Coronavirus

Iglesias, el estratega

El vicepresidente sabe lo que dice y a quien lo dice. Y, sobre todo, elige muy bien el momento para decirlo. Se ha enfrentado con relativo éxito a sus compañeros de gabinete sin que Pedro Sánchez le haya advertido, al menos en público.

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Pablo Iglesias, durante la rueda de PrensaJM CUADRADO HANDOUTEFE

El Consejo General del Poder Judicial emitió ayer un comunicado en el que muestra su "absoluto y rotundo rechazo" a las declaraciones del vicepresidente segundo del Gobierno cuestionando al Tribunal Superior de Justicia de Madrid por la condena a Isa Serra, por un delito de atentado a agentes de la autoridad.

Lo que molesta al órgano de gobierno de los jueces no es solo que un miembro del Ejecutivo cuestione una decisión judicial, sino que extienda la sospecha de que los jueces españoles ”otorgarían un trato desigual y privilegiado a unos colectivos que, por su influencia y contactos, serian impunes a la acción de la justicia".

Lo que le pasó a Iglesias es que después de conocer la sentencia de su compañera de partido, se enchufó a twitter para decir que “las sentencias se acatan (y en este caso se recurren) pero me invade una enorme sensación de injusticia. En España mucha gente siente que corruptos muy poderosos quedan impunes gracias a sus privilegios y contactos, mientras se condena a quien protestó por un desahucio vergonzoso”. Es decir, que la justicia trata mejor a los poderosos que a los humildes. Ahí se pasó. Y no sólo porque haya unos cuantos poderosos en el trullo sino porque pensar que la portavoz de Podemos en la Asamblea de Madrid, o Pablo Iglesias están en el grupo de los humildes también es mucho suponer.Además, a Isa Serra tampoco se la condenó por protestar en ningún desahucio, sino por la agresión a los policías que estaban allí, que es algo muy diferente.

Pero en fin, tampoco es la primera vez que los jueces se quejan de Iglesias. En enero, el mismo Consejo ya protestó por aquella entrevista en Antena 3, en la que dijo que la justicia europea había humillado a la española a cuenta de la sentencia sobre la inmunidad de Oriol Junqueras. Tampoco era cierta la humillación: solo se necesitaban los votos de ERC para aquellos Presupuestos felizmente archivados.

Pero Iglesias sabe lo que dice y a quien lo dice. Y, sobre todo, elige muy bien el momento para decirlo. Se ha enfrentado con relativo éxito a sus compañeros de gabinete sin que Pedro Sánchez le haya advertido, al menos en público. A Carmen Calvo y Juan Carlos Campo por la Ley de Libertad Sexual; a José Luis Escrivá por la Renta Mínima; a Nadia Calviño por la prórroga en el pago de los alquileres -Iglesias pretendía derogarlos-; y ahora le ha tocado el turno a María Jesús Montero por la salida de los niños a la calle. Solo le falta meterse con el ministro de Sanidad, pero con ese tampoco hace falta meterse… de momento.

Luego algunos se asombran del desastre español en la gestión de la pandemia. Pero un Gobierno en lío permanente tampoco es fácil que atienda a lo importante. Y esa es otra de las estrategias de Iglesias: huir de su responsabilidad en los casi 25.000 muertos para enzarzarse en la anécdota, en la guerrilla que le de visibilidad. En definitiva una forma calculada de resistir. Pero para resistir es necesario dominar los tiempos políticos. La estrategia del chavismo en que se formóPodemos es la misma del castrismo: como el comunismo no es hoy viable, intentan aguantar a cualquier precio. No hay más que mirar a Venezuela.

Y la debilidad del Gobierno español de coalición les ha dado alas. Todas estas escaramuzas de salón en versión twitera de Iglesias le sirven para posicionarse, para atrincherarse, para resistir. Está claro que no han venido para gobernar, sino para desgastar.