos. Y por ellos es conocido y seremos todos conocidos. La palabra vale y pesa, con o sin extremeños, como nunca diría su presidenta. Una cosa es cambiar y mudar y otra hacerlo sin otro criterio más que el de la supervivencia por el poder político. Cueste lo que cueste. Y eso acaba pasando una amarga factura.

Todo o nada. No habrá término medio. Ni otras equidistancias más que las que separan el voto y su introducción en urna. Lo que venga será fruto de acuerdos y pactos. No exentos de tensión y el frenesí de conquistar la atalaya misma del poder. O retenerlo.

Estemos atentos. Todo cabe en esta campaña. Se polarizará hasta hacerla poco audible. Que nadie espere propuestas. No toca. La sensatez debería reinar, pero llegará después. Justo cuando las luces del proscenio se apaguen y las sombras no proyecten la magia del desencanto.

*Abel Veiga es decano de la Facultad de Derecho de ICADE