Déborah Fernández desapareció el 30 de abril de 2002 cuando solo tenía 21 años. Su cadáver fue hallado una semana después en una cuneta

Cuenta atrás para encontrar al asesino de Déborah: “Solo nos ponen trabas”

En el 19 aniversario del crimen de la joven de Vigo, su hermana habla de fallos en la investigación. «Queda un año para que prescriba y el autor sigue en la calle»

Ella era el alma de la fiesta: alegre, deslenguada, amante del humor negro y del arte en casi todas sus vertientes. Por eso estudiaba artes gráficas y era fan de géneros musicales dispares: le encantaban los Red Hot Chili Peppers pero también podía ponerse en bucle Madame Butterfly de Maria Callas. La belleza de Deborah Fernández, a sus esplendorosos 21 años, no pasaba desapercibida en Vigo pero ella vivía ilusionada con la idea de compartir piso con su novio Pablo, que le sacaba siete años y para quien ya estaba diseñando la decoración del piso que iban a compartir. Ambos pertenecían a familias de clase media-alta de Vigo y él pasaba largas temporadas fuera de España trabajando en una empresa familiar dedicada a la pesca del langostino en Argentina. Unos meses antes de desaparecer Deborah recibió unas llamadas amenazantes de una chica desde allí. Le venía a decir que era la novia (argentina) de Pablo y que quién era ella. Deborah le explicó que es que ella también era la novia (española) de Pablo pero colgó el teléfono contrariada por las amenazas de la otra mujer. Apagó su móvil y comenzó a asimilar la doble vida de su novio, aunque no le resultó fácil y aún se peleaba con su hermano cuando le insinuaba algo en ese sentido. De todas formas, cuando él regresara querían mantener una conversación. Pocos días antes de desaparecer Deborah el chico había regresado a Vigo de sus viajes en el extranjero (después de Argentina también estuvo en la Feria del marisco de Bruselas). Deborah desapareció un 30 de abril de 2002, hace hoy 19 años. Aquel día iba a quedar con alguien porque en la clase de diseño gráfico comentó que iba a la peluquería para depilarse porque quería «ponerse guapa». Fue en el centro de estética, a eso de las 14:30 horas, donde recibió la llamada de Pablo. No se sabe qué hablaron.

Déborah Fernández desapareció el 30 de abril de 2002 cuando solo tenía 21 años. Su cadáver fue hallado una semana después en una cuneta
Déborah Fernández desapareció el 30 de abril de 2002 cuando solo tenía 21 años. Su cadáver fue hallado una semana después en una cunetaLa RazónCedida por la familia

Cita para ver «Amélie»

Aquella tarde sale a caminar por la zona de Samil y se encuentra con su prima Nuria, que la invita a un plan para esa noche pero ella rehúsa la invitación porque dice que ha quedado para ver la peli de «Amélie». Después, dos testigos la situarían en el entorno de su casa sobre las 20:45 horas. Alguien la vio subir a un coche en la curva del matadero. Pero ni siquiera está claro quién fue la última persona que la vio con vida porque, según denuncian los abogados de la familia, Ramón e Ignacio Amoedo, la investigación no se desarrolló de forma correcta y aprecian numerosas negligencias. «Cuando la familia crea la plataforma “Justicia para Deborah” en 2017 aparece un nuevo testigo que la sitúa en un videoclub de la zona de Canido a las 21:15 de la noche, por lo que necesariamente tuvo que montar en un coche para llegar ahí a esa hora», explica Ramón. «Al parecer la Policía fue allí en su día pero no aparece reflejado en ningún atestado. Es más, hasta 2019 en el sumario no consta nada referente a los videoclubs. Es hace dos años cuando incorporan a la causa un listado de 45 videoclubs, en los que 29 de ellos se había alquilado la película de Amélie. Sin embargo, este videoclub en concreto no aparece, a pesar de que una empleada recuerda perfectamente haberla visto esa noche». Además, es justo el videoclub más cercano a la casa familiar de Pablo, con quien pudo haber quedado esa noche, y del barrio de muchos de la pandilla de Deborah.

Decenas de fallos

Para los abogados de la familia es solo una de las decenas de fallos o anomalías que se han encontrado a lo largo de la instrucción del caso, que también ha pasado por varios jueces que han ido prestando servicio en el Juzgado de Instrucción número 2 de Tui, que han cerrado y reabierto la causa en varias ocasiones pero sigue sin encontrar indicios suficientes contra nadie. Los años han ido pasando y ya solo queda uno para que el asesinato prescriba. Porque si algo parece evidente es que a Déborah la mataron.

Su cuerpo fue encontrado sin vida unos diez días más tarde en una cuneta cerca de O Rosal. Estaba desnudo, posiblemente lavado, sin signos de violencia visibles y tapada con ramas en pecho y pubis. La escena, según los expertos fue preparada como un decorado para hacer creer que había sido violada. No tenía signos de arrastre. Fue colocada allí casi con «mimo» y habían dejado al lado un preservativo con semen, así como dentro de su vagina (además de ADN femenino que no era de ella): todo eran pruebas falsas para desviar la atención de los investigadores. Afortunadamente, Déborah no fue agredida sexualmente. La autopsia reveló que había fallecido pocas horas después de su desaparición y, por el estado del cuerpo, los forenses infieren que permaneció en algún lugar «fresco». No se determinó con rotundidad la causa de la muerte pero apuntaban a muerte por sofocación.

Déborah Fernández desapareció el 30 de abril de 2002 cuando solo tenía 21 años. Su cadáver fue hallado una semana después en una cuneta
Déborah Fernández desapareció el 30 de abril de 2002 cuando solo tenía 21 años. Su cadáver fue hallado una semana después en una cunetaLa RazónCedida por la familia

Nueva autopsia pendiente

No obstante, no se practicaron algunas pruebas de vital importancia y por eso ahora la familia ha solicitado autorización judicial para exhumar el cuerpo de la joven y poder practicar una segunda autopsia. «Hace tres meses que lo pedimos y aún no han contestado. No se hizo algo básico como la recogida de muestras bajo las uñas y solo hicieron radiografía de cuello para arriba. Tampoco sabemos nada respecto al análisis de los ordenadores que solicitamos hace siete meses», se queja Rosa, la hermana pequeña de Déborah, que tenía 17 años cuando ocurrió todo. «Yo he estado todos estos años con una depresión encubierta y es en 2017 cuando el cuerpo me pide saber qué le pasó a mi hermana y empiezo a mover todo». La sensación que guarda tras haber hablado con numerosos profesionales a lo largo de estos años es que «en su día se hicieron las cosas tan sumamente mal que ahora tirar de la manta sería dejar muy mal a mucha gente». Pero ellos no van a parar. El tiempo juega en contra ya que dentro de un año prescribiría el caso: un asesinato impune, ya que no hay ningún imputado. Sin embargo, para los abogados de la familia, el atestado policial apunta claramente a un sospechoso, aunque, «misteriosamente» nunca ha declarado en sede judicial.

Rosa muestra una foto de su hermana, asesinada hace 19 años en Vigo
Rosa muestra una foto de su hermana, asesinada hace 19 años en VigoLa RazónCedida por la familia

Sin declaración del sospechoso

Sí fue llamado a declarar ante la Policía: la primera vez el 9 de mayo de 2002, el día antes de que encontraran el cadáver de la joven. «Pero allí nadie le preguntó sobre qué hizo el día que desapareció Deborah», explica asombrado el letrado Amoedo. El novio de Déborah explicó a los agentes que habían roto en navidades y que si bien la llamó el día de la desaparición mientras se estaba depilando, la notó «muy seca». El chico fue citado para declarar en el juzgado posteriormente pero alegó un viaje de trabajo a Argentina y nunca volvieron a llamarle. «Nadie hizo ninguna comprobación para ver si aquello era cierto y en qué cabeza cabe que no le vuelvan a citar a su regreso», se pregunta el abogado. Ante la Policía volvió a declarar en diciembre de 2002 (los abogados denuncian que de esta declaración tampoco se dio traslado al juzgado), en 2004, 2006 y 2010. Para los agentes, sus interrogatorios fueron «confusos y contradictorios» y además «chocaban frontalmente» con las declaraciones de otras personas de su entorno como algunos familiares y amigos. El gran caballo de batalla de la investigación, según los abogados, o el gran «agujero negro» está entre las 21:05 y las 21:45 horas de aquel 30 de abril de hace casi 20 años.

Un partido de fútbol sin confirmar

Pablo aseguraría más tarde haber estado jugando un partido de fútbol aquella tarde noche en el Club de Campo de Vigo. Sostienen su coartada varios amigos si bien hay algunas contradicciones y no aportan datos como, por ejemplo, contra quién jugaron para que los investigadores puedan comprobar algunos flecos. Otra de las extrañezas del caso, para Amoedo, es que “la Policía no se presenta en el club de campo hasta diciembre de 2019”. Tampoco consta si visionaron las cámaras del recorrido que puso hacer la desaparecida. “En 17 años no se ha interrogado a padres ni hermanos de la víctima. Esto tampoco es habitual en una desaparición de este tipo”. La familia recobró la esperanza con el caso de Diana Quer, porque la Guardia Civil anunció que se abrirían casos antiguos y podía guardar ciertas similitudes pero nunca se habló de Déborah. Su ropa nunca apareció ni el contenido del ordenador. “Resulta sorprendente que la Policía todavía se llevara dos discos duros recientemente y del volcado del primero no sacaran nada concluyente cuando ahí había conversaciones de todo tipo”, según su hermana. Sin embargo, no tienen claro que la prueba no haya sido contaminada.

Déborah Fernández, en una imagen de su infancia. Desapareció el 30 de abril de 2002 cuando solo tenía 21 años. Su cadáver fue hallado una semana después en una cuneta
Déborah Fernández, en una imagen de su infancia. Desapareció el 30 de abril de 2002 cuando solo tenía 21 años. Su cadáver fue hallado una semana después en una cunetaLa RazónCedida por la familia

El teléfono móvil está “extraviado”

“Cuando mi hermana desapareció, los primeros días antes de que encontraran su cuerpo, por casa de mis padres pasó muchísima gente y por la habitación de ella también, hasta hubo alguno que se echó allí alguna siesta. ¿Quién me dice a mi si alguien estuvo a solas en ese cuarto si no pudo buscar o borrar del ordenador lo que quisiera?”, explica Rosa. Porque otro de los despropósitos en este sentido es el teléfono móvil de su hermana. “No sabemos si lo llegaron a analizar porque la Policía asegura que se ha extraviado ¿Cómo se puede perder algo así en un caso donde investigan la muerte de una niña?”, dice sorprendida.

Cuatro careos denegados

Amoedo explica que han solicitado la comparecencia de 23 testigos y cuatro careos, entre otras pruebas a pesar de la nula ayuda del Ministerio fiscal que se opone casi de forma sistemática a la práctica de nuevas diligencias. “Nadie preguntó por qué en el listado de llamadas que entrega Telefónica aparecen 26 llamadas con el número en blanco”, recuerda. Rosa siente que nadie les está ayudando y no paran de ponerles trabas. “Han trabajado en el caso de mi hermana cuatro fiscales y cinco jueces y nadie ha hecho nada. Que me digan qué tengo que hacer. Era mi hermana y no me voy a quedar parada. Como cierren el caso voy a hacer público todo”, advierte.

Déborah Fernández
Déborah FernándezLa RazónCedida por la familia