
La contra
La Semana Santa de antaño (1)
Planeta Tierra

Escribo esto el sábado 12 de abril de 2025, el día que la Iglesia llama sábado de la Semana de Pasión: el tiempo en que Cristo, ya perseguido por sus futuros verdugos, seguía en Jerusalén por una senda que al final le llevaría al Gólgota, donde sería crucificado.
Para los jóvenes que teníamos entre ocho y quince años en los tiempos de la década de 1940, la Semana Santa era cosa muy distinta a la de hoy. Y sin ser la mía una familia que se dijera muy religiosa, en el colegio al que iba ya se ocupaban que tuviéramos ejercicios espirituales y enseñanzas especiales.
En cualquier lugar donde uno estuviera nos llegaba una ráfaga de un cierto fervor, y a veces furor, religioso. Como me sucedió en Don Benito, provincia de Badajoz, donde viví un año y medio para recuperarme del raquitismo de la alimentación de la guerra en Madrid. Allí, en la parroquia veíamos como guarnecían las imágenes con telas color violeta y les tapaban los ojos para que no vieran el destrozo de la figura del Salvador en la Cruz. Y recuerdo también cómo rompiéndose el silencio más absoluto, sonaban de pronto las carracas chocando en su mecanismo, conjunturas de madera, con un sonido seco e hiriente.
En otra Semana Santa, que pasé en Almería, trabajando en las minas de oro de Rodalquilar, del INI, conducidos por los discípulos del Padre Llanos, y sobre todo por el luego profesor Eduardo Zorita, gran difusor del cristianismo de los curas obreros, tuvimos una labor previa a la cena sacra. Consistente en que los estudiantes laváramos los pies a una docena personas, representativas de los mismísimos apóstoles.
Nos ocuparemos del tema, pues estoy recordando muchas cosas, y tendremos una segunda parte de este artículo.
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