Opinión
Del euro digital a la soberanía financiera europea: un reto que va más allá de la tecnología
Europa vive, sin duda, una de las transformaciones más relevantes de su historia financiera más reciente. Porque el impulso del euro digital, promovido por el Banco Central Europeo (BCE), representa mucho más que una evolución tecnológica: es una apuesta por la soberanía financiera y digital del continente en un contexto global marcado, y cada vez más, por la competencia geoestratégica, el auge de las big tech y el dominio de infraestructuras no europeas en los sistemas de pago.

Según múltiples estimaciones, más del 65% de las transacciones con tarjeta en Europa son procesadas por redes no europeas. Este hecho, que podría parecer secundario, refleja una dependencia estructural que limita la capacidad de actuación de Europa en momentos críticos y compromete su autonomía económica. En este escenario, el euro digital se plantea como una palanca clave para construir una alternativa soberana, segura y eficiente en el ecosistema de pagos.
Para avanzar en este objetivo en la Unión Europea se ha impulsado un programa de trabajo con más de 70 organizaciones centrado en el desarrollo de casos de uso del euro digital. Un ejemplo muy claro sería el pago de un producto adquirido online que únicamente se realiza cuando se confirma la entrega efectiva del mismo.
Este tipo de casos de uso permiten mostrar el potencial de una moneda digital en la automatización de procesos, la eficiencia operativa y la generación de confianza tanto para el consumidor como para las propias empresas, entre otras. Y además, lo hacen sin perder de vista las garantías normativas y de privacidad que caracterizan al modelo europeo.
En estos momentos los avances se están desarrollando en entornos de pruebas realistas, que permiten simular interacciones directas con las interfaces del euro digital desde sistemas empresariales existentes, lo que facilita una aproximación tangible al proyecto y, además, permite evaluar su viabilidad en contextos concretos, como la movilidad urbana o los servicios públicos digitales.
Un proyecto estratégico para Europa
El euro digital no es, ni mucho menos, un experimento tecnológico. Se trata de una apuesta realmente estratégica para el futuro de Europa. Porque en un mundo cada vez más polarizado en torno a grandes potencias tecnológicas, contar con una infraestructura propia para la emisión, circulación y gestión de una moneda digital es clave para garantizar la estabilidad económica, la protección de los datos y la independencia del sistema financiero europeo.
Además, la introducción del euro digital debe ser un catalizador para la modernización de la banca europea, al impulsar la adopción de arquitecturas más abiertas, la mejora de la interoperabilidad entre sistemas y la aparición de nuevos modelos de negocio financieros. Para ello, es imprescindible contar con una estrategia que combine experiencia en regulación, conocimiento técnico y visión de impacto social y económico.
Sin duda, resulta fundamental que este tipo de iniciativas cuenten con la participación de equipos con experiencia consolidada en el sector financiero, que estén familiarizados con entornos regulados y sean capaces de impulsar desarrollos tecnológicos seguros, escalables y alineados con las necesidades del ecosistema bancario europeo. Porque el objetivo es la implementación de una nueva tecnología de pagos y la redefinición del modelo de relación entre ciudadanos, instituciones financieras y el propio BCE. Y ante este objetivo, integrar tecnologías como la inteligencia artificial o la automatización de procesos podría facilitar ese salto, siempre bajo principios de transparencia, responsabilidad y alineación con los valores europeos.
Un camino que empieza ahora
Aunque aún quedan etapas por recorrer, el euro digital es ya una realidad en construcción. La fase de preparación liderada por el BCE marca el inicio de un proceso que, insisto, debe redefinir el papel de Europa en la economía digital global. Para avanzar con garantías será imprescindible la colaboración entre instituciones, tecnología y ciudadanía, así como una estrategia de comunicación clara que permita explicar a toda la sociedad, con transparencia, las implicaciones y beneficios de este proyecto.
Porque sólo si Europa impulsa su soberanía financiera desde la colaboración público-privada, la innovación responsable y el compromiso con el ciudadano, podrá construir un modelo digital verdaderamente autónomo, justo y competitivo. Y en ese modelo, el euro digital será algo más que una moneda: se convertirá en un auténtico pilar de nuestra independencia económica en el siglo XXI.
David González Fernández, director ejecutivo para Banca en GFT.