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Andalucía

Partido sanchista

Fin del armisticio entre Díaz y Sánchez

El PSOE presiona al alcalde de Sevilla para que haga oficial su candidatura mientras que la líder andaluza lleva un mes en campaña

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez saluda a la dirigente socialista Susana Díaz, en la parada realizada en la localidad malagueña de Antequera, en el viaje inaugural de este AVE Madrid-Antequera-Granada. Kiko HuescaEFE

«Si Susana ya está en campaña, que arranquen todos». Esta sentencia salida de las propias filas del PSOE andaluz resume el sentir de muchos militantes, que están viendo cómo desde hace semanas la secretaria general del partido en Andalucía, Susana Díaz, ha activado su agenda manteniendo varias reuniones diarias con militantes y alcaldes en provincias a priori menos afines como Granada o Huelva, aunque también ha visitado Almería y Cádiz. Desde Ferraz minimizan esos encuentros con agrupaciones socialistas porque, aseguran, no tienen tanta trascendencia como aparentan. «Es más algo mediático», dicen, pero admiten que la actitud de Díaz esconde un mensaje claro a la dirección nacional de su partido avisando de que va a plantar batalla «hasta el final».

Desde el entorno de la líder socialista manifiestan que está decidida a pelear en las primarias con los candidatos que pudieran surgir, para las que todavía resta mucho tiempo. El 40º Congreso Federal del PSOE será en la segunda quincena de octubre y, a partir de ahí, se establecen 90 días de plazo para celebrar los congresos regionales, donde se concretará la renovación de las distintas federaciones. Andalucía ha sido siempre un «verso suelto» en el mapa socialista de España. Su fuerza ha residido en dos puntos clave: por un lado, su amplia representación, no en vano en el último conclave nacional, la comunidad aportaba uno de cada cuatro militantes del PSOE. Pese a ello, Díaz salió derrotada de su enfrentamiento con Sánchez. La fórmula de «un militante, un voto» fue clave para que se produjera ese resultado, y es lo que desde Ferraz pretenden imponer para garantizar que la elección sea lo más democrática y abierta posible. Si finalmente es así, como todo apunta, el camino se pondría cuesta arriba para que la actual secretaria general repita mandato. De otro lado, Andalucía siempre contaba con la poderosa credencial de gobernar en la Junta… hasta la segunda derrota de Díaz, esta vez en las elecciones de 2018. Esa aciaga noche de diciembre, los socialistas vivieron una caída histórica, logrando solo 33 diputados –ya venían de horas bajas con 47 escaños, de un total de 109– y dejándose por el camino más de 400.000 votos respecto a la cita electoral de 2015. Sin Gobierno en Andalucía, Díaz servía en bandeja a sus detractores las razones para su salida.

Pese a todas las circunstancias adversas, la sevillana superó su noqueo inicial y ha retomado el ritmo frenético que solía tener como presidenta, recorriendo alrededor de cuarenta municipios en las últimas semanas. No hay día que no viaje, aunque esta Semana Santa supondrá un parón. Cualquier movimiento en los próximos meses será interpretado indefectiblemente en clave orgánica. Díaz lo sabe y trata de abstraerse sin renunciar a su marca. Ese acelerón responde de alguna manera a la reunión del presidente del Gobierno con el alcalde de Sevilla en Madrid el pasado 5 de marzo, en la que se trató el tema del relevo orgánico, para tantear la disponibilidad de Juan Espadas.

La «entente cordial» que mantenían los dos dirigentes socialistas desde hace algo más de un año, que cristalizó con un acuerdo para nombrar delegada del Gobierno a una figura más cercana a Díaz, saltó por los aires definitivamente este lunes cuando Sandra García fue destituida mientras se encontraba en Cádiz acompañando a la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto. La vicepresidenta Carmen Calvo fue la encargada de comunicarle telefónicamente la noticia. En su lugar, el miércoles tomó posesión Pedro Fernández, otro granadino muy cercano al secretario provincial de esa provincia, partidario abierto de impulsar un cambio en la dirección regional del PSOE. El acto institucional sirvió para escenificar la ruptura en el seno socialista. Allí coincidieron la ministra portavoz, María Jesús Montero; el vicepresidente primero del Congreso, Alfonso R. Gómez de Celis, y máximo representante del «sanchismo» en Andalucía; el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, el nombre elegido por Ferraz para situarse en la pugna de las primarias andaluzas –a falta de su paso definitivo– y la propia Susana Díaz. La imagen de todos ellos a las puertas de la Delegación del Gobierno –y la frialdad entre Díaz y Celis, viejos compañeros en el Ayuntamiento con cuitas pendientes– fue elocuente.

El otoño será clave para dirimir definitivamente el destino del PSOE-A. Los nombres para sustituir a la expresidenta suenan cada vez más fuerte, pero ella no está dispuesta a ceder su sitio sin más, no es su estilo. Desde su entorno remarcan que nunca se ha movido por cargos, lo que la habría llevado a rechazar los ofrecimientos que desde Moncloa llegaban –se barajó la presidencia del Senado, como lo más goloso– para tratar de hacerla desistir en su empeño de permanecer al frente de un partido que ha perdido la fuerza de antaño, también entre sus militantes. Díaz ya no es la figura todopoderosa que aglutinaba apoyos y que barrió recabando avales en 2013 quedando como única candidata en las primarias de su formación.

Fuentes cercanas a la Ejecutiva Federal consideran «un error su empeño» por continuar haciendo un camino abocado, en su opinión, al fracaso, pero dan por hecho que ya no habrá más segundas oportunidades por parte de Pedro Sánchez. El secretario general del PSOE nunca se ha pronunciado directamente, pero sí por boca de su Ejecutiva. El ministro José Luis Ábalos, así como Gómez de Celis no dudaron hace una semana en calificar al alcalde de Sevilla como «el mejor activo» del PSOE andaluz. Palabras que han repetido casi exactas para que el mensaje llegue alto y claro. Para Espadas, la decisión parece estar tomada pero quienes le conocen saben que el alcalde, hombre de carácter templado y nada dado a grandilocuencias, no va a dar un paso en falso. En Sevilla afronta su segundo mandato en minoría y pasó los primeros cuatro años en la oposición, después de ser elegido por el entonces presidente de la Junta, José Antonio Griñán, para optar a la Alcaldía, dejando su cargo de consejero de Vivienda. De su decisión de anunciarlo antes o después están pendiente todo el socialismo andaluz. Para Ferraz, lo ideal sería que la confirmación llegara pronto, aunque la fecha de este próximo lunes parece excesivamente apremiante. En cambio, fuentes socialistas apuntan a que lo idóneo sería hacerlo público justo después de las elecciones a la Comunidad de Madrid del 4 de mayo.

Sobre la posibilidad de que Espadas dude porque pudiera surgir un nombre de última hora cuando se acerque la fecha del Congreso regional –la ministra Montero no deja de estar en las quinielas como candidata y ella ni lo confirma ni lo niega–, las mismas fuentes rechazan que desde Ferraz se pusiera en riesgo la Alcaldía de una capital como Sevilla, la mayor ciudad que gobierna el PSOE, con un movimiento en falso. Los tiempos, tan importantes en política, es lo que trata de manejar el alcalde sevillano para colocarse lo mejor posible en su carrera personal. Presentarse a las primarias del PSOE lleva implícita la colisión con su actual cargo y la lógica distracción de la gestión que exigirá su campaña. Dentro del PSOE hay también dirigentes que opinan que Espadas no es la única baza de Sánchez y sí un activo que puede serle útil para confrontar con Díaz y dar un giro de última hora, que pudiera situar a la ministra portavoz, María Jesús Montero, o a otra persona como candidata a la Junta en las elecciones previstas para 2022. Pase lo que pase, tienen una cosa clara: los estrategas de Moncloa dirigirán la operación con todo el secretismo de que sean capaces. Ponen como ejemplo el golpe de efecto con el exministro Illa de cómo Sánchez puede cambiar de decisión a última hora, y consideran que Espadas sería un elemento más fácil de contentar ofreciéndole un cargo en Madrid.

Sea como fuere, la carrera ha empezado y al menos uno de los participantes ya ha empezado a correr. La cuestión es si con un recorrido tan largo, de como mínimo nueve meses, puede ocurrir que quienes antes comiencen a moverse lleguen desfondados al final.

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