Discurso de Navidad
El discurso navideño
En España, como en otros países del mundo occidental, ya es tradicional el mensaje del Jefe del Estado en Navidad, una fiesta que conmemora el acontecimiento que dividió la Historia de la humanidad en un antes y un después, e impregna la cultura y la cosmovisión que define nuestra identidad nacional; lo que entendemos como nuestras raíces cristianas.
Conforme a lo propio de una Monarquía parlamentaria, el «Rey reina, pero no gobierna» y, por ello, no entra a valorar en sus mensajes la casuística propia de la acción política partidista. Sin embargo, esto es una cosa, y otra pedirle que se limite a felicitar la Navidad y a desear un nuevo año dichoso y próspero a todos sus compatriotas. Con sus medidas palabras, la Corona consigue ese difícil equilibrio cada año.
Hasta aquí, todo formaría parte del «guión» en torno a este tradicional mensaje, incluidos los apoyos por parte de los partidos «constitucionalistas» a sus palabras de afecto y confianza hacia los españoles y la Nación. Incluso no desentonarían en exceso las críticas de los separatistas y nacionalistas que reniegan de España. Lo único que no encaja en esta línea es el hecho de que las descalificaciones más afiladas provengan de aquellos en los que descansa el próximo Gobierno. Pero es que el problema no radica en ellos, sino en quien les ha convertido en sus socios preferentes para esa misión. Él es el principal problema de España en esta hora.
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